jueves, 9 de diciembre de 2021

Finkielkraut sobre el velo

Alain Finkielkraut entrevistado por Elisabeth Lévy sobre la cuestión del velo. Aquí en V.O.

Aquí en tradu exprés:

8 de diciembre de 2021

El filósofo Alain Finkielkraut fue uno de los primeros en señalar los peligros del velo para la sociedad francesa. Tras el asunto de las colegialas con velo en Creil en 1989, denunció, junto con otros, en Le Nouvel Observateur, un "Múnich de la escuela republicana" [referencia a los Acuerdos de múnich de 1938 para solucionar la crisis de los Sudetes, con Alemania, Italia, Francia y Reino Unido]. Se necesitaron quince años para llegar a la ley que prohíbe los símbolos religiosos ostentosos en las escuelas. La cobardía política y la complicidad ideológica han abierto una avenida al islamismo.

Elisabeth Lévy. En Le Nouvel Observateur (no se llamaba L'Obs), el 2 de noviembre de 1989, usted publicó un llamamiento  junto con Elisabeth Badinter, Régis Debray, Elisabeth de Fontenay y Catherine Kintzler titulado "¡Profes, no capitulemos!". ¿Recuerda cómo nació esta iniciativa?

Alain Finkielkraut. Como nunca he llevado un diario, no estoy seguro de algunas cosas. Pero creo recordar que la iniciativa de ese llamamiento partió de Elisabeth Badinter. Las feministas de la época eran muy hostiles al velo: lo que le reprochaban en primer lugar no era su mojigatería, sino su obscenidad. Las mujeres en tierras islámicas estaban obligadas a cubrirse el pelo para no despertar la concupiscencia de los hombres. Como escribe Fethi Benslama: tenían que ocultar los signos malignos de la seducción que mostraban sus cuerpos. En definitiva, lo repugnante del velo o del pañuelo islámico, como se llamaba en aquella época, era que reducía a las mujeres y a las jóvenes a la condición de objetos sexuales. Tanto como un desafío al laicismo, esta reducción se consideró como algo insoportable.

-Cuando Lionel Jospin, animado por David Kessler, decidió dejar que los directores de las escuelas se ocuparan del velo, usted habló de un "Múnich de la escuela republicana". Sin embargo, era difícil saber, en aquel momento, que el islamismo sería el fascismo del siglo XXI. ¿Tenía una intuición de esto?

-No éramos extralúcidos. Llevábamos diez años viendo cómo el ayatolá Jomeini gobernaba Irán y su revolución obligaba a todas las mujeres iraníes a llevar el chador. Unos meses antes de nuestro llamamiento, se había dictado una fatwa contra Salman Rushdie por "blasfemia". Frente a este gran retorno del fundamentalismo islámico, los dirigentes políticos compitieron en cobardía. Jacques Chirac, por ejemplo, equiparó al autor de los Versos satánicos con quienes lo querían muerto. ¡Era el momento de reaccionar! Y recordar al ministro que afirmaba, con todo su buenismo, que "queda excluido excluir", y que "una exclusión sólo es discriminatoria cuando se dirige a la persona que ha respetado las normas vigentes en un establecimiento". Cuando afecta al alumno que ha infringido estas normas, la exclusión es disciplinaria. La actual confusión entre disciplina y discriminación arruina la disciplina. Y si ya no hay disciplina, ¿cómo podemos enseñar las disciplinas?

-¿Cuáles fueron las reacciones en su momento, cuando no existían las redes sociales? ¿Ya se hablaba de islamofobia? ¿El velo trazó una línea divisoria dentro de la izquierda?

-Es muy sencillo: teníamos a todo el mundo en contra. El arzobispo de París se puso como una hidra: "No hagamos la guerra a los adolescentes beur [de origen magrebí]. ¡Peligro de incendio! El Gran Rabino de Francia consideró esta petición de prohibición como un ataque al libre ejercicio de la religión. La portavoz de los protestantes de Francia expresó su preocupación en estos términos: "Nuestra Francia amodorrada se despierta para ir a la guerra contra una religión". Una historia viejuna que debería recordarles algo a esos protestantes. Y al clero se le unieron las "asociaciones". El MRAP [Movimiento contra el Racismo y por la Amistad de los Pueblos] señaló con orgullo que otras comunidades manifestaban su filiación religiosa "sin ser sancionadas", mientras que SOS Racisme, fiel a su lema, proclamó: "No se puede sancionar a los alumnos en razón de su fe". En definitiva, a pesar del apoyo de Jean Daniel, estábamos muy aislados en la izquierda. Todos los "simpáticos" denunciaban nuestras tendencias represivas y pensaban, al igual que  Edwy Plenel, que "el laicismo intolerante era la expresión de una negación social, de un rechazo a los dominados y a los oprimidos". La palabra islamo-izquierdismo aún no se había inventado, pero la cosa existía.

-Han tenido que pasar quince años para que se apruebe la ley que prohíbe los símbolos religiosos ostentosos en las escuelas. Pero, mientras tanto, los velos habían florecido en todos los barrios donde vivían muchos musulmanes. ¿Sería nuestra situación muy diferente si Lionel Jospin le hubiera escuchado?

-El Conseil d'Etat, al que acudió Lionel Jospin, consideró que la neutralidad en la función pública no debía imponerse a los alumnos. Por lo tanto, se anuló la exclusión de las colegialas con el velo. Autorización del velo, pero prohibición de proselitismo. Con este principio que cojeaba, el número de casos contenciosos aumentó. Por ello, en 2003, Jacques Chirac pidió a Bernard Stasi que presidiera una comisión para reflexionar sobre el principio de laicidad en Francia. La mayoría de sus miembros estaban inicialmente a favor de las negociaciones caso por caso. Lo que les hizo cambiar de opinión fue el desconcierto mostrado por muchos directores de escuela ante el auge del comunitarismo en Francia. Para frenar esta fragmentación, se deberían haber establecido reglas muy claras desde el principio. Debería haberse dicho que Francia es un país de diversidad, pero que la escuela es un espacio aparte que obedece a sus propias normas. "La escuela es un lugar admirable. Me gusta el hecho de que el ruido exterior no entre en ella. Me gustan esas paredes desnudas", escribió Alain en sus Propuestas sobre la educación. No conozco una definición más bella del laicismo. Se ha olvidado y Francia se está fragmentando.

-A pesar de la ley, la escuela se ha convertido en una línea de frente en la guerra que libran los islamistas contra nosotros. ¿Diría usted que los profesores han capitulado (en una encuesta, más de la mitad de ellos pensaba que las caricaturas de Mahoma no debían mostrarse a los alumnos)?

-La escuela de la República se ha ido derrumbando poco a poco con sus notas benévolas y reformas pedagógicas. La bondad se impone a la excelencia y a la exigencia. Muchos jóvenes profesores son producto de esta escuela que erradica el conocimiento. También disponen de un sitio de información en línea [sitio concebido por el Institut national supérieur du professorat et de l’éducation de l’académie de Créteil y la Universidad Paris-Est Créteil. Se financia con fondos públicos vía la Agence nationale de la recherche] dedicado a la pedagogía antidiscriminatoria, que les invita a autodiagnosticarse: "¿Contribuyo o combato los estereotipos sobre las familias de clase trabajadora en tanto que "abandonadoras" o como si no se ocupasen de la escolarización de sus hijos? ¿Soy consciente de que la evaluación numérica produce estrés relacionado con las amenazas de los estereotipos y no es favorable para las familias de la clase trabajadora?". El infierno islámico-izquierdista está pavimentado con las mejores intenciones igualitarias...

-"¡Los estudiantes necesitan el placer de olvidar su comunidad de origen y pensar en algo distinto de lo que son!", escribía usted. Pero hoy es el Ministro de Educación quien pide que se escuche a los estudiantes transexuales. Incluso más allá de la identidad religiosa y cultural, ¿no estamos en un mundo donde las identidades minoritarias tienen todos los derechos? ¿Es posible oponerse a ello?

-Sobre todo, estamos en un mundo que se considera alerta a toda discriminación e injusticia. La apertura a la que dicen estar abiertos los woke les está cerrando definitivamente a lo que es la transmisión. Sus studies no son investigaciones, sino requisitorias contra una [supuesta] cultura llena de estereotipos y prejuicios. Ya no se acude a las obras para saber algo de nosotros mismos y del mundo, se las convoca ante el tribunal de las identidades. Es una inversión funesta.

-Hoy, en los barrios islamizados, el velo es mayoritario. Sus defensores (o los que se oponen a cualquier restricción) afirman que se trata de un signo puramente religioso que entra dentro de la libertad de conciencia (o un simple trozo de tela). Para muchos franceses, el velo es un símbolo político. ¿Para usted, qué nos dice el velo? ¿Y cómo se distingue el velo religioso del velo político?

-Ya sea político, religioso o ambos el velo es un emblema de secesión. La mujer que lo lleva afirma su pertenencia al Islam. Nunca se casará con un no musulmán. Francia no es para ella más que una suma de derechos.

-¿Qué les diría a las mujeres judías ortodoxas?

-No hay ninguna de ellas en la escuela. Los judíos en general son, es cierto, un pueblo endogámico porque, religiosos o no, no quieren que el pueblo judío se extinga. Pero es un hecho que la gran mayoría de los judíos han jugada la carta de la asimilación, que existen los matrimonios mixtos y que no tienen intención de dar marcha atrás.

-¿Cuál es la respuesta a las mujeres (y a la prensa anglosajona) que enarbolan nuestras libertades para defender el velo?

-Los adversarios al laicismo francés ya no invocan la ley de Dios, sino la libertad de conciencia. Quieren ser también laicos, incluso más laicos que aquellos a los que combaten. A sus ojos, nuestra prohibición de los símbolos religiosos en las escuelas no es sacrílega, es liberticida. Tomemos pues nota de ello. Nuestro modelo no es universal. Pues bien, asumamos nuestra particularidad y, ya que el multiculturalismo existe, defendamos la cultura francesa sin vacilar.

-Más allá de la escuela, ¿está usted a favor de prohibir el velo?

-¡No! El velo es un insulto para las mujeres... pero prohibirlo en el espacio público transformaría este instrumento de servidumbre en un estandarte de rebeldía.

- A pesar de todo, Francia resiste, incluso la Francia oficial, ya que el gobierno ha protestado contra la campaña [sobre el hijab como símbolo de libertad] del Consejo de Europa y ha conseguido su retirada. ¿Significa esto que si se perdió una batalla hace treinta años, aún no hemos perdido la guerra?

