sábado, 27 de febrero de 2021

Unos años antes


          Hélène Devynck y Emmanuel.-

                                                                                                                


El 21 de febrero de 2013 Hélène Devynck dio esta entrevista sobre ella en relación con la escritura de su entonces marido Emmanuel Carrère.

Aquí en V.O.


Aquí debajo una tradu exprés. 


"Si se lo diera a leer a alguien antes que a mí, sería terrible"


Hélène Devynck es la esposa de Emmanuel Carrère y lee las obras de su marido antes de que nadie lo haga.

Por Raphaëlle Rérolle


Un "inmenso regalo": así recibe Hélène Devynck los manuscritos de Emmanuel Carrère, su marido, cuando se los entrega. Antes que a nadie. Este papel de primera lectora es muy importante para ella. "Si se lo diera a leer a alguien antes que a mí, sería terrible. Como si me engañara", dice esta periodista que trabajó durante mucho tiempo en LCI, luego en i-Télé, y que ahora dirige una empresa de consultoría.


TIEMPO PARA SU FAMILIA

El momento es "muy ritualizado y muy emotivo", nos cuenta. Llega después de un período más o menos largo de escritura, durante el cual Emmanuel Carrère trabaja en su rincón, sin que ella sepa exactamente sobre qué. Conoce, eso sí, el tema y considera que algunas de sus conversaciones están "orientadas" según el libro en curso, pero aparte de esto, no mucho más. Ella no se siente absolutamente excluida durante estos períodos: "Las horas en las que se encierra a trabajar son como un diferido para mí. Sé que al final veré el resultado. Y entonces tendré la cronología de todos los días que pasó en su despacho". Por cierto, le atribuye el mérito de sacar tiempo para la familia, pase lo que pase, y por muy "productivo, o muy seco y ansioso" que esté. Según ella, es "de una gran delicadeza al respecto".


"ES IMPORTANTE LA ADMIRACIÓN"

Cuando llega el momento, él la advierte de que le va a enviar un mensaje. No el mismo día, sino uno o dos días después. El manuscrito aún no está completamente terminado, por lo que podrá hacer sugerencias. Sin embargo, ella enseguida empieza a "ponerse nerviosa": "Tengo mucho miedo de que no me guste, lo cual sería terrible. Algo que, afortunadamente, ¡nunca ha ocurrido! Es como si él diera una voltereta: no me gustaría que se cayera de espaldas. Como es el hombre al que amo, quiero que me guste lo que me manda. Es importante la admiración. Si él lo hiciera mal, yo podría decirme que me he equivocado".

Durante el tiempo de la lectura, la tensión es grande. "¡Ni nos atrevemos a mirarnos!", dice riendo. Luego vienen los comentarios. "Cree que tengo buen oído. Sé cuando el texto suena justo. Para Una novela rusa, le sugerí que modificara el último capítulo, que originalmente era mucho más negro y desesperado que en la versión final. Le dije que ya no correspondía a su estado de ánimo actual. Que debía decirle a su madre que la quería". Y él le hizo caso.


"TAMBIÉN ES SU VIDA"

Sin embargo, su posición como cónyuge sería muy diferente si viviera con un escritor de ficción. Y es que Emmanuel Carrère evoca esencialmente personajes y situaciones que han existido. En De vidas ajenas habla de la hermana de Hélène Devynck, que murió joven de cáncer. "Una semana después del entierro, me dijo: 'Me ocupé de mi familia en Una novela rusa, ahora voy a ocuparme de la tuya'. Si le hubiera dicho que no, no lo habría hecho. Pero también es su vida, no sólo la mía".

De todos modos, ella "confía" en él. Pero, en retrospectiva, sigue teniendo un temor: "Tengo mucho miedo de que las palabras de Emmanuel invadan mis recuerdos y los distorsionen. Mis propias imágenes son inevitablemente diferentes. Pero un texto, por muy rico y bello que sea, siempre es más pobre que la vida real". 

¿Qué ha pasado, en definitiva? ¿El texto se impone a los recuerdos? 

"Me pregunto si no tiene ese efecto, sí".


Raphaëlle Rérolle


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"El amor es el infinito al alcance de un caniche" E.M. Cioran



viernes, 26 de febrero de 2021

"No quiero ser escrita"

 

                     Hélène Devynck y Emmanuel.-


Entrevista con Hélène Devynck,  exesposa de Emmanuel Carrère y el porqué del contrato para no "ser escrita" por su exmarido.


Aquí en V.O.


Aquí una tradu exprés.


Polémica en torno a Yoga de Emmanuel Carrère: "No quiero ser escrita en contra de mi voluntad", afirma Hélène Devynck.

La periodista detalla sus razones para negarse a aparecer en el último libro de su exmarido.


Entrevista realizada por Béatrice Gurrey


La periodista y escritora Hélène Devynck retoma la disputa entre ella y su exmarido, el escritor Emmanuel Carrère, por el último libro de éste, Yoga (P.O.L., 380 páginas, 22 euros), escrito en el momento de su separación y en el que ella no quiso aparecer.


-Cuando su divorcio en marzo pasado con el escritor Emmanuel Carrère, usted deseó que se estableciera un contrato jurídico para que no apareciera sin su consentimiento en sus novelas de "autoficción". ¿Por qué quería esto?


Para protegerme. Soy un "personaje" experimentado, educado por años de práctica. Mientras tuve una relación con Emmanuel Carrère, es decir, durante quince años, trabajé en todos sus libros, sus guiones, sus artículos. Mi marido encontró "un oído absoluto" en mí para la exactitud del texto y para la imagen que daba de sí mismo. En el caso de Una novela rusa, por ejemplo, una de las versiones terminaba en suicidio. Le sugerí que cambiara este final tan oscuro por una carta de amor a su madre. De vidas ajenas cuenta la historia de la muerte de mi hermana menor y cómo mi familia atravesó esta tragedia. Confié en su talento. Él necesitaba mi juicio. A mí me parecía bien ser su personaje, que estaba animado a cuatro manos. Puesto que ya había aceptado que mi vida y mi persona fueran utilizadas en su obra, no podría legalmente haberme negado a sus libros futuros, me gustaran o no, sin este contrato de ahora.


-¿Por qué, en concreto, se negó a aparecer en su último libro, Yoga?


Nadie quiere que se le describa después de un divorcio, sin poder responder. En los últimos años, como él mismo revela en el libro, su trastorno bipolar empeoró. Escribió (y me las hizo leer) varios cientos de páginas de una violencia demencial: una literatura concebida como un arma de destrucción dirigida contra mí. Nos separamos. Me jura entonces que nunca publicará esos textos, pero sé que sus promesas sólo valen lo que vale su humor del momento. Yo quería protección legal. Incluso mientras negociaba este contrato, él seguía escribiendo y dando su versión de nuestra separación... En el periódico Libération, él cuenta que me hizo leer su manuscrito dos veces. La primera versión me asombró por su falsedad, a pesar de que afirma muchas veces en sus obras que la literatura es el lugar donde no se miente. Inmediatamente dije que yo no quería estar en esta nueva novela. No importaba cuántas veces le decía que no, que no, que no... pero él me consideraba su propiedad literaria. Podría haberme borrado por completo, como le pedí, no habría habido ningún problema. Probó con una segunda versión, peor que la primera. Finalmente, citó tres páginas de De vidas ajenas donde aparezco, con el pretexto de que estas páginas ya habían sido publicadas y que yo no podía ya legalmente rechazarlas. Por otro lado, no quiero que me obliguen a aparecer en una historia en la que no reconozco nada. No quiero ser escrita en contra de mi voluntad. Tengo derecho a la separación.