-Como escribe el sociólogo alemán Ulrich Beck, la Unión Europea tal como la conocemos se creó para sacar a Europa del atolladero de su historia bélica. Se fundó como antítesis de la Europa nacionalista. Quiso romper con su sangriento pasado vaciándose de cualquier contenido sustancial. Es una Europa de valores y normas que ha optado por lo universal sobre lo particular, en lugar de buscar articular lo uno con lo otro. Según la acertada expresión de Pierre Manent: "Esta Europa democrática es y sólo quiere ser pura universalidad humana. Por tanto, no puede ser algo distinto, debe ser una nada, una ausencia pero abierta a cualquier ausencia del otro". El que uno mismo sea una nada para que así el otro, cualquier otro, pueda ser todo lo que es; este es nihilismo que inspiró la campaña de carteles del Consejo de Europa: "La diversidad está en la belleza como la libertad está en el hijab". Los gobiernos francés y alemán han reaccionado. ¿Es un mero respingo o un auténtico despertar? ¿Aceptará por fin la Europa post-hitleriana ser una civilización? ¿Dejará de confundirse el deber de la memoria con el olvido de todo lo que no es delito? Eso espero, pero aún queda mucho camino por recorrer.

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"La belleza está en la diversidad como la libertad está en el hijab". 
¡Qué aburrido sería el mundo si todos nos pareciésemos! Celebra la diversidad & respeta el hijab



[EN EL POST ANTERIOR OTRA ENTREVISTA CON ALAIN FINKIELKRAUT SOBRE LA LITERATURA, LA VERDAD Y ZEMMOUR]

martes, 7 de diciembre de 2021

Finkielkraut: literatura, verdad y Zemmour

Entrevista en Valeurs Actuelles a Alain Finkielkraut. Aquí en V.O.

Y aquí en una tradu exprés:

Alain Finkielkraut: "La supervivencia de Francia es la cuestión fundamental"

Con motivo de la publicación de su último ensayo, L'après littérature, Alain Finkielkraut repasa para Valeurs Actuelles los grandes temas del momento, desde la ideología woke hasta el veganismo, pasando por el neofeminismo, los excesos del antirracismo o el fenómeno Zemmour. Y describe una crisis de civilización, donde la preocupación por la verdad ha dado paso a un moralismo de vía estrecha en guerra con todo lo que no sea ese mismo moralismo. 

Por Laurent Dandrieu

Publicado el 26 de noviembre de 2021

Alain Finkielkraut: El filósofo defiende el papel primordial de la literatura en la "educación de las almas" 

¿Después de la literatura? Para Alain Finkielkraut, que analiza la situación actual de nuestra sociedad bajo este prisma, no estamos en una época en la que ya no se lea, porque, en Francia más que en ningún otro lugar, seguimos publicando y leyendo mucho, sobre todo literatura, y a veces incluso muy buena literatura. Pero es una época en la que los libros "no impresionan"; es decir, "la educación de las almas ya no es de su responsabilidad", ya no ejercen su "virtud formativa". Porque nuestra época, ahíta de certezas, que se cree moralmente superior a todas las épocas que la precedieron, ya no cree que tenga nada que aprender de la cultura clásica, y que ésta a los ojos del iluminado woke no es más que la tapadera de un sistema de dominación. Y es que la ideología igualitaria y multiculturalista que impera considera cualquier matiz, cualquier ambigüedad, cualquier rechazo del maniqueísmo como una complicidad con la opresión de los dominantes. Porque el "nihilismo compasivo" que nos gobierna es incompatible con la inteligencia del corazón que supone la búsqueda de la verdad. Esta derrota de la literatura deja el campo libre a todos los delirios ideológicos que histerizan el debate público. Por eso es indispensable leer a Alain Finkielkraut, como un poderoso antídoto contra el veneno de lo políticamente correcto.


Valeurs Actuelles. Contrariamente a la mayoría de nuestros contemporáneos, que ven en la literatura o bien una evasión o bien una forma de deshacer los entuertos de la realidad ("enderezar el madero retorcido de la humanidad", escribe), usted la ve no sólo como un medio privilegiado para iluminar la realidad, "la vida finalmente descubierta e iluminada" según la bella fórmula de Proust, sino también como un medio de educar a las almas. ¿Por qué la vida necesita la literatura?

Alain Finkielkraut. Se me acusa de utilizar citas con demasiada frecuencia. Pero, como dice el Talmud: quien afirma una verdad dando el nombre del hombre -¡o de la mujer! - que la pronuncia por primera vez... acelera la venida del Mesías. Por el bien de la humanidad, invocaré pues a un filósofo y a una novelista. El filósofo es Paul Ricoeur: "En contra de la pretensión del sujeto de conocerse a sí mismo por intuición inmediata, hay que decir que sólo nos comprendemos a través de esos grandes rodeos que son los signos de humanidad depositados en las obras de la cultura. ¿Qué sabríamos del amor y del odio, de los sentimientos éticos y, en general, de todo lo que llamamos el yo, si todo ello no hubiera sido llevado al lenguaje y hubiera sido articulado por la literatura?". La novelista es Iris Murdoch: "El gran arte es liberador; nos permite ver aquello que no somos nosotros mismos y disfrutar de ello". Los libros que cuentan son los que nos leen y los que nos proyectan fuera de nuestro yo.

- El triunfo del ideal igualitario ha llevado a la evacuación total de las jerarquías y a la sacralización de las microidentidades comunitarias. ¿Cómo nos ayuda la literatura a resistir a dicho encierro, a la llamada de las identidades comunitarias?

- Vronsky, Anna Karenina, Raskolnikov, Julien Sorel, Lucien de Rubempré, Isabel Archer, Swann, Lord Jim son individuos. No son ejemplos o especímenes. La literatura es la humanidaden tanto que una pluralidad de seres únicos. En cuanto un rostro humano se convierte en la personificación de una idea o en el representante de una comunidad, ya no estamos en la literatura sino en la ideología.

- ¿Significa esto que la literatura es antinómica al progresismo, ya que este último es siempre, en cierto modo, la creencia en un destino y una responsabilidad colectivos, concediendo así una menor importancia a la singularidad del individuo?

- La literatura no es menos antinómica para con la reacción que para con el progresismo. Esta exploración del alma humana trasciende las propias convicciones de quienes se dedican a ella. "Si no se escribe contra el racismo, no tiene sentido escribir", dice el niño mimado de los círculos literarios parisinos y de las universidades estadounidenses, Edouard Louis. Lo contrario es cierto: si se escribe contra el racismo o el sexismo o la homofobia o el antisemitismo, no tiene sentido escribir. La literatura no se pone del lado de la igualdad ni del orden establecido. No hace propaganda, busca la palabra adecuada. Su justicia es la precisión. El arte no está al servicio del Bien. El arte está al servicio del arte.

- ¿Por qué la literatura, y el arte en general, que han sido templos durante tiempo de lo particular, pero también del matiz y la ambigüedad, se han puesto al servicio de las causas del momento (antirracismo, migrantofilia...)?

-"Cuando se generaliza el sufrimiento, hay comunismo. Cuando se particulariza el sufrimiento, surge la literatura", escribe Philip Roth. La ilusión comunista no sobrevivió a las revelaciones sobre el Gulag y la caída del Muro de Berlín, pero apenas tuvimos tiempo de alegrarnos de ello cuando ya otras ideologías tomaron el relevo y redujeron descaradamente el mundo humano a la confrontación de dos fuerzas. Con el concepto de interseccionalidad, todas las opresiones se tocan: el racismo, el sexismo y la lucha de clases se convierten en las distintas facetas de una única lucha. "Mantener vivo lo particular en un mundo que simplifica y generaliza es la batalla que hay que librar". Este mandato de Philip Roth está más vigente que nunca.

- ¿Por qué la literatura se ha convertido en un campo de batalla ideológico?

-La ideología no es sólo un sistema de explicación global del mundo, es también una narración, un gran relato, como decía Jean-François Lyotard. Por tanto, se presenta como una especie de metaliteratura. Su objeto es la Historia, y ésta se cuenta poniendo frente a frente a dos grandes protagonistas: eran los explotadores y los explotados en la época del marxismo triunfante, y hoy son los dominantes y los dominados/as/es. Cuando Vasili Grossman reflexiona sobre la seducción funesta del comunismo, y más precisamente del leninismo, no le opone otra ideología, ni siquiera otra filosofía política, lo que le opone, ¡es a Chéjov! Chéjov con su infinita multiplicidad de personajes; y en la medida en que no hemos terminado con los grandes relatos, la alternativa chejoviana sigue a la orden del día.

-Usted habla de ideología, pero este llamamiento en favor de la literatura ¿no es ante todo una cuestión de moral, en una época como la nuestra, que se cree libre de ella y se muestra particularmente preocupada por hacer valer su moral woke y por obligar al arte a declinar los diversos artículos del "diccionario de indignidades recibidas", como usted lo describe? "Un nuevo orden moral se ha abatido sobre la vida de la mente", denuncia en el libro.

- No había nada más moral que el comunismo. Se trataba de liberar al ser humano de toda servidumbre y lograr el reconocimiento del hombre por el hombre. El atractivo de la ideología es proporcionar una solución definitiva, una solución moral al problema humano para poner fin al mal en la Tierra. El pecado original ha sido recusado por la modernidad, y en la modernidad la ideología pretende ir aún más allá de esta recusación y eliminar el mal de la Historia. El nuevo feminismo y el nuevo antirracismo perpetúan hoy esta fatídica ilusión.

-En su libro, ataca duramente al neofeminismo, que se ha convertido en un wokismo, en el sentido de que ya sólo ve las relaciones entre los sexos a través del prisma de la dominación masculina, con una desaparición del sentido del matiz que llega hasta una "shoaización de un toca culos", como escribe sobre el cuestionamiento que sufrió Elie Wiesel. ¿En qué sentido estas derivas del feminismo son tóxicas, tanto como el patriarcado con el que pretenden acabar? ¿Sigue siendo posible la civilización cuando se acusa a la seducción?

- Basta con leer el ensayo de Mona Chollet Réinventer l'amour [Reinventar el amor] para entender qué significa exactamente la postliteratura. Es imposible, escribe Mona Chollet, hablar del amor como una esfera separada, un oasis, un santuario: el amor politiza la vida privada. ¿Y qué significa "politizar" para esta socióloga y para la corriente que representa? Significa simplificar la realidad hasta el punto de afirmar, desafiando lo que la literatura y la experiencia nos enseñan: "¡El modelo actual sólo funciona cuando, globalmente, las mujeres mantienen la boca cerrada!".

En 2020, poco antes de la ceremonia de los premios de cine César, la actriz Adèle Haenel advirtió: "Premiar a Polanski significa escupir a la cara de todas las víctimas". ¿Qué sabía esta acusadora sobre la vida del director de J'accuse? Ella no sabía nada. ¿Los abusos que sufrió de adolescente le dieron el poder divino de la omnisciencia? No. Sin embargo, aprovecha su trauma para erigirse en juez supremo y "escupir en la cara" a Samantha Geimer, la víctima de Polanski. "¿Cómo puede pretender defender una causa justa si no respeta a las personas que dice apoyar?", escribió  Geimer en plena polémica antes de los Premios César. La literatura y el derecho proceden caso por caso, y hoy en día también están minados por una ideología que sólo quiere ver la pluralidad humana como un pueblo interseccional y multicultural que lucha por su emancipación.

Tanto el neofeminismo como el nuevo antirracismo se han convertido en facetas de la ideología woke, en la medida en que reducen todo a relaciones de dominación. Al igual que el nuevo antirracismo se transforma en racismo al erigir al hombre blanco en culpable universal, ¿no se convierte el neofeminismo en un sexismo invertido, en la medida en que "la humillación está siempre del lado de las mujeres", como dice Agnès Varda, y los hombres son, básicamente, sus verdugos? Esa esencialización de la que se acusa a Éric Zemmour todo el santo el día con respecto a los musulmanes, ¿acaso el nuevo antirracismo y neofeminismo no hacen lo mismo -y con buena conciencia- respecto al hombre blanco?

Lo que lleva al racismo o al sexismo es, en efecto, la generalización; cada individuo se convierte en el representante de su especie: la mujer, el negro, el árabe, el blanco... Por ello, en cuanto se percibe a todo varón heterosexual como un violador potencial y se encierra a todo hombre blanco en su privilegio, podemos hablar de racismo antirracista y de sexismo al revés.

- También denuncia usted el veganismo como una nueva religión, y se burla de esos antiespecistas que "aman tanto a los animales que quieren construir un mundo donde los animales ya no existan". Más generalmente, ¿no esconde hoy cierto ecologismo un odio al mundo y a la humanidad, un nihilismo con rostro animalista?

- Los veganos ya no comen ningún producto animal y están encantados con su superioridad moral. Pero si consiguen convertir a todo el planeta, o si se generalizan las hamburguesas de carne hechas con células madre, la humanidad podrá prescindir pronto de los establos y los pastos. Entonces, los ganaderos desaparecerán y con ellos el ganado, salvado por el no-ser del cruel destino que el mundo de antes le reservaba. El tecnocosmos sustituirá definitivamente al mundo. Los verdaderos amigos de los animales deberían más bien defender la cría de animales de granja contra la cría industrial, es decir, concentracionaria.

Los veganos no aman a los animales, se aman a sí mismos, aman el hecho de dejar de ser carnívoros y serían muy felices si desaparecieran las vacas, los terneros, las ovejas y los cerdos. Ni siquiera estoy seguro de que se diesen cuenta. En cuanto a los ecologistas, participan de la devastación de la Tierra al defender las eólicas, esos horribles mastodontes, por no haber mantenido un vínculo con la poesía. Antes de que existiera el nombre de ecología, la poesía estaba relacionada con la naturaleza. Ser poeta era, como escribía Yves Bonnefoy, "modelar una totalidad significante para una tierra habitable". La ecología postpoética, avatar de la tecnología desatada, contribuye a la inhabitabilidad del mundo.

-El multiculturalismo se vive y se presenta como una promesa de apertura y enriquecimiento cultural. Y, sin embargo, hoy se ha convertido en una prohibición de interesarse por todo lo que no sea su propia cultura (el delito de apropiación cultural); se ha convertido en una cultura de la cancelación, en una acusación a la cultura clásica como culpable de la extrema blancura y de la complicidad en la dominación. ¿Estaba en la propia naturaleza del multiculturalismo el llevarnos a esta guerra cultural?

-El multiculturalismo devuelve sin piedad a los grandes autores europeos a sus orígenes: son blancos, son mayoritariamente hombres. Así que el interés por ellos se ve ahora como un insulto a la diversidad. De nuevo, la desindividualización está en marcha. El propio mundo del arte, con la multiculturalidad, está ahora poblado sólo por "representantes". Dante, Goethe, Virgilio, Homero, Proust, Henry James ya no son genios incomparables, son "Dwems": Dead white european males [hombres blancos europeos muertos]. El multiculturalismo ha conseguido privarles de su genialidad.

-En su libro describe el paso de una civilización literaria a una literal: ¿por qué esta pérdida del sentido del matiz, del segundo nivel de la ironía, y a dónde nos lleva esto? Y a la inversa, ¿cómo hemos llegado a tomar por humoristas a profesores de moral de poca monta que campan a sus anchas por la radio pública, de los que usted fue víctima hace poco cuando un columnista consideró divertido decir que padecería "degeneración mental"?

-El humor", decía Karl Barth, "consiste en poner entre paréntesis la seriedad del presente". Nuestro presente está demasiado lleno de sí mismo como para aceptar esta suspensión, este paréntesis. Uno no puede, y yo mismo lo he experimentado, reírse de sus certezas, de sus obviedades, de sus excesos. Quiere hacer el bien, combate la injusticia en todas sus formas, y las bromas que hace, bajo el nombre usurpado del humor, y sólo tiene una función: castigar a los malpensados. Castiga, atacando su edad, su físico, su cerebro enfermo a todos aquellos que no comparten la quimera del "vivir juntos".

-¿La histeria desatada hoy en muchos medios de comunicación contra Éric Zemmour es de este orden? ¿Y en qué consiste su candidatura?

- Edgar Quinet dijo: "El verdadero exilio no es ser arrancado de tu propio país, es vivir en él y no encontrar ya nada de lo que te hacía amarlo". Cada vez son más los franceses que experimentan ese exilio interior. Y si Éric Zemmour ha logrado un avance tan espectacular en las encuestas es precisamente porque ha dado estatus y carta de naturaleza a esta angustia, a este doloroso y paradójico sentimiento; no es precisamente porque se le hayan brindado demasiados micrófonos y con demasiada complacencia, como pretenden esos políticos, periodistas e intelectuales que quisieran que siguiéramos viviendo, como si nada, en una Francia Potemkin: una Francia sin persecuciones urbanas, sin disturbios, sin disparos con munición real contra la Policía, una Francia en la que se pudiera seguir ignorando la islamización de los territorios perdidos por la República, los graves incidentes y enfrentamientos de Oyonnax, Angulema, Alençon, Marsella o Savigny-le-Temple.

La histerización del debate proviene de este deseo insano de no ver y no saber. Resulta extraño ver a una prensa que, sin ser obligada por el Gran Hermano, anula concienzudamente y a diario todos los acontecimientos que podrían "hacerle el juego a la extrema derecha".

Zemmour es el "debelador de la censura omnipresente", y a él se le puede conceder el honor de haber puesto a Francia en el centro de la campaña presidencial. Francia, y no sólo el cambio climático, la reducción de las desigualdades, el poder adquisitivo, la reforma de las pensiones... Son cuestiones importantes e incluso urgentes. Pero la supervivencia de Francia, el derecho de los franceses a la continuidad histórica, es una cuestión aún más fundamental. Como bien dijo Marcel Gauchet: "El fenómeno Zemmour tiene un efecto positivo en la agenda. La respuesta que ha recibido ha hecho saltar una serie de prohibiciones y ha planteado temas que ahora son insoslayables. Desde este punto de vista, Zemmour ha hecho un gran un servicio a la democracia".

Desgraciadamente, al referirse, como lo hace, a Barrès o a Maurras, al negarse a elegir entre los pro Dreyfus y los anti Dreyfus, al querer asumir a la vez la herencia de Vichy y la de la Francia Libre, Éric Zemmour brinda un regalo inesperado a quienes creen vivir un retorno a los años 30 y pretenden que la islamofobia desempeñe hoy el papel que en su día tuvo el antisemitismo. Zemmour es el enemigo providencial del antifascismo imaginario que causa estragos en nuestro entorno. Con él y su lectura del pasado francés, uno tiene la sensación de que la Historia se repite, mientras que para ésta nunca hay examen de repesca. El hombre que ha sido capaz de verbalizar la tragedia sin precedentes en la que estamos sumidos les está dando al mismo tiempo a los vigilantes anacrónicos la posibilidad de instalar sobre esta situación sin precedentes una tragedia de cartón-piedra con el retorno de los viejos demonios. Así, la mentira que él ha zarandeado, ¡y de qué manera!, corre el riesgo de girarse en su contra y derrotarlo en 2022. Entonces sólo podrá culparse a sí mismo.

-Hay algo sorprendente en esta campaña, es la forma en que la hostilidad hacia Zemmour está desacomplejando cierto antisemitismo de izquierdas...

-Es Israel el que ha devuelto al antisemitismo su inocencia perdida. Israel ha ido despojando a los judíos de la protección de la Shoah. En las primeras décadas de la Europa post-Thatcher, los judíos eran intocables. Pero como resultado de las victorias de Israel sobre los ejércitos árabes y la continua ocupación de Cisjordania, Israel, y por lo tanto de los judíos, ya que están abrumadoramente ligados a ese país, han pasado a estar en el lado equivocado. Además, los judíos ya no cuentan como minoría, nunca, en ningún sitio, y especialmente en Estados Unidos. Son blancos, son dominantes. Y en los campus estadounidenses, el movimiento BDS [Boicot, Desinversiones, Sanciones (contra Israel)] se alía con el Black Lives Matter contra la presencia de profesores israelíes o considerados sionistas en el campus. Esto no va a parar. Con el desarrollo del wokismo, las cosas sólo pueden empeorar.

A diferencia de Drumont y Action Française, el antisemitismo actual es antirracista. Se acusa a los judíos de ser racistas. Cuando me insultan, ya no me llaman "sucio judío", sino "sucio racista", porque yo sigo apegado a Israel. Este antisemitismo es aún más peligroso porque tiene buena conciencia, porque ya nadie puede hacer que se avergüence de nada. Algunos partidos políticos, como el Partido Laborista británico en la época de Jeremy Corbyn y como La France Insoumise hoy [de extrema izquierda], se han volcado en este antisemitismo, para atraer hacia ellos a las nuevas poblaciones que nunca han hecho la diferencia entre los judíos e Israel.