-¿Por qué reveló usted misma la existencia de este contrato?


Precisamente porque Emmanuel y su editor, durante toda la promoción del libro, hicieron como si no existiese. Como si este contrato fuera vergonzoso. Podrían haber hablado de él, no habría visto nada malo en ello. Asumo plenamente que yo quería protegerme. Vanity Fair había citado mi nombre, haciéndose eco de información falsa. Así que escribí un derecho de réplica. Era la única manera de que se respetara este contrato en el futuro: hacerlo público y explicar por qué yo no quería aparecer en el libro. Pero ¡qué no hube hecho! Un crimen de lesa majestad... Sin embargo, yo sólo había escrito 6000 espacios, mientras que el escritor y su editor tenían tribuna abierta en todos los medios de comunicación.


-¿Le ha sorprendido la acogida que ha tenido este texto?

Se ha dicho que yo lamentaba no haber sido citada lo suficiente en el libro -aunque explico exactamente lo contrario-, que no estaba lo bastante presente como para pretender ahora expresarme públicamente, que me sentía ofendida por ser una esposa engañada, que hablaba en un periódico sensacionalista, que actuaba por resentimiento... En definitiva, la banalidad del sexismo socialmente aceptado que la emprende conmigo por no haber permanecido oculta y callada. Se ha intentado infantilizarme. En algunos artículos, cuando no soy "la ex", soy "Hélène", mientras que él es "Carrère": ¡sólo tengo derecho a un nombre de pila, pero yo no conozco a esas personas! Emmanuel se presenta como una víctima a la que se impide expresar su gratitud hacia mí. Se trata de un mecanismo clásico que he aprendido a reconocer: negación de la culpa e inversión de la misma... He leído a Siri Hustvedt [novelista, ensayista, esposa del escritor Paul Auster], Chimamanda Ngozi Adichie o Toni Morrison. Sabía las formas en que mi palabra sería descalificada. Era como si el personaje no tuviera voz, no existiera humanamente. El escritor no es juzgado con el mismo rasero que su personaje por la sociedad francesa. Por eso he dudado mucho antes de concederle a usted esta entrevista. Un escritor famoso y, además, enfermo, es sagrado, intocable. Sin embargo, el aura del autor debería obligarle a ser más exigente.

-¿Ser un personaje, por tanto, sería someterse a una forma de dominación en nombre del arte?


Puede ser un placer ofrecerse, ¡siempre que se consienta! Pero el problema de todos los personajes descontentos con serlo es la colonización psíquica. Estar atrapado en un objeto limitado y reducido dibujado por otro te invade y puede dañar tu propia identidad. Por mucho que digamos que el personaje y la persona no se fusionan, la palabra escrita fija, hiere y aprisiona. La literatura puede ser violenta, abusiva, reductora, perversa. Afortunadamente, existen, en algunos casos, formidables magistrados para restablecer el derecho de los personajes a existir [como personas]. Sin el contrato, estaba derrotada, negada, cosificada, vampirizada para siempre, y yo lo sabía. El derecho a no querer seguir siendo escrita por el autor cuando el amor y la confianza ya no existen, eso es lo que he conquistado.


-¿Es "escribir al otro" la única forma de dominación?

Hay otra forma de dominación que proviene de una larga tradición literaria de mujeres escritoras. Hacen, como yo, un trabajo que a menudo es inseparable del trabajo del artista, editor, asesor literario, asistente... Mientras yo era invisible y gratuita, todo iba bien...


Béatrice Gurrey


jueves, 25 de febrero de 2021

La gestión de la diferencia






¿Es el racismo unidireccional, esto es: de los blancos hacia el resto? João Cerqueira nos lo ilustra.


Aquí en V.O. portuguesa


Y debajo una tradu exprés.

Sólo lo blancos son racistas, de Joana Cabral a Niall Ferguson


por João Cerqueira


En el año 2000 participé en el acto más importante en las relaciones entre Portugal y Brasil desde el Grito do Ipiranga [así se conoce a la declaración de independencia de Brasil proclamada por el entonces príncipe portugués Pedro I de Brasil el 7 de septiembre de 1822]. Junto con un amigo, se me encomendó una delicada misión: entregar un bizcocho de la pastelería de Manuel Natário -el gran maestro pastelero de las bolas berlinesas- al escritor Jorge Amado en su casa de Rio Vermelho, en Salvador de Bahía. Eran grandes amigos, y la gula su pasión común. Y así fui de mi Viana do Castelo hasta Salvador de Bahía con un bizcocho bajo el brazo. Hoy, el dulce sería inspeccionado por la seguridad del aeropuerto y tal vez llegaría sólo una rebanada.

A pesar de estar bastante debilitado Jorge Amado, él y su esposa Doña Zélia nos recibieron con gran simpatía y humor: "Han llegado los emisarios de Manuel Natário", anunció Doña Zélia al abrir la puerta. En aquel inolvidable encuentro, Jorge Amado me regaló, dedicados, los tres volúmenes de Las entrañas de la libertad y El caballero de la esperanza. Era mi primera visita a Brasil y tuve la impresión -influido también por los libros del escritor, unas cuantas caipirinhas y algunas morenas- de que en Salvador había una rara armonía racial.

Recuerdo el encuentro a raíz de las declaraciones en televisión de la líder de SOS RACISMO, Joana Cabral, afirmando que no hay racismo por parte de los negros contra los blancos, y por tanto tampoco contra las demás "razas". Pensé en el tribalismo africano y en la masacre de hutsis por parte de tutsis en Ruanda -"matar cucarachas" era el lema-, o en la situación de apartheid de los intocables en la India y en la violencia actual contra los blancos en Sudáfrica. Y también pensé en la segunda vez que estuve en Salvador, cuando tuve una experiencia racial que contradijo mi primera impresión del viaje con el bizcocho.

Una tarde, fui, solo, desde la playa de Stella Maris -cerca de la Itapuã de la canción de Vinicius de Moraes- hasta el centro de Salvador en autobús. Entonces, en un momento dado, un grupo de chicos y chicas negros se subieron al vehículo y, mientras daban patadas a las puertas empezaron a gritar insultos contra los blancos: "¡El blanco no es una raza, los blancos deberían pagar impuestos...!", etc. Siendo yo el único caucásico allí, y como estaban casi encima de mí y me miraban fijamente, pensé en ese momento que era realmente a mí a quien iban dirigidos aquellos insultos racistas.

Sin embargo, después de escuchar a Joana Cabral finalmente me di cuenta de que era yo el que había sido racista. Mis prejuicios raciales y mi herencia histórica colonialista me impedían entender lo que había ocurrido. Probablemente, ese grupo de chicos y chicas negros sólo estaba manifestando -calurosamente, como corresponde al pueblo brasileño- su indignación contra el mal gobierno de algún político blanco, o casi blanco, como Collor de Mello o António Carlos Magalhães -conocido, por cierto, como Cabeza Blanca-.

Querían matar simbólicamente al mal gobernante blanco, por si acaso.

Es por estas y otras razones que debemos denunciar la agenda oculta del libro de Niall Ferguson, Civilización: Occidente y el resto. Ferguson afirma que los grandes logros de la humanidad, como los derechos humanos, la libertad, la democracia y la tecnología que ha mejorado la vida de miles de millones de personas, fueron inventados por Occidente. Y luego da ejemplos: Galileo, Newton, Voltaire, Faraday, Darwin, Einstein y muchos más. Ferguson ni siquiera intenta disimularlo: ahí está la apología del hombre blanco y del patriarcado. Como si no hubiera cosas mucho más importantes que los derechos humanos, la electricidad, los ordenadores y las vacunas.

Sin embargo, lo que Ferguson no cuenta es esto: esa secta blanca y patriarcal no estaba realmente interesada en el progreso de la humanidad y en la mejora de la calidad de vida de la gente. ¿Y eso? La bomba atómica, el aumento de las alergias y la alopecia son buenos ejemplos de la malignidad del progreso tecnológico. Lo que les movió fue siempre el deseo racista de afirmar la superioridad del hombre blanco sobre las demás "razas" y del patriarcado sobre las mujeres.

Así que, querida Joana Cabral, no te lo tomes como algo personal si un día vas a Salvador y te insultan por ser blanca; el insulto seguramente va dirigido a Bolsonaro o incluso a Jorge Jesús, que tantos goles le ha metido al Bahía. Y si por casualidad te ofrecen ese libro racista y patriarcal de Ferguson, tíralo a la basura o cámbialo por un bizcocho.


www.joaocerqueira.com

sábado, 20 de febrero de 2021

La Comunidad (la trastienda del affaire Lemaire)


Trappes: [el ministro] Darmanin confirma que Didier Lemaire estaba bajo protección policial


La trastienda del affaire Lemaire.

Aquí  en Valeurs Actuelles en V.O.

 

Aquí una traducción exprés.

 

La cara oculta del asunto Lemaire, pesquisa.

Por Amaury Bucco (20/02/21).


Didier Lemaire, profesor de filosofía en el instituto de este municipio de la periferia, está en el centro de una polémica por haber denunciado abiertamente el ambiente nocivo en el que se desenvuelven sus alumnos desde hace varios años. Investigación.


Instrumento político de un revuelo mediático o valiente denunciante, ¿quién es Didier Lemaire? Esta es la pregunta que planea desde el 5 de febrero, cuando este profesor de filosofía del instituto de Plaine-de-Neauphle, en Trappes (Francia) se prodigó en los medios de comunicación para denunciar el auge del integrismo islámico en el municipio y, al mismo tiempo, la ruptura progresiva de los vínculos con sus alumnos.

Todo comenzó hace cuatro meses antes, a 30 kilómetros de Trappes, donde un profesor de secundaria, Samuel Paty, fue decapitado cerca de la escuela [tras un campaña de acoso en las redes por haber mostrado las caricaturas de Mahoma en una clase sobre libertad de expresión]. A última hora de la tarde del 16 de octubre de 2020, Didier Lemaire llevó a una de sus clases al Teatro Montansier, en Versalles, donde se representaba la obra Désaxé, de Hakim Djaziri, que narra el viaje de un joven de la periferia de origen argelino hacia el yihadismo. Es durante el viaje en autobús cuando Didier Lemaire se entera de la muerte de Samuel Paty.

Bajo el shock, decide no decírselo a sus alumnos. "Pero esta noticia me fue torturando durante varios días. Me preguntaba cómo despertar las conciencias. Este drama se hacía eco de muchas cosas que yo mismo había visto. Primero pensé en dar un discurso a mis alumnos", recuerda. Pero abandonó la idea, contentándose con seguir las directrices de Éducation Nationale: lectura de una carta, luego un minuto de silencio, que será perfectamente respetado en su clase. Finalmente es a sus colegas a quienes Didier Lemaire decide dirigirse a través de un artículo de opinión publicado en L’Obs, el 1 de noviembre de 2020. "¿Podemos los profesores suplir la falta de estrategia de nuestros representantes para derrotar a esta lacra mortal?", se pregunta en las páginas de la revista en relación con la presión ejercida por los islamistas.

Sorprendentemente, esta breve aparición en los medios de comunicación, aunque difuminada entre la indignación general, le valió ser objeto de una "seguridad dinámica" por parte de la Prefectura. En concreto, diferentes patrullas de Policía se encargaron de vigilar las entradas y salidas de Didier Lemaire en los alrededores del instituto. "¿Se imaginan a un profesor con escolta?", se indigna con razón Didier Lemaire. La Prefectura de Yvelines, por su parte, relativiza y recuerda que se trataba de una medida preventiva, ya que el profesor no era entonces objeto de una amenaza directa. Tanto es así que el 27 de enero un agente llamó a Didier Lemaire para avisarle de que se le había retirado la protección policial... pero le volvió a llamar el mismo día para decirle que, finalmente, se le había mantenido debido a un nuevo peligro. ¿Qué nuevo peligro?

Cinco días antes de dicha llamada, el 22 de enero, un medio de comunicación neerlandés emitió un documental sobre Trappes. Se trataba de una actualización de un primer documental rodado en 2017 sobre el islamismo en la ciudad, dirigido por la periodista Saskia Dekkers, y en el que ya había aparecido Lemaire. En este segundo reportaje, que mezcla imágenes del documental anterior y reacciones al proyecto de ley sobre el separatismo [en Francia se considera separatismo al islamismo radical], Saskia Dekkers vuelve a entrevistar a Didier Lemaire, pero también a Ali Rabeh, alcalde de Trappes, y a Naila Gautier, miembro activo del medio asociativo local, comprometida como Didier Lemaire contra la radicalización.

La asociación Parole à coeur ouvert [Palabra a corazón abierto], en el centro del asunto Lemaire

Surge un problema: al final de la emisión del documental, Naila Gautier envía varios mensajes a la periodista holandesa quejándose de un reportaje desequilibrado y gravoso para con la ciudad de Trappes, en particular por los comentarios de Didier Lemaire. Inquieta por la seguridad del profesor de filosofía tras la reacción de varias personas incómodas con el reportaje, entre ellas Naila Gautier, Saskia Dekkers decide entonces avisar a la Policía. Su medio de comunicación incluso decide suspender la redifusión del documental en televisión. Fue entonces cuando se amplió la protección de Lemaire y comenzó la marejada mediática. El 26 de enero, la Policía Judicial de Versalles abrió una investigación. Naila Gautier y otros fueron citados por la Policía e interrogados sobre el significado de lo que habían dicho, y luego fueron puestos en libertad.

 "El documental de este año, dirigido por la periodista holandesa Saskia, se basa en un documental anterior emitido en 2017 en el que ya aparecía Lemaire" (aquí para ver un extracto)

Estas tensiones en torno al reportaje de la periodista holandesa son, en realidad, más antiguas. Al parecer, tienen su origen en la asociación local Parole à cœur ouvert, creada en febrero de 2015 tras los atentados contra Charlie Hebdo y el Hipermercado [judío] Cacher, para luchar contra los viajes a Siria de algunos jóvenes, y está estrechamente vinculada con el instituto de Plaine-de-Neauphle. Además del profesor de filosofía y de Naila Gautier (uno de cuyos hijos fue alumno de Didier Lemaire), también forman parte de ella Aïcha Akafou, antigua representante de los padres de alumnos del instituto de Plaine-de-Neauphle, quien también fue interrogada por la Policía cuando se abrió la investigación, y Corinne (nombre de pila que hemos cambiado), y que fue invitada a formar parte de la asociación por Didier Lemaire en 2016, después de que su hija se convirtiera al Islam y luego se radicalizara con tan solo 13 años. Naila Gautier, al igual que Didier Lemaire y Corinne, lamenta la lenta decadencia de la asociación debido a desacuerdos fundamentales sobre el método que debía adoptarse para combatir las derivas sectarias del Islam y, más generalmente, sobre el lugar de la religión en la sociedad.