- Al escucharle, entrevistado en Europe 1 por Sonia Mabrouk y Mathieu Bock-Côté, tuve la sensación de que reprochaba a Éric Zemmour que se interesara por Francia sólo como potencia y no lo suficiente como civilización.

- Zemmour opone constantemente la política y la moral, como si no existiera la moral política ni otra razón que la razón de Estado. Debería meditar sobre la gran lección de Hannah Arendt: "Para reaccionar de manera razonable, primero hay que haber sido tocado por la emoción; y lo que se opone a lo "emocional" no es en absoluto lo "racional", sea cual sea el significado del término, sino la in-sensibilidad, [...] o el sentimentalismo, que representa una perversión del sentimiento".

- Un periodista de Libération le objetó hace poco, a propósito del wokismo, que el 95% de los franceses no sabían lo que era. Se podría replicar que el 100% de los mujiks rusos en 1916 no conocían el significado de la palabra "marxismo" y que eso no impidió que les cambiara la vida. ¿En qué sentido el wokismo es para usted un síntoma de este periodo post-literario que describe?

- Durante mucho tiempo en Europa pensamos que los textos antiguos tenían algo que decirnos; nos acercamos a ellos, como escribió Borges, con un fervor previo y una lealtad misteriosa. Esto ya no es así. Ya no honramos a los clásicos, sino que desconfiamos de ellos. La sospecha ha sustituido a la admiración, precisamente porque el presente es woke, sabe a qué atenerse, no se deja engañar, está atento a todas las discriminaciones, a todas las injusticias. Busca los prejuicios racistas y los estereotipos de género en los textos del pasado. Lejos de necesitar ser iluminado, difunde su luz sobre todo lo que lee. Cuanto más abierto se cree, más se cierra a lo que no es él.

-¿Está la era post-literaria vinculada a la crisis de la educación?

- El barómetro de Voltaire (Ipsos) acaba de informarnos de que una mayoría de asalariados no domina el francés escrito, ni siquiera el hablado: confunden el tiempo futuro con el condicional, no respetan la concordancia del participio pasado, ni los acuerdos de número y género. También me enteré de que, gracias al Pass Culture, las ventas de manga se habían disparado en las librerías, y que la película más popular entre los jóvenes era Fast and Furious 9. A este ritmo, pronto no habrá público para la literatura. En los años treinta del siglo XX, el gran filólogo alemán Ernst Curtius escribió: "La literatura desempeña un papel vital en la autoconciencia y la civilización de Francia. Ninguna otra nación le otorga un lugar comparable. Sólo en Francia la nación entera considera la literatura como la expresión representativa de su destino". Nadie podría decir eso hoy...
Francia ya no es una patria literaria. De ahí la terrible pregunta que plantea Michel De Jaeghere en su último libro, Le Cabinet des antiques: "¿Seguimos sabiendo ser franceses?". Y me gustaría que los políticos y los intelectuales se ocuparan de esta cuestión. Si ya no sabemos, ¿qué podemos hacer para recuperar este conocimiento? Sí, hay que controlar, y tal vez detener, la inmigración porque, de lo contrario, ya no existirá Francia. Pero no podemos quedarnos en eso. A Éric Zemmour le preocupa el hecho de que muchos musulmanes de nacionalidad francesa pongan a sus hijos el nombre de pila Mohammed; al hacerlo, ciertamente se anclan en otra tradición. Sin embargo, está claro que cada vez más padres de origen francés llaman a sus hijos Kevin, Donovan, Brandon, Jennifer o Cindy. De este modo, se afilian a la cultura de masas estadounidense. En cuanto a los padres de la jet-set, la desterritorialización y el narcisismo les llevan a buscar para sus hijos nombres que nadie ha puesto aún.

En resumen, Francia ya no vende en Francia. ¿Por qué? Porque la escuela ha dejado de desempeñar su papel: para dejar de favorecer a los herederos, ha marginado progresivamente la herencia. Sin embargo, los niños, sea cual sea su origen, son unos recién llegados al mundo, y todos necesitan integrarse, es decir, introducirse en un mundo que es mayor que ellos. Este trabajo ya no se hace, la igualdad ahora significa la desasimilación para todos. Este es el problema del que debemos ocuparnos inmediatamente.

-Sin embargo, hay gente que sigue leyendo, y a veces incluso libros muy buenos, que usted mismo saluda dentro de la producción actual. ¿Por qué entonces la literatura ya no "impresiona" hoy en día, como usted escribe?

- La mancha, de Philip Roth, fue un éxito mundial, y esta obra maestra ha quedado sin efecto. El wokismo reina en todos los campus. El novelista revela la realidad y a nadie le importa. Las cosas han empeorado tanto desde que se publicó la novela de Philip Roth que, si el libro se publicara hoy, su autor sería acusado de apropiación cultural; eligió como héroe a un hombre negro de piel clara. "How dare you? [¿Cómo te atreves?", la célebre frase de Greta Thunberg] le dirían críticos, profesores y alumnos.

Blake Bailey, quien publicó una enorme biografía de Philip Roth esta primavera y que ha sido acusado de agresión sexual, ve cómo la editorial ha suspendido las ventas del libro, y muchos comentaristas nos dicen que el biógrafo se calló sobre la turbiedad de Roth porque, de alguna manera, ¡sería su cómplice! Es tal el afán por verle como un abusador sexual que el lector, decepcionado por la biografía, ha encontrado combustible para su desconfianza y resentimiento en los problemas del biógrafo. Y hay que recordar que ni Philip Roth ni Milan Kundera, que son los dos mejores escritores de la segunda mitad del siglo XX, han ganado el Premio Nobel. ¿Por qué no? Porque se les considera misóginos. Tal vez Roth hubiera conseguido doblegar a la academia sueca si, como él mismo dice, hubiera titulado a Portnoy y su complejo: "El orgasmo bajo la mirada del capitalismo furibundo".

-Hay una frase de Philippe Muray en la que describe la modernidad tardía como un interminable monólogo elogioso que la época mantiene sobre sí misma. Esto plantea la pregunta con la que termina su libro: ¿una época que cree tener respuestas para todo sigue necesitando la literatura? ¿Cómo podemos salir de este monólogo?

- Salimos del comunismo a través de la prueba de la realidad. La ideología contemporánea no construye un Gulag ni nos precipita a la penuria. No es más que un crimen contra el espíritu, apoyado, además, en la mutación demográfica de Europa. Así que habrá cada vez más gente que, en nombre de la diversidad, querrá hacer que la literatura se vaya al garete. En cuanto al neofeminismo, ya no es una lucha por la igualdad de derechos, porque ésta se ha conseguido: se ha convertido en una lucha por el poder. Alice Coffin lo dijo bien clarito tras las primarias ecologistas y la ajustada victoria de Yannick Jadot [frente a la candidata Sandrine Rousseau] , afirmando: "Ya se sabe... una feminista debe ceder el sitio". El objetivo final de este feminismo es: "Hombre blanco, ¡lárgate!" 
Menudo programa...
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Los antisemitas y terroristas  pueden atacarme...¡ Soy inmortal!  [Los académicos de la Académie Française  son conocidos como "Los Inmortales"]


[EN EL POST ANTERIOR UNA ENTREVISTA CON ÉRIC ZEMMOUR]

Zemmour el identitario (segunda parte)

 Aquí la segunda parte de la entrevista a Zemmour en Causeur.

"Unir las clases populares y la burguesía patriota es la estrategia correcta"

Causeur. Devolver a la cultura francesa el lugar que le corresponde no depende sólo de la ley. Por ejemplo, para cambiar la tendencia en la escuela, también habrá que reformar la universidad, donde se forman los profesores. Un mandato de cinco años no será suficiente...

Éric Zemmour. En efecto. Las cuestiones del Islam y de la asimilación de los musulmanes no son más que la punta de un enorme iceberg que es la "desfrancización" de los franceses. Lo más rápido y urgente es detener los flujos. Para lo demás, hará falta tiempo.

-Volvamos a los nombres de pila. ¿Qué hacemos con los franceses que no lo respeten? La ley fue ignorada mucho antes de que se cambiara en 1993...

-En mi opinión, la cuestión de los nombres de pila se solucionará con toda naturalidad, sin obligar a nadie a cambiar su actual nombre de pila, pero restableciendo la ley de 1803, suprimida en 1993, aunque limitando su aplicación sólo a la elección del nombre de pila [de los que nazcan en Francia], algo que no debería ser demasiado difícil entre los cientos que nos ofrece el calendario, y dejando a cada uno plena libertad para decidir su segundo y tercer nombre en el registro. ¿Es tan complicado eso?, ¿tanto como para seguir hablando de este falso problema que, lo repito, no es una causa sino una consecuencia de lo que nos ocurre...? De hecho, hace cincuenta años, en una época en que nuestra nación aún era homogénea y estaba unida, llamar a tu hijo Zinedine no parecía una reivindicación de identidad, sino que era un folclore inofensivo. Hoy, llamar a tu hijo Zinedine es asestar un golpe mortal a una asimilación que ya no funciona.

- También entre los judíos, la generación de las Elisabeth y de los Charles acabó dando nombres judíos a sus hijos...

- ¡Es un excelente ejemplo! También entre los judíos esto es revelador: y es que después de haber dado nombres de pila judíos a sus hijos, muchos de ellos se fueron a vivir a Israel. Los nombres de pila son un síntoma, y no menor. De lo contrario, el Islam no exigiría el cambio de nombre para todos los conversos...

-¿No subestima usted el progreso del individualismo? ¿Están los franceses dispuestos a aceptar que el Estado se entrometa en cuestiones como los nombres de pila de sus hijos?

- En primer lugar, el Covid ha demostrado que cuando el Estado quiere, puede romper ese individualismo e imponer medidas muy liberticidas. En segundo lugar, el Estado siempre ha interferido en este asunto de los nombres de pila, sólo que en los últimos treinta años ha dejado de hacerlo. Tienen ustedes reflejos de vuestra, de nuestra juventud, es decir, de los años 80. Después de Mayo del 68 y de los años 70, Francia entra en un proceso de "desfrancización" acelerado. Esa época ya pasó.

Hace poco leí que Ucrania ha "desrrusificado" su imaginario, sobre todo exigiendo nombres de pila ucranianos en lugar de rusos. En Islandia, los nombres islandeses son incluso obligatorios, por lo que los padres deben elegir entre una lista de 1.800 nombres para las niñas y de algo más de 1.700 para los niños. En los países de Europa del Este, se requieren nombres locales. En los países del Magreb, los nombres coránicos son obligatorios...

Cuando firmo mis libros, muchos jóvenes me dicen su nombre, casi como disculpándose. No están contentos con lo que les han hecho sus padres. Además, un nombre de pila francés es la mejor medida contra la discriminación de la que nos hablan. Si digo esto no es porque odie a los musulmanes o quiera que sean ciudadanos de segunda; al contrario, lo digo porque creo que son ciudadanos como los demás. El abuelo de Mélenchon [era español] puso a sus hijos nombres franceses y, además, afrancesó su apellido [era: Melenchón]. Léa Salamé se llamaba Hala. Anne Hidalgo se llamaba Ana María... Jamel Debbouze inscribió a su hijo como Léon, pero su padre sigue llamándole Mohamed. Todo esto es por lo tanto antropología e historia.

-¿Tiene algún amigo musulmán cercano?

- Conozco a muchos, especialmente bereberes. Mi padre tuvo toda su vida amistad con musulmanes de Argelia. En cierto modo, yo crecí con ellos.

- ¿Prohibirá el velo en todas partes? ¿No teme ver en nuestro país el equivalente invertido de la policía de la moral iraní, que obligaría a las mujeres a quitarse el velo?

- Una gran mayoría de franceses ya no quiere ver el velo en la calle y considera que es hora de actuar. ¿Por qué les choca tanto la prohibición? No puede uno andar desnudo, ni con un traje de las SS por la calle... La libertad individual no puede ser la coartada para la colonización visual y cultural del espacio público por parte de una civilización extranjera. Se nos dice que ellas son libres de vestir como quieran, pero enarbolan una religión y una civilización como estandarte. Además, Mélenchon ya lo dijo, antes de cambiar de opinión: se  auto-estigmatizan para luego reprocharnos esa estigmatización.

-¿Cómo podemos distinguir el velo como bandera política del velo que es sólo una prescripción religiosa?

- Es que me da lo mismo. Hay prescripciones religiosas que se respetan en Marruecos, Argelia y Arabia Saudita que no deberían respetarse en Francia. O Francia se convierte en un país de la Ummah, o sigue siendo Francia. Ante tal desafío, la importancia que le demos a este tipo de prohibición es muy relativa.

- ¿Prohibirá cualquier manifestación externa de la religión, incluida la católica?

- El catolicismo tiene un derecho de antigüedad, digamos tiene que tiene una preferencia cultural. Los orígenes cristianos de Francia deben enseñarse en las escuelas. Debemos conocer a Santa Clotilde, Blandine, etc. El propio Michelet dice: "¿Qué es Francia? Una conquista de la Iglesia". ¡Esto es magnífico!

-No se habla del antisemitismo musulmán. ¿Tiene miedo de que le consideren demasiado judío?

- Al contrario, a menudo hablo de eso. Cuando digo que los judíos de hoy se ven amenazados por gritos de "Allah Akbar" y no por gritos de "Heil Hitler", digo que no deben equivocarse de enemigo. También creo que el antisemitismo magrebí es una faceta del odio contra Francia. Se equipara al judío con Francia. Además, en el Corán, el judío y el cristiano se ven metidos en el mismo saco. Nos encontramos en el contexto del conflicto milenario entre el Islam y el Cristianismo. Hoy en día, la civilización islámica está a la ofensiva en términos demográficos, domina a la civilización cristiana y occidental, que está en retroceso después de haber estado en expansión.

-A menudo elude las preguntas sobre su origen judío. Bernard-Henri Lévy  escribe que usted "pisotea todo lo que es la moral en el legado judío de Francia, la responsabilidad frente a los demás...". En resumen, le acusa de ser un traidor a su identidad. ¿Qué opina de esto?

- Lo que dice BHL es digno de la prensa antisemita del periodo de entreguerras. Me condena a un arresto domiciliario étnico y religioso. Me reenvía a mis orígenes para explicarme lo que debo decir y pensar. Considero que soy ante todo un ciudadano francés, le guste o no a él. Me presento ante el pueblo francés, al que amo y al que considero en peligro de muerte. BHL, en cambio, actúa en pro del comunitarismo. ¿Qué proyecto propone a los judíos? ¿Seguir acogiendo a inmigrantes? No creo que sea muy popular entre los suyos...

-Si el CRIF [Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia] le invita, ¿acudirá?

- Por principio, me opongo a cualquier forma de manifestación comunitarista, proveniente del CRIF o de cualquier otro organismo. En cualquier caso, ¡hay pocas posibilidades de que eso ocurra! El presidente del CRIF dijo, de forma escandalosa: "¡Ningún voto judío para Zemmour!". De nuevo, no creo que él sea muy popular entre los judíos...

-Si sale elegido y aplica la mitad de estas medidas -inmigración cero, prohibición del velo...-, los jueces tendrán que hacer equilibrios...

- ¡Y los franceses aplaudirán! En eso consiste la democracia. Por lo tanto, pasaremos por un referéndum. De modo más general, necesitamos una reforma constitucional que establezca que las leyes posteriores tengan primacía frente a los convenios internacionales y los tratados europeos. Es la voluntad última del legislador -y por tanto del pueblo- la que debe prevalecer. Este es exactamente el sistema que estaba en vigor en Francia antes de 1989, cuando el Conseil d'Etat [Consejo de Estado] se hizo con un poder excesivo que ningún juez administrativo anterior se había atrevido a asumir.

-Al igual que Macron, usted promete una forma de revolución. No es seguro que los franceses estén preparados para ello. Nuestra sociedad, envejecida y victimista, es más proclive a lloriquear frente a las series de televisión mientras espera que el Estado resuelva sus problemas que a morir por Chateaubriand. El "poder adquisitivo" es nuestro código.

-Que no se equivoque nadie; los franceses son un pueblo eminentemente político y están descontentos de que Europa y los jueces les hayan confiscado el poder, y por eso rechazan las cabinas de votación [en Francia son obligatorias para evitar que el elector vote presionado por la mirada ajena]. Sienten, si bien confusamente, que Francia arrostra un futuro pero que no tiene porvenir. ¡En esto es en lo que debemos trabajar!

- A base de rechazar la sensiblería, a veces demuestra usted cierta insensibilidad. ¿No le importa herir  los sentimientos de algunas personas?

- Hay un texto muy hermoso en el que Richelieu enseña a Luis XIII que existen las virtudes morales del individuo y las virtudes del hombre público, del estadista. Lo que puede salvar el alma del individuo puede muy bien ser la perdición para el Estado. Voy a hacerles una confesión: yo también tengo una sensibilidad, ¡sí, tengo un corazón, como los demás! Y eso está muy bien para la vida privada. Pero más bien lo que padecemos es un exceso en el despliegue de la sensibilidad allí donde ésta no tiene cabida, es decir, en el ámbito público.

Por el contrario, debe prevalecer el interés general y, en este caso, la supervivencia de Francia. Intento pensar racionalmente y proponer medidas que estén a la altura de los retos.

- Perdone la  insistencia, pero ¿cuenta con el apoyo popular para esto? A usted los franceses en concreto le importan un bledo, lo que te gusta es una abstracción llamada Francia.

- Esto es un lugar común que me parece tan ridículo ¡y tan periodístico...! ¿Por qué me escuchan los franceses? ¿Por qué me leen? Porque mis temas de predilección tienen un gran impacto en sus vidas. La inmigración ha provocado desplazamientos masivos de la población de las "banlieues" hacia la Francia periférica, la inseguridad galopante crea una ansiedad diaria en todos los padres, el pedagogismo ha hecho que nuestra escuela se desplome en las clasificaciones mundiales, el libre comercio desenfrenado ha acabado con nuestras industrias y los puestos de trabajo que las acompañan. Desde hace treinta años hago las mismas constataciones, que ahora comparten casi el 70% de los franceses. Es hora de aportar las soluciones valientes que se requieren.

- Al igual que Emmanuel Macron, está creando un partido que en realidad no lo es. ¿Es su modelo para llegar al poder?

- En Marche es un modelo que permitió a Emmanuel Macron tomar el poder menos de un año después de su creación, lejos del modelo tradicional de los viejos partidos establecidos como el Partido Socialista o Les Republicains [Gaulistas y democristianos].

- Usted se considera un sucesor de De Gaulle, pero a sus adversarios y a algunos de sus amigos les gusta compararle con Trump. ¿Esto le irrita?

- Donald Trump consiguió unir a las clases trabajadoras y a la burguesía patriótica. Esta es la estrategia correcta. También reconozco que ha tenido buenas intuiciones políticas (sobre la globalización, China, la inmigración) y que ha mantenido sus compromisos durante su mandato, a pesar de la doxa. Esta es la razón por la que su electorado no lo haya abandonado en cuatro años. En el fondo, es bastante sencillo: sólo tienes que hacer lo que dijiste que harías y no renegar de ti mismo. Dicho esto, no soy un fan de su estilo y soy muy diferente a Donald Trump: yo no vengo de la telerrealidad y llevo más de treinta años inmerso en la vida política de mi país. Yo prefiero los libros y él, sin duda, la televisión. Yo soy un hombre de ideas, él era un empresario: no es lo mismo.

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[EN EL POST ANTERIOR LA PRIMERA PARTE DE LA ENTREVISTA A ZEMMOUR]

"Éric viene del escandinavo Erik o Eirikr" /"¿Ah sí? Menuda cara de gilipollas se me pone"

lunes, 6 de diciembre de 2021

Zemmour el identitario (primera parte)

Entrevista en dos partes con el candidato sorpresa (y con viento de cola) a la Presidencia de Francia, Éric Zemmour de Elisabeth Lévy (directora de Causeur) y Gil Mihaely

Aquí  la primera parte en V.O. 


Y aquí en una tradu exprés:

"Tiendo la mano a los musulmanes que se asimilan"

El rechazo a la inmigración masiva y la consiguiente islamización es el pilar central del discurso de Éric Zemmour. Según él, detener los flujos migratorios es un primer paso necesario para "reafrancesar" Francia. Y es urgente: ya estamos en guerra civil. Sintiéndose apoyado por la mayoría de los franceses, "un pueblo eminentemente político", Zemmour cuenta con la unión de las clases trabajadoras y de la burguesía para incorporar a los patriotas a su causa.

Causeur. Los estudios demuestran que la mayoría de los musulmanes franceses -el 70%, es decir, varios millones- están en proceso, si no de asimilación, sí de integración. ¿No se corre el riesgo de que su discurso los antagonice innecesariamente? ¿No debería, por el contrario, convertirlos en sus aliados?