"Me invitaron a formar parte de esta asociación porque yo, al ser de Trappes, musulmana de origen tunecino y portadora de turbante, les servía como de garante. Pero no estaba en la misma línea que ellos. Yo estaba a favor del diálogo y la apertura", dice Naila Gautier, que deplora el "miedo" de Didier Lemaire frente al Islam. Se niega a utilizar el término "miedo", prefiriendo hablar de "resquemores". Fue en 2018, en el momento de la publicación del libro La Communauté (Albin Michel), escrito por dos periodistas de Le Monde sobre la situación en Trappes, en el que también participó Didier Lemaire, cuando Naila Gautier se percató de la brecha que la separaba de los miembros laicos de Parole à cœur ouvert. "En esta asociación había un poco de todo y en el fondo cualquier cosa", confirman Corinne y Didier Lemaire, que abandonaron la asociación. "Aquello no podía funcionar".

El lugar del Islam en el centro de las tensiones

¿Y si la agitación que ahora está fracturando la ciudad de Trappes en torno al affaire Didier Lemaire no fuera más que un eco amplificado de los desacuerdos internos de esa asociación? ¿Dos bandos que hasta entonces luchaban en favor de la convivencia, contra el Islamismo, y que ahora se miran con desconfianza y decepción? En Trappes, los habitantes tienden a ponerse del lado del alcalde de la ciudad, Ali Rabeh, cercano a Benoît Hamon [fue el candidato socialista a las presidenciales], quien se ha posicionado en contra de Didier Lemaire y que trata de minimizar -cuando no de sofocar- las llamadas de alerta del profesor de filosofía.

Y a veces lo hace de mala fe, como el pasado 8 de febrero, cuando el alcalde organizó una falsa visita sorpresa a una peluquera mixta ante las cámaras de CNews para demostrar que Trappes no es un enclave islámico. Lo que el alcalde no mostró ese día es que la peluquería así expuesta se halla enfrente de dos negocios "comunitarios": una cafetería halal y una tienda de ropa de moda islámica. "Es demasiado decir que Trappes es una ciudad perdida, y esto nos duele", afirma Naila Gautier, firme partidaria de Ali Rabeh, quien habría hecho mucho contra la radicalización, según ella. "Es una ciudad con otros códigos, que se está reconstruyendo poco a poco, y este ruido mediático la va a ensuciar de nuevo”. Corinne, a su vez, que no vive en Trappes pero que conoce bien la ciudad, rechaza la idea de que se deba elegir un bando u otro. "Didier Lemaire y Ali Rabeh tienen razón los dos", explica. "Estoy de acuerdo con Didier en la defensa de la escuela y estoy de acuerdo con Ali en la defensa de su ciudad".

Contactado por Valeurs Actuelles, el alcalde de la ciudad se negó a respondernos: "Tengo pocas dudas sobre el color de su publicación y las libertades que se toma con la ética periodística y la realidad de los hechos". En cuanto al prefecto de Yvelines, apodado "el prefecto de los refugiados" por sus acciones en favor de los inmigrantes, ha optado por unirse a Ali Rabeh en la denuncia de las declaraciones del profesor de filosofía, y declaró a Le Monde: "Trappes es una zona difícil y delicada, hacemos un trabajo de encaje de bolillos, y ahora el señor Lemaire llega con una excavadora y desbarata nuestros esfuerzos [...] Es una irresponsabilidad. Está echando leña al fuego".

Didier Lemaire, ¿un bombero pirómano? 

En Trappes, pocos cuestionan la sinceridad de su lucha contra el Islamismo. Tanto más cuanto que Didier Lemaire no esperó a las cámaras de televisión para convertirse en un "húsar de la República" [institutor de la escuela pública]. "Es alguien de una honestidad absoluta y admirable. Ha hecho un trabajo enorme por los chavales de Trappes", dice Corinne, que estuvo a su lado en 2018 en una conferencia sobre "el proceso de radicalización en la escuela", organizada por el sindicato de profesores de extrema izquierda FSU, en la que Didier Lemaire ya condenó rotundamente el proceso de comunitarización de la población de Trappes [al final del post, el texto íntegro de la conferencia de Didier Lemaire]. "El FSU ha reescrito el coloquio cambiando el orden de las intervenciones e introduciendo textos de personas que no estaban presentes en la sala para así desdibujar mi mensaje", se lamenta ahora Didier Lemaire, mientras Corinne recuerda la tensión que se generó en la sala durante el relato de la radicalización de su hija.

En el instituto de Plaine-de-Neauphle, al margen del comunicado de prensa enviado por el personal docente el 11 de febrero, en el que se pedía que cesara cualquier "recuperación política" del asunto, un profesor nos confía: "Didier Lemaire está haciendo un excelente trabajo. Lo apreciamos mucho". Lo mismo dicen los estudiantes. "Por casualidades de la vida, uno de estos antiguos alumnos míos es miembro del equipo municipal de Ali Rabeh", cuenta Lemaire. Otra persona, que fue su alumna entre 2015 y 2020, a la que llamaremos Clara, ha accedido a declarar. Habla de Didier Lemaire como de un profesor muy humano, abierto al debate. Muy espontáneo, un poco desorganizado, hacía reír a sus alumnos "porque se ajusta al estereotipo del profesor de filosofía un poco chiflado". Y añade: "Nunca ha hecho comentarios racistas o islamófobos ante los alumnos"; y con razón, pues su mujer es de origen extranjero, nos cuenta la estudiante, lo cual nos confirmó el propio Didier Lemaire: su mujer es turca no musulmana.

Una antigua alumna de Didier Lemaire declara

Pero entonces, ¿qué ha pasado? ¿Se habría radicalizado el simpático profesor de filosofía, como esos 67 jóvenes de Trappes que se fueron a Siria, pero en la otra dirección? ¿Se ha convertido Trappes en el enclave extranjero y nocivo descrito por Didier Lemaire, o es un suburbio pacífico a pesar de sus "malos demonios", como afirma Ali Rabeh? La respuesta difiere según se sea de Trappes o no. "A la gente no le gusta que se hable mal de su ciudad y de su religión", explica la exalumna de Didier Lemaire, que conoce Trappes a la perfección porque se crió allí durante más de 20 años. "Puedo entender el enfado de los habitantes de Trappes. Porque al igual que muchos musulmanes en Francia, a menudo se nos señala y, sobre todo, se nos utiliza en los debates para decidir si debemos o no practicar el Islam a nuestra manera".

Esta constatación de un sentimiento de rechazo por parte de los vecinos de Trappes no le impide hacer otra constatación: la del repliegue de la ciudad durante estos veinte años. "En cuanto me pongo una falda y camiseta de tirantes, recibo miradas insistentes y culpabilizadoras por parte de hombres de entre 14 y 94 años", dice la joven, que nunca ha ido a un café en Trappes y apenas se atreve a comprar paquetes de cigarrillos allí. "Trappes es otro mundo. Cuando uno es de Trappes, se siente de Trappes y no francés, lo cual también ocurre en otros suburbios". En cuanto a las tiendas, principalmente para musulmanes, con sólo carnicerías halal, según relata,  admite que "cuando no eres musulmán, puedes no sentirte como en casa". 


Fin del reportaje.


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La conferencia que dio en 2018 Didier Lemaire. Aquí en V.O.


Aquí en tradu exprés.


Enseñanza en Trappes

Un testimonio de Didier Lemaire:

Buenas tardes,

1. El instituto de Trappes

Soy profesor de filosofía y desde hace tres años enseño cine. Doy clase en la escuela secundaria general y tecnológica de La Plaine de Neauphle. Después de haber sido nombrado al principio de mi carrera en escuelas secundarias de "zonas sensibles" en los suburbios de París particularmente difíciles, trabajé en institutos más ordinarios. Llegué a Trappes en el año 2000. Inmediatamente me gustó el ambiente de este pequeño instituto, con estudiantes que ciertamente eran muy flojos pero probablemente más amables que en muchos otros establecimientos. Para ser del todo sincero, encuentro a mis alumnos de aquí muy entrañables. Generalmente sonrientes, expresan fácilmente sus emociones y muestran una gran generosidad. Si su cultura general y nivel de expresión escrita siguen siendo muy modestos, suelen ser vivos y, a la postre, abiertos al conocimiento. Así que, año tras año, le he ido cogiendo gusto a la enseñanza en Trappes. Probablemente porque tal vez aquí me siento un poco más útil que en otros lugares. En cualquier caso, he tenido algunos años muy buenos con ciertas clases en las que ha sido un verdadero placer transmitir la práctica de la filosofía. A veces ha sido más difícil. No siempre consigo mis propósitos. Y cuando no hay mezcla, como es el caso hoy en día, la cosa se vuelve terriblemente problemática. He visto durante estos dieciocho años en Trappes cómo ha cambiado la población escolar. Desde los años 2010, los niños y las niñas se distribuyen de forma diferente en las aulas. Se mezclan menos y hablan menos entre ellos. Y cada vez menos conforme baja el nivel de formación. La ropa también ha cambiado. Mucho menos maquillaje. El uso del pañuelo en la cabeza, inicialmente muy marginal, se generalizó, al menos, desde que dejaban atrás la puerta del instituto. Antes de la ley que prohíbe los signos ostentatorios, las que llevaban el pañuelo eran en su mayoría chicas adolescentes con buenas notas, seguras de sí mismas y que querían distinguirse. Solían ser más proclives a filosofar que las demás. Desde los años 2010, el perfil ha cambiado. Son alumnas menos voluntaristas y menos reflexivas. Podríamos incluso decir que llevar un pañuelo en la cabeza se ha convertido en una forma de conformismo. (Volveré a hablar de ello más adelante). En cuanto a los chicos, el chándal de colores ha sido casi abandonado en favor de vestimentas oscuras. Las barbas han crecido un poco más. La inmadurez y el sexismo han aumentado drásticamente. En términos prácticos, no hay incidentes en torno al laicismo en nuestro establecimiento. Es cierto que durante el Ramadán el instituto permanece casi desierto. Pocos estudiantes musulmanes vienen a clase. Como resultado de ello, a veces acabamos con clases de tres o cuatro alumnos. La cantina funciona bien. Las dificultades son principalmente financieras y psicológicas. La tasa de desempleo en esta antigua ciudad dormitorio de trabajadores es una de las más altas de la región de París: casi el 19%. El índice de pobreza también: 25%. La renta media per cápita es, creo, la más baja de Yvelines: 18.000 euros. De hecho, aunque el actual alcalde está intentando maquillar todo esto comprando mobiliario urbano de lo más nuevo, con unas calles rutilantes y un plan de renovación y de construcción para atraer a las clases medias, o rebautizando la ciudad con un nombre más chic, Trappes-en-Yvelines, la ciudad sigue siendo un verdadero gueto. Los estudiantes apenas salen de él. 

El año pasado, acompañé a tres clases de cine al Distrito XVIII de París para visitar una escuela de cine, la FEMIS. Como teníamos algo de tiempo, visitamos Montmartre y el Sacré Coeur. Ninguno de ellos los conocían. Tenía la impresión de estar paseando a turistas chinos. Algunos visitaban París por primera vez. La mayoría de nuestros estudiantes van a París muy excepcionalmente. Hace dos años, cuando mis estudiantes de cine volvieron de su prueba, que se desarrolló en el instituto de Marly-le-Roi, cerca de Versalles, me contaron su desconcierto. Se sintieron extranjeros. Por su forma de vestir, su forma de hablar, sus orígenes. Me confesaron que se sentían no sólo "diferentes" sino también "inferiores". Yo tuve la oportunidad de debatir sobre este tema recientemente con el entonces teniente de alcalde de la ciudad, el Sr. Ali Rahbe. Este último reconoció que ese era uno de los mayores problemas de la juventud de Trappes. No salir de la ciudad, no conocer otros horizontes. Para decirlo como las periodistas de Le Monde que investigaron hace dos años aquí, Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin: los jóvenes de aquí casi nunca salen de "la comunidad". En cuanto a los problemas familiares y psicológicos, la situación también es terrible. No tengo cifras, y mis impresiones son necesariamente subjetivas. Sin embargo, aparte de los problemas de atención en las aulas tecnológicas, que son la regla, observo muchas fobias escolares, claustrofobias a veces muy severas, o depresiones y patologías más graves que pueden provocar acontecimientos trágicos en las familias. Yo mismo he intervenido en varias ocasiones a lo largo de estos años para aconsejar a estudiantes que fueran al médico del centro de salud, o a hacer visitas al hospital psiquiátrico, o, en un caso extremo, acompañé a un alumno muy difícil que estaba viviendo una situación de violencia doméstica. Bajo las sonrisas o los comportamientos algo desabridos, ¿cuántas situaciones personales de angustia se esconden? No tiene uno idea, detrás de su escritorio de profesor, de la miseria emocional que sufren muchos de los alumnos. En cuanto me tomo el tiempo de hablar con mis alumnos sobre su estrés con las notas, entonces caen las máscaras. Y entonces descubro sus fragilidades. Los resultados de los exámenes finales de bachillerato son lógicamente bajos, aunque el instituto consigue alcanzar regularmente, a nivel nacional, entre la primera y la trigésima clasificación, en resultados ponderados, por el "valor añadido". Tal éxito relativo ligado a este método de cálculo se debe a varios factores: clases con efectivos limitados, equipos y dirección generalmente muy volcados y, sobre todo, bastante ayuda mutua entre los estudiantes. Esto sirve para pintar un retrato rápido del instituto, que, a pesar de las pocas especificidades que acabo de mencionar sigue siendo, a primera vista, un instituto bastante banal en Francia. Si los índices de absentismo son muy altos, no tenemos actos violentos ni una proliferación de consejos de disciplina. Las expulsiones permanentes del establecimiento se dan, sí, pero como en todas partes.