Éric Zemmour. Hay una distinción que me niego a hacer, la que existe entre el Islam y el islamismo, porque esta distinción pretende hacernos creer que existe un Islam moderado, un Corán moderado: esto es falso. El Islam es al mismo tiempo una religión, una relación entre el hombre y Dios, pero también es un código, la Sharía, una nación, la Umma el-Islam, o comunidad de creyentes, y una civilización. El Islam es, por tanto, un sistema completo que pretende dictar la vida a sus seguidores. Sin embargo, yo sí diferencio entre el Islam y los musulmanes, quienes, como individuos, no están obligados a seguir al pie de la letra una concepción totalitaria del Islam. Rechazo la islamización de Francia, pero no lucho contra los musulmanes como individuos. En el pasado, luchamos contra el comunismo como ideología mientras aceptábamos a los comunistas en la sociedad. Por último, lo que digo a los musulmanes no difiere de la famosa frase de Clermont-Tonnerre sobre los judíos: "Hay que dar todo a los musulmanes como individuos, pero no hay que darles nada como nación".

-Les pide que "cristianicen" el Islam...

-Les digo que pueden seguir respetando el Islam como religión, pero les pido que renuncien a formar una nación o a imponer un código en Francia. Para decirlo en pocas palabras, podemos llamar a eso "cristianizar el Islam", porque el cristianismo es una ruptura histórica que se opera en relación con la fe, con la trascendencia privada, el criterio esencial de la religión; mientras que las otras religiones son, sobre todo, un corpus de normas sociales. Además, según esta definición, hay musulmanes que sí "cristianizan" la práctica del Islam. ¿Pero acaso son tan numerosos como se dice? No lo sé. Los estudios son contradictorios. El estudio del Institut Montaigne muestra, por ejemplo, que la mayoría de los jóvenes musulmanes franceses sitúan la Sharía por encima de las leyes de la República, lo cual es preocupante...

-Más allá del tema de los musulmanes, la máquina asimiladora ya no asimila a mucha gente...

-Había asimilado relativamente bien a las generaciones anteriores, sobre todo a las oleadas que venían de Europa. Pero "el Islam está cambiando las reglas del juego", según la expresión de Michèle Tribalat. Con la llegada de los inmigrantes musulmanes, mucho más alejados de nuestra cultura de lo que lo estaban los italianos o los españoles, la máquina asimiladora se gripa. Hoy en día, se han multiplicado en nuestro país los enclaves extranjeros en los que no imperan ni la ley ni las costumbres francesas, tal y como muestra la película Bac Nord. Esos famosos "territorios perdidos por la República" se han convertido, en veinte años, en "territorios conquistados" por el Islam, colonizados por una civilización extranjera. 

Los musulmanes deben elegir entre estos dos modelos. Sus padres, sus abuelos, o ellos mismos, huyeron de tierras islámicas, en particular porque ya no podían soportar los efectos más nocivos de esa civilización, ¡así que yo no entendería que quisieran reinventarla aquí! Y sin embargo, esto es lo que está ocurriendo. El Estado debe encarar a los musulmanes con sus responsabilidades y yo no prejuzgo cuál será su respuesta. Hay que restablecer los criterios y la obligaciones de la asimilación anterior. Los que opten por la asimilación al estilo francés serán bienvenidos y nuestros compatriotas. En realidad, yo estoy tendiendo la mano a los musulmanes.

-Usted habla del Islam como una realidad ontológica, incluso metafísica, inmutable y no como un fenómeno histórico. También el judaísmo es una "religión mundial", un conjunto de normas, estatutos sociales y jurídicos. Pero es cierto que se reinterpretan constantemente.

-Esto es así, sólo que en Francia Napoleón pidió a los judíos que eligieran. Y los judíos eligieron el modelo "israelita", que consistía en "cristianizar" la práctica religiosa circunscribiéndola al ámbito privado. No pido otra cosa a los musulmanes. Pido al Islam discreción en el espacio público. Ni minaretes, ni velos, ni chilabas. No tenemos que saber quién es musulmán y quién no. Los judíos han respetado esta discreción... Hoy, incluso se ven obligados a hacerlo por su propia seguridad.

-En contra de la creencia popular, los judíos esquivaron las exigencias más difíciles de Napoleón (por ejemplo, un determinado porcentaje de matrimonios mixtos) antes de tardar décadas en inventar el "israelismo".

-No obstante aceptaron que los soldados judíos de la Grande Armée no tuvieran que comer kosher. También aceptaron los nombres de pila franceses. En cualquier caso, tenemos muchas armas a nuestra disposición, pero nos falta la voluntad. En primer lugar, debemos detener los flujos migratorios. Este es un requisito esencial porque se asimila a individuos, pero no a pueblos. En esta perspectiva, hay que suprimir todos los derechos automáticos: la reagrupación familiar, el derecho de asilo, el derecho del suelo (ius soli), incluso los permisos de residencia de diez años renovables automáticamente. A los parados de larga duración extranjeros no se les debe renovar el permiso. El atractivo social de Francia debe cesar y hay que reservar la solidaridad para los franceses. Estoy seguro de que, de este modo, el número de candidatos a la acogida en Francia disminuirá drásticamente. En definitiva, tenemos que dejar de acoger a los que vienen y asimilar a los que se queden.

-Usted va más allá con su "inmigración cero". ¿También quiere frenar la llegada de estudiantes extranjeros?

-Quiero que no haya un derecho automático de acogida en Francia. Por lo tanto, los elegiremos caso por caso, y no en masa, como hoy. En realidad, son los propios inmigrantes los que deciden actualmente nuestra política migratoria, gracias a los derechos que les concedemos: el derecho a la reagrupación familiar, el derecho a venir a estudiar, a trabajar, a solicitar asilo y, de hecho, a quedarse aunque su solicitud sea rechazada... Para la reagrupación familiar y el matrimonio con extranjeros, ya no debería haber un derecho automático, sino una solicitud que se presentara al prefecto [delegado del Gobierno], que decidiría caso por caso. En cuanto al derecho de asilo, las solicitudes ya no deberían cursarse en suelo francés, sino en el extranjero, directamente en los consulados franceses, y todos los que no respeten esta norma serán considerados como inmigrantes ilegales.

-¿No es la formación de los estudiantes parte de la influencia y del "soft power" de Francia?

-La formación de estudiantes extranjeros forma parte de la influencia de Francia cuando los estudiantes son brillantes y vuelven a su país, mejor formados, una vez que obtienen su diploma francés. Esto no es exactamente lo que ocurre hoy en día... excepto con los extranjeros europeos. En realidad, si tenemos que detener estos flujos es porque el sistema está siendo desnaturalizado. En general, asistimos a una carrera de velocidad entre la demografía y la política. En cuanto África tenga 2.000 millones de habitantes y Europa entre 400 y 500 millones, el desbordamiento africano acabará llegando a nuestros países. O bien lo aceptamos, como Macron; o bien decimos que no y bloqueamos a todas las masas.

-Marine Le Pen no dice nada diferente...

-Marine Le Pen ha pronunciado varios discursos sobre la inmigración. Pero ella no impone ninguno de ellos. Entendí quién era realmente en 2017, cuando un año y medio después del atentado del Bataclan habló del euro en lugar de insistir en el tema de la migración y la identidad. Con esto queda todo dicho. Hoy habla de la inmigración porque yo estoy aquí, pero su proceso de "desdiabolización" ha llegado muy lejos. Llevo unos días escuchando el nuevo ángulo de ataque del RN, según el cual la cuestión de la migración pasaría a un segundo plano frente a la cuestión del poder adquisitivo. No lo comparto. Dicho esto, yo no me defino en relación al partido RN y a su líder Marine Le Pen. Ella dice y hace lo que quiere. Yo me planteo la cuestión del destino de Francia. Realmente creo que está en peligro de muerte. Si la ley de la demografía se impone, seremos, en el mejor de los casos, un Líbano en grande. Estoy encantado de que el rumor de mi candidatura permita plantear por fin esta cuestión existencial, totalmente ausente en la campaña de 2017. [El día de la entrevista aún no era oficial su candidatura]

-Incluso los que comparten su diagnóstico temen una guerra civil. Tienen miedo de que usted someta el país a fuego y sangre. ¿Cómo puede tranquilizarlos?

-¡Pero si la guerra civil ya está aquí! Cuando se degüella a un profesor en medio de la calle, yo llamo a eso guerra civil. Cuando una mujer policía es asesinada en una comisaría, yo lo llamo guerra civil. Cuando un sacerdote es asesinado en su iglesia, lo llamo guerra civil. Chevènement, hace unos años, habló de "guerra civil de baja intensidad". Bueno, ya estamos en una guerra civil y cada vez hay más ruido. La guerra civil es un proceso extremadamente largo, no ocurre de la noche a la mañana. En Francia, antes de la noche de San Bartolomé, hubo décadas de enfrentamientos, de guerra latente, de incidentes aislados aquí y allá. Todo esto tarda en cristalizar. Este proceso ya ha comenzado, y debe ser detenido inmediatamente. Soy lo contrario al "candidato de la guerra civil", porque soy el único que la ve y quiere detenerla. Pero hay dos maneras de detenerla: ganándola o cediendo, con la paz o con el pacifismo. No soy pacifista, yo quiero la paz, pero sólo podemos conseguirla por la fuerza. La fuerza del Estado no es la guerra civil, es el regreso del orden. Como decía Péguy: "Sólo el orden crea libertad, el desorden genera servidumbre". Hoy estamos en el desorden, y por lo tanto en la servidumbre, porque nuestros líderes han sido pacifistas durante cuarenta años.

-¿Se logrará esta vuelta al orden mediante la violencia?

-Voy a repetirme: ¡la violencia ya está ahí! No pasa una semana sin que la Policía sea objeto de lanzamiento de proyectiles, fuego de mortero e insultos en las "banlieues" de Francia. ¿Hasta cuándo deberemos aceptar esta violencia? Me recuerda la frase de Churchill tras el Acuerdo de Múnich... La vuelta al orden requerirá firmeza. Sólo restaurando la autoridad del Estado, restableciendo el monopolio de la violencia legítima del Estado, evitaremos la violencia indiscriminada. Vuelvo a las matanzas de la San Bartolomé: no fueron el inicio de una política de "limpieza religiosa", sino ante todo la explosión de una violencia indiscriminada provocada por la debilidad de un Estado monárquico que no había sido capaz de frenar la espiral de guerra civil que vivía Francia desde hacía una década. Al no atreverse a someter al "Estado dentro del Estado" en que se había convertido la comunidad protestante, con sus oficiales militares, sus plazas fuertes y su sociedad paralela, el Estado monárquico abrió la caja de Pandora del odio entre católicos y protestantes franceses. Una tarea [de sometimiento] que Richelieu finalmente sí llevó a cabo con el asedio de La Rochelle medio siglo después.

-Más fácil decirlo que llevarlo a la práctica... Para usted, ¿hay una distinción entre ciudadano de la República Francesa, titular de un pasaporte y miembro de la nación francesa?

-Cuando eres francés, eres francés, vengas de donde vengas, y no parece que quieras volver por la fuerza al país del que procedes. Así que lo digo claramente para los que me atribuyen ciertas posturas: no voy a "desnaturalizar" ni a hacer "reemigrar" a los franceses. Los franceses que sólo tienen la nacionalidad francesa son intocables y no es deseable ni posible enviarlos a otro lugar. Este razonamiento se aplica a todos los franceses, tanto si han nacido franceses como si han adquirido la nacionalidad por naturalización. No hago distinción alguna entre ambas categorías.

A partir de ahí, hay que diferenciar entre los extranjeros que no tienen la nacionalidad francesa y los que tienen la doble nacionalidad. En cuanto a los extranjeros que residen en nuestro territorio, no todos tienen por qué permanecer en Francia. Un país soberano tiene el derecho y el deber de elegir quién entra en su territorio y quién permanece en él. Por ejemplo, cuando un extranjero supone una amenaza para la seguridad de los franceses -por ejemplo, si está clasificado en la lista S-, no debería tener derecho a permanecer en el país. Los que son una carga para nuestras finanzas públicas, porque llevan demasiado tiempo en el paro, tampoco deberían quedarse: ¡imitemos a Estados Unidos en este punto! Del mismo modo, quienes cometan delitos o faltas no podrán permanecer en Francia: hay que restablecer la doble pena. Actualmente hay 17.000 extranjeros en nuestras cárceles: ¿le parece normal? Por lo que a mí respecta, deberían ser devueltos todos. Nos cuestan mucho, son perjudiciales para la sociedad. ¡Que nos dejen vivir en paz!

-Mientras tanto, para asimilar a los que están aquí, debemos plantearnos la cuestión de la identidad francesa...

-En el libro C'était De Gaulle, Alain Peyrefitte refiere una frase que, al parecer, pronunció el General durante la guerra de Argelia: "Es muy bueno que haya franceses amarillos, negros y morenos. Demuestra que Francia está abierta a todas las razas y que tiene una vocación universal. Pero a condición de que sigan siendo una pequeña minoría. De lo contrario, Francia dejaría de ser Francia. Somos ante todo un pueblo europeo de raza blanca, de cultura griega y latina y de religión cristiana". No es una mala definición.

La asimilación también tiene que ver con la filiación: "Nuestros antepasados los galos", como se repetía en las escuelas de París, Lille, Marsella, pero también en Dakar o Tananarive. No como una verdad histórica, sino como un acto de fe. Para mí, judío argelino, la asimilación es cuando puedo decir en el mismo acto de fe que Napoleón es mi abuelo y Juana de Arco mi antepasada.

En realidad, la asimilación tiene que ver con el espíritu, el sentimiento y las emociones pacientemente forjadas por una memoria común y por una misma biblioteca imaginaria de libros, películas, réplicas y referencias. Sí, asimilar significa conocer las mismas películas, haber visto las mismas telenovelas, tararear las mismas canciones, conocer los mismos dichos y refranes. Es todo lo que hace que un francés esté en pie de igualdad con otro francés.

-¿Cómo puede articularse esta definición carnal de Francia con la identidad universalista de 1789, que se ha ido renovando en nuestra historia republicana?

-El universalismo francés no nació con la Revolución Francesa, ya existía en los siglos XVII y XVIII con Descartes, Voltaire y Diderot. Incluso se podría ir más atrás: el universalismo de la Ilustración está vinculado al universalismo católico establecido por San Pablo. "Ya no habrá judío ni griego, ya no habrá esclavo ni libre, ya no habrá hombre ni mujer, porque todos serán uno en Cristo Jesús". André Suarès escribió: "Vaya o no a la iglesia, el francés lleva el Evangelio en la sangre, y los peores errores que comete llegan cuando insufla sentimientos a la política." Esta es la definición de Francia: es ante todo un país católico, y por tanto universal, pero esta universalidad es el producto de un pueblo francés que, a lo largo de los siglos, se ha constituido con la religión católica, con la cultura grecorromana. Para conciliar el lado carnal y el lado universalista, uno debe asimilarse a la cultura francesa. Eso es lo que hice yo, eso es lo que hicieron mis padres y lo que hizo mucha gente. Soy un francés "de rama" y no un francés "de raíz". Por eso creo en la asimilación. Emmanuel Macron, por su parte, dijo: "Estoy en contra de la asimilación, estoy a favor de la integración". En realidad, la integración es una antífrasis: es la desintegración. Cuando se habla de integración, sólo se habla de economía y se acaba en esa creolización tan cara a Jean-Luc Mélenchon. Pero yo no quiero que nazcan criollos: quiero que vuelvan a fabricarse franceses.

-Al escucharle, uno piensa que nuestro problema es más antropológico que religioso: la familia nuclear frente al clan y la tribu. Pero las diferencias antropológicas están desapareciendo. En la tercera generación, la tasa de fertilidad de los inmigrantes alcanza la norma francesa.

-Sólo que hay una primera generación... interminable. Cuando se analiza, por ejemplo, el estudio de France Stratégie, un organismo gubernamental, que usted misma ha publicado en esta revista, se observa que donde ha habido inmigración durante mucho tiempo también ha habido llegadas recientes. Pero para que se produzca la asimilación, los que son acogidos deben ser minoría en comparación con los que acogen. Esto nos lleva de nuevo a la cuestión de los flujos. Además, la antropología está entrelazada con la religión. El modelo familiar islámico es la antítesis absoluta del modelo francés. El rey Hassan II dijo de "sus marroquíes" que nunca serían franceses. Además, fuimos a buscar a gentes que habían sido objeto de la colonización francesa y que, por lo tanto, se hallaban en una tesitura de revancha histórica. Nuestras élites fueron criminalmente ingenuas, histórica y económicamente ignorantes. En mi libro, cuento que Jean-Christophe Cambadélis me decía siempre: "Estos querrán llevar Nikes". Ese es el horizonte de nuestras élites hoy en día. Excepto que uno no se asimila al mercado sino a la cultura francesa. Y hoy en día... llevan Nikes bajo la chilaba.

-Sin embargo, no hay problemas de asimilación con los burgueses suníes de Beirut ni con los burgueses chiíes de Teherán. Las dificultades de asimilación son un problema de gentes que vienen "de sitios perdidos".

-No, no es una cuestión social, sino una cuestión de civilización. Sea cual sea la clase social, lo importante es la voluntad de asimilarse o no a la cultura francesa. Hay taxistas bereberes que me paran por la calle y me cuentan que pusieron a sus hijos nombres de pila franceses y los enviaron a la escuela católica. Y Bin Laden era un gran burgués. Le da usted demasiada importancia al determinismo social...

-¿Qué tipo de compromiso pretende acordar con los musulmanes? ¿A qué tendrán que renunciar al asimilarse? ¿Qué obtendrán a cambio?

-Les pediré que hagan exactamente lo que han hecho las generaciones anteriores de inmigrantes, es decir, que se asimilen a la cultura francesa. Para ello es necesario controlar los flujos, la cultura y las escuelas. Es absolutamente necesario recuperar una escuela en la que se integren la cultura francesa, la literatura francesa y la Historia francesa, en la que dejemos de oponer historias y memorias particulares, en la que dejemos de decir a los niños que Francia es culpable de todas las desgracias de sus antepasados. Hay que enseñarles que a partir de ahora son franceses y que deben apropiarse de los ancestros de los franceses. Ser francés es ser compatriota de Pascal y de Chateaubriand. ¿Qué puede haber más magnífico que eso?

[...]

Fin de la primera parte de la entrevista.



¡Éric.. te lo aseguro! ¿Crees que es el mejor modo de pasar desapercibido por la calle?"

jueves, 2 de diciembre de 2021

Joséphine Baker en el Panteón



Joséphine Baker, enterrada en 1975 en Mónaco, donde vivió sus últimos años desengañada de Francia, regresa a su país de adopción, en efigie.

Aquí, la emocionante  ceremonia [en vídeo YouTube] y también el discurso de entrada en el Panteón pronunciado por el presidente Emmanuel Macron, en V.O.

Y aquí una tradu exprés del discurso:


DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA CON MOTIVO DE LA CEREMONIA DE ENTRADA DE JOSÉPHINE BAKER EN EL PANTEÓN.

30 DE NOVIEMBRE DE 2021

Heroína de guerra. Luchadora. Bailarina. Cantante. Una mujer negra que defiende a los negros, pero ante todo una mujer que defiende a la raza humana. Americana y francesa. Joséphine Baker libró tantas batallas con libertad, ligereza y alegría. Fulgurante de belleza y lucidez en un siglo de extravíos, tomó las decisiones correctas en cada momento crucial de la Historia, tomó las decisiones correctas, distinguiendo siempre las Luces frente a la oscuridad.

Y sin embargo, nada, nada de todo esto estaba escrito.

Saint-Louis, 1906. 

Nacer de madre lavandera y padre desconocido. Vivir en una choza con el techo agujereado. Con sólo ocho años, servir a una familia blanca y rica para alimentar a su familia negra y pobre. Ser golpeada, objeto de abusos. Huir. Asistir impotente a los disturbios raciales y su retahíla de asesinatos.

Casarse a los13 años. No rendirse. Bailar, bailar para vivir, vivir para bailar.

En St. Louis, en Nueva Orleans y luego en Filadelfia, hechizar al público con su energía y humor.

Llegar a Broadway, el teatro de todas las posibilidades, y conocer a Caroline Dudley, creadora de revistas en Europa. Y hacer que se levanten todos los telones, que se abran todas las puertas, que caigan todas las barreras.

París, 1925. Cuando Joséphine Baker llega a Francia, París era una fiesta. Todavía no tenía 20 años. Los locos Años Veinte. Años de baile y música. Años de noches y ebriedad en las que Joseph Kessel se sumerge sin saber que un día escribirá el Canto de los Partisanos [que se ha cantado en la ceremonia].