2. Toma de conciencia de la realidad

Pero ocurre que este instituto está situado, como probablemente sepan, en la ciudad europea que proporcionó el mayor número de yihadistas a la zona iraquí-siria desde 2012. Y es ahí, cuando se miran las cosas más de cerca, cuando todo cambia. Oficialmente, son unas 70-75 salidas reales. Pero es probable que sean varios cientos de personas las que forman parte de este movimiento yihadista. Hoy en día, además, ya no se van. Así que el instituto está en medio de un nido de potenciales terroristas. Como suelo decir: el instituto es como una isla. Nuestros estudiantes, a excepción de los que no tienen realmente un plan de estudios, se proyectan en la sociedad francesa. No son ni delincuentes ni jóvenes proclives al fundamentalismo religioso y menos aún al islamismo. Y sin embargo su mundo y su entorno están muy marcados por las transformaciones políticas de estos últimos años. En cuanto abandonan el recinto escolar, están en un mundo muy diferente al nuestro. Una isla pues en medio de un mar de reclutadores salafistas que se han ido apoderando de los barrios desde hace unos diez años. En primer lugar, limpiándolos parcialmente del tráfico de drogas. Luego, montando sus comercios, imponiendo sus costumbres y desarrollando sus actividades paralelas. También hay en este mar algunos Hermanos Musulmanes, o antiguos miembros del GIA argelino, e incluso un pequeño círculo de Tablighis alrededor de un librero que no sólo vende obras literarias sino también jilbabs [túnica y capucha] y otra ropa de mujer completa. Oficialmente, todos se autodenominan "pacifistas", "quietistas", pero rechazan las leyes civiles y las quieren reemplazar por la Sharia. También están los islamo-nacionalistas turcos, que representan una pequeña comunidad que vive aislada. Ya no hay judíos en Trappes. La sinagoga fue incendiada en el año 2000 y aunque nunca se determinó el acto criminal, hay un clima, unas letras de canciones, unas pintadas que demuestran que en aquella época ya existía un fuerte antisemitismo. Tras la destrucción de la sinagoga, las últimas familias judías que vivían en Trappes se refugiaron en las ciudades vecinas de Élancourt y Maurepas. El antisionismo y el apoyo a los palestinos, muy presentes en la ciudad, obviamente sirven para difundir impunemente los prejuicios más virulentos. (Por mi parte, año tras año, constato que ninguno de mis alumnos de último curso puede distinguir correctamente entre "judío", "israelita", "israelí" o "sionista". Para ellos, "judío" significa un creyente sionista; o antes que eso: un enemigo de los árabes). Describir este medio islamista no es fácil por dos razones: primero, porque es relativamente invisible. La segunda, porque su única marca visible es de apariencia religiosa y, en consecuencia, señalar la proliferación de estos signos religiosos en el espacio urbano equivale a correr el riesgo de ser tachado de "islamófobo". Pero ¿son realmente signos "religiosos"? ¿No son más bien señas identitarias y políticas? En cuanto a la invisibilidad, contemplada desde el instituto, efectivamente podría pensarse que todo discurre con normalidad. Los estudiantes son realmente agradables, lo diré de nuevo. Por supuesto, algunos de ellos te sacarán teorías de la conspiración en las clases de Historia, declamarán textos extraídos de sitios de propaganda islamista en las clases de Lengua, o rechazarán la donación de órganos durante un debate sobre bioética; y cuestionarán la teoría darwiniana de la evolución en las clases de Biología, etc. Pero ahí acaba todo; al fin y al cabo, mientras hablen y se expresen, los profesores podrán hacer su trabajo de educación e instrucción. No siempre es fácil distinguir en todo esto la parte de ignorancia, la provocación adolescente o la verdadera adhesión al oscurantismo y a los valores antidemocráticos. Por mi parte, siempre he querido no estigmatizar a mis alumnos, tratándolos como a cualquier otro estudiante, sin hacer diferencias entre ellos; nunca he tratado de abordar temas delicados frontalmente. Tengo que decir que esta postura me había funcionado bastante bien hasta ahora. Nunca encontré la menor dificultad para leer y explicar textos expresamente antirreligiosos en la clase de Filosofía, por ejemplo. Para mis alumnos, se trata de textos filosóficos como cualesquiera otros. No se sienten agredidos y pueden reflexionar sobre ellos libremente. A veces, algunos, en el transcurso de sus reflexiones, llegan a conclusiones por sí mismos con las que me dicen que, sin embargo, no están de acuerdo. ¡Entonces grito secretamente victoria...! 

No me di cuenta de que realmente había un gran problema hasta después de los atentados de 2015. En primer lugar, tras la masacre de Charlie-Hebdo, vi que mis alumnos se mostraban muy divididos. Muchos de ellos condenaban con la boca pequeña los asesinatos y esgrimían el bien engrasado argumento de "se lo buscaron". Para ellos, las culpas se repartían casi al 50%. Por un lado la blasfemia; por el otro, la matanza. Recuerdo haber tenido un duro debate en mi último curso ( sección “ES”) sobre el derecho a la blasfemia. Muy pronto el argumento teológico cambió de naturaleza: no era al profeta al que, en el fondo, se humillaba con las caricaturas de Charlie, o a Dios. Era a los musulmanes de Francia; eran ellos los humillados. Mis argumentos sobre el laicismo, la libertad de credo, que implican no estar sujetos a la creencia de otro y a los preceptos de la religión de otro, caían así en saco roto uno tras otro. El debate se deslizaba del terreno de las creencias religiosas hacia el de su identidad, su comunidad. Era una reacción epidérmica por su parte. En sus mentes, Charlie quedaba equiparado a una Policía racista, a los enemigos de su grupo. Recuerdo una diatriba especialmente sentida de una de mis alumnas que me explicó que todo el mundo, empezando por los medios de comunicación, se cebaba con los musulmanes, y que los salafistas no eran tal como los describían. Que era necesario que les permitiéramos vivir su religión en paz y que dejáramos de perseguirles con leyes, reportajes televisivos, provocaciones o dibujos insultantes. Tras los atentados en el Stade de France, en las calles de París y en el Bataclan, las reacciones fueron muy diferentes. El efecto fue impresionante. Comprendieron que los yihadistas podrían haberles matado a ellos también. Esta vez la indignación fue unánime. Al menos en apariencia. Y digo bien "en apariencia" porque en dos de mis clases de Tecnología, en otra de Gestión, otra de Ciencias y otra de Salud y Tecnologías Sociales, esta indignación me pareció un poco desleída o como desmochada. Esto me puso particularmente a prueba y me llevó a cuestionarme y a cambiar mi forma de ver, o  más bien de no ver las cosas. En la clase de Gestión, percibí cierta incomodidad en esa condena. Los estudiantes no tenían ganas de hablar. Parecían pensar que no valía la pena gastar una hora en eso. Querían pensar en otra cosa, fingir que no había pasado. ¿Era la necesidad de tomarse un respiro después del shock? ¿O era una forma de minimizar la importancia de estos hechos? Con la clase de Ciencias de la salud y Tecnología, si bien cierta emoción era palpable, una alumna, que tenía cualidades de reflexión innegables, se puso especialmente al margen del debate. Se aseguró durante toda la hora en que hablamos de estos hechos para no mirarme nunca, para nunca decir nada, para permanecer encerrada en su silencio. ¿Significaba este extraño comportamiento que ella aprobaba esos actos? Imposible desde entonces debatir con ella, ni siquiera de temas filosóficos. La palabra se había roto definitivamente. No fue un desacuerdo. Fue una ruptura de comunicación. Peor: una ruptura de reconocimiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba enseñando en un instituto como cualquier otro. En ese momento pensé en las palabras de algunos de los supervivientes de los campos de exterminio: la experiencia de dejar de ser reconocido por el otro como un semejante. No es una maña, un disimulo o una negativa a comunicar. Es una forma de tratar al otro como una mera cosa, con total indiferencia, como si no existiera o viviera en otra dimensión.

Unos meses más tarde, curiosamente, a instancias del joven estudiante que defendía a sus "hermanos" salafistas, se me pidió que fuera a escuchar una conferencia de Rachid Benzine, un islamólogo progresista y secular. Rachid Benzine, cuyas Cartas a Nour se ponen ahora en escena, vive en Trappes. Fue estudiante del instituto y fue mi colega presente en la sala quien lo introdujo a la filosofía. Rachid Benzine utiliza las herramientas de la historia y la antropología para leer el Corán. Luego me uní a una pequeña asociación de Trappes, Parole à cœur ouvert, cofundada por mi colega. Quería yo acabar con mi ignorancia, o más bien con mi ceguera, y conocer mejor la realidad. Me llevó casi dos años. Dos años para abrir los ojos. Dos años para intercambiar con madres de Trappes (debo decir que no hay muchos padres dispuestos), activistas asociativos, musulmanes laicos y musulmanes menos laicos, antiguos profesores de instituto y, sobre todo, muchos, muchos alumnos de secundaria de la zona. Nuestra pequeña asociación, que reunía a personas con convicciones diversas y que era multiconfesional, trataba de hacer prevención contra el control sectario y la radicalización. Para ello, decidimos organizar conferencias con Rachid Benzine, pero sobre todo encuentros con jóvenes en pequeños grupos de siete con un adulto sobre el tema del control. Fue durante estas sesiones de debate e intercambio cuando me di cuenta de que en cada una de nuestras intervenciones, dondequiera que estuviéramos, dos o tres jóvenes de cada setenta nos decían espontáneamente que en su familia un hermano, una hermana o un primo se habían ido a hacer la yihad a Siria. Me pareció una cifra enorme, ya que los adultos no estábamos especialmente bien situados para  ser los destinatarios de tales confidencias. A veces, la emoción de los jóvenes hacía que sus palabras fueran difíciles. Un día acompañamos a las clases de un instituto cercano a ver una película en el cine: Le ciel attendra  [El cielo puede esperar] de Marie-Castille Mention-Schaar. Esta película cuenta la historia del destino cruzado de dos chicas adolescentes reclutadas por Daesh. Se inspiró en gran medida en la historia de la hija de Catherine Gringelli. Fue por cierto en esta asociación donde conocí a Catherine. Me encontraba yo en el cine, sentado en medio de estos estudiantes a los que nadie conocía. A lo largo de toda la película, pude oírles exclamar: "Es tal cual, tengo un amigo en Raqqa. ¡Así es exactamente!". "Todo lo que enseñan es cierto". "¿Conoces a menganito? Está allí ahora mismo". "Sí, allí, a los no creyentes los fríen vivos." Durante toda la proyección, los comentarios no cesaron. Los jóvenes sentían la necesidad de decir que eso no era una película. Para ellos, era absolutamente banal. Cuando salimos del cine, una de las hijas de la presidenta de nuestra asociación, que vino a ver la película con nosotros, me dijo: "Pero señor, yo también estoy en contacto todos los días al teléfono con un antiguo amigo que se ha ido a Raqqa. Era mi novio. Quería que me fuera con él. No quise hacerlo. (...) Sabe, en mi plaza, hay docenas de chicos que se han ido... Conozco a muchos. Algunos de ellos murieron allí". Sentí que yo estaba tocando con la realidad con las manos. Esa realidad que se me escapaba en las aulas. Que no podría haber conocido en mi papel de profesor. Por supuesto, eso no era posible en el aula. Por supuesto, esa palabra no podía darse en clase. Por suerte, en parte. El aula es un espacio de libertad para muchos alumnos. Casi su única ventana al mundo exterior. Así que mejor preservarla de lo que experimentan a diario y que sólo les concierne a ellos. Una tarde, fuimos a France Télévision con un grupo de estudiantes de secundaria de Trappes para un encuentro en torno a otra película sobre la radicalización, Ne m' abandonne pas, de Xavier Durringer. (En la proyección, volví a escuchar los mismos comentarios). A la salida del instituto, en el autocar, me senté junto a un grupo de alumnos de 13 o 14 años. Empecé a charlar con un chico que estaba a mi derecha antes de ampliar el círculo a mi alrededor. Recuerdo a una joven de 14 años que acababa de llegar de Argelia, que estaba feliz de estar en Francia, que me expresaba su alegría de vivir en Francia, un país libre y laico. Al final de nuestro intercambio, me preguntó si las culturas podían enfrentar a los hombres entre sí. Poco después, intercambié unas palabras con el profesor de matemáticas de esa clase y le pregunté qué pensaba del joven con el que había iniciado la conversación y que me había parecido un poco callado. Me dijo en voz baja que este chico estaba en una situación terrible. Su familia estaba destrozada por la marcha de su hermano a Siria. Por un lado están los pro-Daesh, por otro, los que no quieren saber nada de todo eso. Exactamente lo que me habían dicho otro joven de 16 años en un grupo de discusión sobre el control islamista. Una vez más, descubrí que lo que para mí era una realidad lejana y bastante abstracta era la vida cotidiana de estos jóvenes. Su vida, en definitiva, en estos barrios. No, nada de esto ocurría en Siria, ni en las lejanas tierras de Irak, sino en las aulas de Trappes. Ante nuestros ojos de profesores, sin que mis colegas o yo pudiéramos verlo. Al fin y al cabo, estos jóvenes no habían sido reclutados a través de Internet, sino directamente por sus allegados, por sus amigos, sus hermanos o hermanas. Así es todo este pequeño mundo: aislado y formateado por las redes de los "hermanos" salafistas, y que muestra veleidades de marchar [a Siria] o de pasar a la acción ultraviolenta. Todo esto comienza ya en la maternal, cuando los pequeños se niegan a cantar alegando que está prohibido por sus padres. En 2016, las periodistas de Le Monde, Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin vinieron a hacerme preguntas varias veces. Sobre la historia del instituto. Sobre mis alumnos. También pasaron casi días enteros con algunos de mis alumnos para conocerlos. Sus preguntas hicieron que yo también me cuestionase ciertas cosas. Me di cuenta de que, desde mi aula, muchas cosas se me escapaban. En cierto modo, esto es perfectamente normal. Las horas de clase normalmente se dedican a enseñar la materia. También hubo el documental de Saskia Dekkers, periodista de la televisión pública (NOS) de los Países Bajos. Su visita a clase liberó el discurso de mis alumnos. Les mostraré luego algunos extractos de este documental. Después del encuentro, muchos estudiantes me hablaron de su día a día. Por ejemplo, unos padres que les prohibían ir a la mezquita. Y no por la prédica, sino por la presencia de reclutadores cerca del lugar de culto. Actualmente, la situación ha cambiado un poco. La invisibilidad, si se me permiten decirlo así, está ganando terreno. Las redes refuerzan su dominio sobre la ciudad y los jóvenes. Pero todo ocurre de forma insidiosa. Se diría que las pequeñas provocaciones en el instituto ya no están a la orden del día. No vemos ya esos jueguecitos con las diademas para ocultar el pelo o el traje con faldas largas. Las adolescentes muestran una "fachada de laicismo". Después de dejar atrás la puerta de la escuela, muchas se ponen de nuevo el velo, "por si pudieran verlas". Todo lo que tiene que ver con Daesh o la religión se silencia. Ya no se habla de ello. Es como si hubiera dos mundos ahora. El mundo de la escuela, donde hay que plegarse a los requisitos del laicismo. Y el de la ciudad, en el que las cosas suceden de manera muy diferente, según otras reglas. Por ejemplo, en la mayoría de los cafés de Trappes ya nadie se mezcla. La  joven Sarah, una estudiante de 15 años a la que conocí el pasado mes de junio, me ilustró explicándome su situación. Sus padres se divorciaron hace unos meses. Su padre es musulmán. Su madre, cristiana. Ella es musulmana, como su padre. Con fervor. Sin embargo, desde que su padre se trasladó a quince kilómetros, a Rambouillet, por fin "ella respira". Esas son las palabras que usó. "En Trappes, estoy bajo constante vigilancia. No puedo hacer nada sin que me juzguen. Es que se  ha vuelto insoportable. Ya no soporto vivir en este lugar".