Si en esta Francia dividida entre la sed de libertad y los prejuicios coloniales se distingue la chica de Saint-Louis es porque inventa, a partir de la famosa velada del 2 de octubre de 1925 en el Théâtre des Champs Elysées, un número musical que va más allá de las contradicciones francesas de la época. ¿Deciden los creadores de la Revista Nègre imaginar una danza del vientre para ella, una fantasía de exotismo salvaje? Ella lo encaja, pero baila hinchando las mejillas y separando al máximo sus rodillas, de modo que lo cómico pronto distrae de lo sensual. ¿Se le pide que baile desnuda con un simple cinturón de plátanos dorados? Ella lo consiente, pero rebaja el erotismo del baile con muecas, bizqueo de ojos y gestos espasmódicos, barriendo así los tópicos con un golpe de cadera y mofándose del imaginario negro con sus burlonas miradas. Joséphine Baker hace suyos todos esos estereotipos. Pero los sacude, los golpea y los convierte en algo sublimemente burlesco. Es un espíritu de la Ilustración que ridiculiza los prejuicios colonialistas al son de Sidney Bechet.

El triunfo es inmediato. Folies Bergères, la mítica escalera del Casino de París, escenarios de todas las capitales europeas: las danzas sincopadas de la Perla Negra, contrapunto insolente al bajo continuo del racismo, hechizaron a Francia y pronto a toda Europa a una ritmo sin precedentes.

Un día cantante de los éxitos de Vincent Scotto, al otro día actriz convertida en Zouzou y dándole la réplica a Jean Gabin, más adelante recorriendo los Campos Elíseos al volante de un cabriolet descapotable cubierta de pieles de serpiente ¡y con un guepardo de copiloto...!

En brazos de un hombre una noche, en brazos de una mujer la noche siguiente, ella es la que tiene "dos amores". En pocos años, Joséphine Baker forjó su leyenda. Se impuso en el escenario, impuso su libertad y entró en el imaginario y la intimidad de los franceses. Por su actitud despreocupada, pero nunca inconsciente, su coraje siempre alegre, esa ligereza entreverada de tristeza de los que ya lo han vivido todo, la refugiada americana en París se convierte en la encarnación del espíritu francés y en el símbolo de una época.

Crèvecœur-le-Grand, en la región de Oise, 30 de noviembre de 1937.

Hace hoy ochenta y cuatro años, Joséphine acababa de regresar de una difícil gira por Estados Unidos. La segregación es allí más severa que nunca. Se casa con Jean Lion y se convierte oficialmente en ciudadana francesa. "Los franceses me lo han dado todo. Estoy dispuesta a ofrecerles mi vida hoy": Joséphine Baker no consideraba su nueva nacionalidad como un derecho sino sobre todo como un deber, una conquista de todos los días. Así, se dedicó por completo a su nueva patria y a la defensa de sus valores. En 1938 se convirtió en una activista inquebrantable de la Liga Internacional contra el Antisemitismo. Más adelante, oficial del Ejército del Aire, sirviendo como enfermera en acciones organizadas por la Cruz Roja. En la Línea Maginot dio conciertos memorables para subir la moral de las tropas. Mientras la Blitzkrieg de la Alemania nazi espeluznaba a toda Europa, Joséphine Baker no quiso quedarse de brazos cruzados.

Cambió el fulgor de las candilejas por la llama de la Resistencia; se convirtió, incluso antes del 18 de junio de 1940 [el famoso llamamiento de De Gaulle a resistir], en "honorable corresponsal". Sirvió a su nuevo país, arriesgando la vida. Protegió a los combatientes de la Resistencia y a los judíos en su propiedad de Milandes, transformada en emisora de radio; recibió, enferma en su cama de hospital en Casablanca, a todos los oficiales franceses de la Francia libre que había en el Magreb; viajó por África y Europa para transmitir información confidencial escrita con tinta simpática en sus partituras o escondida en sus vestidos; cruzó el desierto en jeep para animar a los soldados que se preparaban para el desembarco en Provenza. Joséphine desempeña un papel tan decisivo que se le concede la medalla de la Resistencia. Por encima de cualquier otra distinción, la insignia que prefería es una pequeña cruz de Lorena en oro recibida de manos del General de Gaulle en 1943, y que acabó vendiendo por donar el dinero a la Resistencia.

Luego, en 1961, llegan la "Croix de Guerre"  y la "Légion d'Honneur", otorgadas por el General Valin. Esta es Joséphine: un combate por la Francia libre. Sin cálculos. Sin buscar la gloria. Entregada a nuestros ideales.

Washington, 28 de agosto de 1963. Siendo un icono adorado después de la Liberación, como tantos otros podría haberse acomodado en su celebridad. No fue así. Joséphine Baker, ataviada con el uniforme de las Fuerzas Aéreas, se dirigió a los miles de activistas de los derechos civiles que esperaban el discurso del reverendo Martin Luther King. Ese día, que ella describía como "el mejor de mi vida", fue la culminación de una larga lucha. Mientras se encaminaba al atril tal vez recordó a la niña castigada por sus profesores blancos por romper un plato y que vio sus manos escaldadas; o pensaba en esos mismos días en los que, incluso a ella, la estrella, se le prohibía la entrada en los hoteles de Estados Unidos. O en esa misma tarde, bajo la mirada de Grace Kelly -quien nunca la olvidó-, cuando se le había negado el servicio en el Club Storck, gran restaurante de Nueva York; o en el distrito de Harlem, que en 1951 organizó un Día Baker en su honor para agradecerle que abriera a los negros sus conciertos. O en los miles de mujeres y hombres que habían acudido a la ciudad para apoyarla. Los miles de mujeres y hombres que se unieron a su combate. Así que cuando Josephine Baker comentó su próxima invitación a la Casa Blanca, ciertamente recordó todo esto, y declaró ante la multitud: "No es la mujer de color -la negra- la que va a ir allí, sino una mujer".

Joséphine Baker no defendía un color de piel, defendía una determinada idea del ser humano, e hizo campaña por la libertad de cada individuo. Su causa era el universalismo, la unidad del género humano. La igualdad de todos antes que la identidad de cada uno. La hospitalidad para todas las diferencias unidas por la misma voluntad, la misma dignidad. La emancipación contra la asignación a una identidad determinada. Con este bagaje, ante el Lincoln Memorial, con la medalla de la Resistencia luciendo en la solapa, era más francesa que nunca. Infinitamente justa. Infinitamente fraternal. Infinitamente francesa.

¡Y que nadie cuestione o soslaye su lucha universal! No fue una lucha para afirmarse como negra antes que definirse como americana o francesa; no fue una lucha para afirmar la irreductibilidad de la causa negra, no. Era una lucha por ser ciudadano, libre, digno. Completamente. Decididamente.

Dordogne, 15 de marzo de 1969. A pesar de las repetidas giras, a pesar de la valentía y el llamamiento en televisión de Brigitte Bardot, a pesar del apoyo de generosos donantes, Joséphine Baker se ve desalojada de su célebre propiedad en el Périgord Noir: el Castillo de Milandes. Lejos de las plumas y las lentejuelas, se refugió con sus hijos en París antes de trasladarse al Principado de Mónaco, donde la Princesa, una vez más, se convirtió en su protectora, y le ofreció asilo y la alojó generosamente a ella y a toda su familia. Ese día de marzo de 1969 no sólo se despidió de un enraizamiento, del paisaje que tanto amaba, de su "Castillo en la Luna" que había adorado y ocupado durante más de treinta años; dijo asimismo adiós a un sueño loco, el de crear en Milandes un "colegio de la fraternidad universal" donde quería enseñar a los niños de todo el mundo la tolerancia, el laicismo, el gusto por la igualdad y la fraternidad. Aunque este colegio nunca vio la luz, la adopción junto a Jo Bouillon de 12 niños -Akio y Teruya de Japón; Luis de Colombia; Jari de Finlandia; Jean-Claude, Moïse y Noël, de Francia; Brian y Marianne, de Argelia; Koffi, de Costa de Marfil; Tara, de Venezuela; y Stellina, de Marruecos; sí, la adopción de estos 12 niños, una familia, le permitió a Joséphine Baker demostrar ante el mundo que los colores de piel, los orígenes, las religiones no sólo podían coexistir sino que podían vivir en armonía. Sus hijos estáis aquí con nosotros esta tarde. Fieles a sus sueños. Su "tribu arco iris", como os llamaba, sois el más bello de los manifiestos humanistas. Epifanía del universalismo en el que ella tanto creía.

Joséphine Baker dejó la vida al mismo tiempo que dejó el escenario, unas horas después de la segunda función de una revista dedicada a su vida. Fue en el teatro Bobino, en el corazón del barrio de la Gaité, ["gaité" en francés significa alegría]... un nombre que le sentaba tan bien... Unos días después, el 15 de abril de 1975, miles de parisinos recorrieron la rue Royale para acompañar su féretro, ya cubierto de azul-blanco-rojo, hasta la Iglesia de la Madeleine donde Francia despide a sus artistas.

Hoy, seguimos aquí, y con los mismos colores azul, blanco y rojo. Para que forme parte de nuestro Panteón. Así que esta tarde Joséphine Baker entra aquí junto a todos esos artistas que la acompañaron, todos esos artistas que amaron el jazz, la danza, el cubismo, la música y la libertad de aquellos años. Entra aquí con todos los que, como ella, vieron en Francia una tierra donde vivir, un lugar donde dejar de soñar con estar en otra parte, una promesa de emancipación.

Entra aquí con todos aquellos que eligieron Francia, que la amaron y la aman, carnalmente; que la vieron tambalearse y siguieron amándola, que la vieron caer de bruces y lucharon por levantarla. Franceses por la sangre derramada, las batallas libradas, el amor entregado.

Ella entra aquí para recordarnos a todos, para recordarnos a nosotros mismos, algo que a veces ponemos tanto empeño en olvidar: la inasible belleza de nuestro destino colectivo: nosotros, que somos una nación de combate, fraterna, que somos la nación que deseamos, que merecemos, y que sólo es ella misma cuando es grande e intrépida.

Joséphine Baker, estás entrando en nuestro Panteón y un viento de fantasía y audacia te acompaña.  Sí, por primera vez entra también aquí cierta idea de libertad, de la fiesta.

Entras en nuestro Panteón porque amaste a Francia, porque le mostraste un camino que era verdaderamente el suyo pero del que, sin embargo, dudaba. Entras en nuestro Panteón porque, nacida americana, no hay nadie más francés que tú.

Y si mientras al final de tu carrera, adaptando la letra de tu mayor éxito, proclamabas: "Mi país es París" cada uno de nosotros tararea esta tarde un estribillo que suena como un himno al amor: "Mi Francia... es Joséphine".

Viva la República.

Viva Francia.

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