3. De la comprensión a la acción

Paralelamente a estas pocas acciones que me abrieron los ojos, comencé a documentarme un poco, a leer algunos libros. Un día, descubrí que un inspector de Éducation Nationale ya había investigado y analizado los inicios de este fenómeno en un informe que se remonta a 2004. Me refiero al "Informe sobre signos y manifestaciones de afiliación religiosa en las escuelas", de Jean-Pierre Obin. Este informe, enterrado por François Fillon, que era entonces Ministro de Educación Nacional, transformó por completo mi comprensión. Trata de forma muy específica de los signos y la vestimenta, la alimentación, el calendario y las festividades, el proselitismo, el rechazo a la educación mixta y la violencia contra las niñas, el antisemitismo y el racismo, las disputas político-religiosas en la escuela y los problemas encontrados, y todo ello desde diversos campos disciplinarios. Mi propia reflexión me había llevado a formular ciertas conclusiones que encontré, no sin satisfacción, reflejadas en el documento. Es un texto realmente cautivador, por lo bien que describe las transformaciones que se produjeron en esa época, transformaciones que muchos no quisieron admitir. Además, anticipaba las consecuencias en caso de que no se adoptase ninguna política pública para acabar con ello. Predecía con un rigor inflexible lo que iba a ocurrir unos años después. Permítanme leerles un extracto:

"Lo que observamos en las escuelas de los barrios donde se concentran las poblaciones de inmigrantes norteafricanos, y a veces turcos, africanos o de las islas Comoras, en barrios cada vez más homogéneos social y religiosamente, es claramente sólo la parte académicamente visible de un fenómeno mucho más profundo cuya evolución sea probablemente una de las claves de nuestro futuro. Pareciera que, por primera vez en nuestro país, la cuestión religiosa se superpone -al menos en parte- a la cuestión social y a la cuestión nacional; y esta mezcla, que es en sí misma explosiva, entra también en resonancia con grandes enfrentamientos que ahora estructuran la escena internacional".

El resto de la conclusión se refiere al desarrollo de las "contra-sociedades":

"No se trata en absoluto de que estas poblaciones se replieguen en sí mismas, cosa que ya viene de lejos, sino de una identidad sustitutiva que se extiende primero entre los jóvenes de la segunda o tercera generación. El caldo de cultivo social en el que se desarrollan estos acontecimientos es bien conocido: es la sensación de segregación a la que están sometidas estas poblaciones en cuanto el acceso a la vivienda, el empleo y el ocio, debido a la xenofobia y el racismo, desde su llegada al territorio nacional. La interiorización de esta injusticia lleva a toda una juventud al resentimiento y, a veces, a la radicalización. Organizaciones, a menudo estructuradas a nivel internacional, prosperan en este terreno y aseguran con esta nueva identidad 'musulmana' una promoción efectiva, en una permanente sobrepuja que da a los más radicales a menudo mayor peso respecto a los más jóvenes o los más frágiles (entre estos últimos, un buen número de jóvenes conversos). El proyecto de estos grupos abiertamente segregacionistas, y que denuncian la integración como apostasía u opresión, va aún más allá. También se trataría de unir políticamente a estas poblaciones disociándolas de la nación francesa y agregándolas a una vasta 'nación musulmana'. Ya dijimos lo bien que nos parece que este proyecto se haya difundido y aplicado con la juventud escolarizada, especialmente entre estos alumnos de secundaria y bachillerato que a veces se niegan masivamente a identificarse como 'franceses' y toman como héroes a los partidarios de la guerra contra el mundo occidental".

No se puede expresar mejor que el problema no es un problema religioso sino político y que lo que está en juego no es una religión sino un proyecto político. Un proyecto de "disociación" de esta población para ponerla en contra de la nación francesa. Se podría también llamarlo una forma de fomento de la guerra civil. El año pasado, Jean-Pierre Obin y yo escribimos al Presidente de la República para pedir que nuestra República no siga abandonando a sus hijos a las redes salafistas que preparan el terreno para el yihadismo. Por mi parte, me resulta difícil permanecer como espectador de esta situación o contentarme con enseñar filosofía a mis alumnos como si no pasara nada. Ciertamente, el trabajo de un profesor permite desarrollar la capacidad de pensamiento crítico, pero ¿es esto suficiente frente a unos hábitos tan fuertes? ¿No es una situación esquizofrénica? Por eso, tras haber percibido los límites del trabajo de Parole à coeur ouvert, observé la porosidad de la asociación ante gente visceralmente hostil a los valores republicanos, y fundé con algunos amigos (algunos de los cuales están aquí presentes) un Círculo de Reflexión y Acción contra el Control Islamista. No queremos sustituir a las políticas públicas ni limitarnos a Trappes. Nuestro proyecto es mucho más amplio. Pronto podrán descubrir nuestras propuestas en nuestro futuro sitio web. Ya en nuestro instituto la directora ha iniciado un amplio proyecto de "prevención de fenómenos de radicalización a través de la emancipación". Este proyecto, en colaboración con la Prefectura y el Ministerio del Interior, se extenderá a lo largo de tres años y reunirá a los centros de enseñanza secundaria de Trappes (lo que supone, creo, cinco establecimientos). Importantes recursos financieros serán asignados para ponerlo en práctica. Un presupuesto fuera de lo común. Es un paso importante. Nosotros los profesores ya no podemos enseñar como antes, sólo siguiendo nuestro programa. También tenemos que preparar a nuestros alumnos para la ciudadanía y darles herramientas para entender el mundo en el que viven. Esta es nuestra misión principal.

Gracias por su atención."


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P.D.

Esto fue en 2018; estaría bien saber si el programa para emancipar a los jóvenes de Trappes está dando resultados. 


jueves, 18 de febrero de 2021

Giménez Barbat: 14-F y aledaños




Teresa Giménez Barbat, ex eurodiputada  liberal y responsable del Foro Euromind (Humanismo y Ciencia en el corazón de Europa: aquí se puede leer el impagable "Evolución y legados de la aventura secesionista en Cataluña" de VV.AA.), opina sobre las recientes elecciones catalanas:

Aquí  razonando en La Razón.

Y aquí en OK.Diario sobre el candidato de Vox,  Ignacio Garriga (y su negritud).

Y aquí una larga vídeo-entrevista donde Rius, de e-noticies.es acerca de los buenos catalanes.


lunes, 15 de febrero de 2021

Dos mundos

 

Didier Lemaire, entrevistado en LCI

 

Un artículo en La Revue des Deux Mondes sobre el profesor Didier Lemaire, que vive bajo protección policial por denunciar la islamización en su instituto y su ciudad.

Aquí en traducción exprés:

"Clamor contra el profesor de filosofía. Didier Lemaire, un escándalo francés"

Por Valérie Toranian, directora de La Revue des Deux Mondes [revista decana de la prensa francesa]. 15 de febrero de 2021.

"Esta es la historia de un profesor de filosofía en el país de Descartes y Voltaire, de pelo largo e ideas claras, que desde hace veinte años se obstina en ejercer en ciudades donde la República está muy necesitada de "húsares negros" [el sobrenombre que recibían los maestros (instituteurs) bajo la Tercera República francesa, tras el voto de las leyes sobre la enseñanza, auspiciadas por Jules Ferry. La expresión fue acuñada por el filósofo y poeta Charles Péguy] que mantengan sus valores en alto. Didier Lemaire lleva casi veinte años destinado en Trappes. Preocupado por el creciente arraigo del islamismo entre los jóvenes, coescribió con Jean-Pierre Obin (antiguo inspector general de Educación y autor de Comment on a laissé l’islamisme pénétrer l’école, Harmattan) una carta a Emmanuel Macron para defender el laicismo y a los profesores. Eso fue en 2018. Hace unos meses lo reiteró con un llamamiento en L'Obs en el que se preguntaba por el futuro de su profesión: "¿Cuánto tiempo más podremos ejercer nuestra profesión de transmisor si el Estado no cumple con su misión? ¿Podemos los profesores suplir la falta de estrategia de nuestros representantes para superar esta lacra mortal?" [* Ver más abajo la carta abierta íntegra] 

La constatación de Didier Lemaire no tiene nada de extraordinaria. El municipio de Trappes es citado regularmente como el "Molenbeek francés". Entre los jóvenes que fueron a hacer la yihad en la zona iraquí-siria entre 2014 y 2016, 67 procedían de Trappes. En octubre de 2017, en su discurso ante las fuerzas de seguridad interior, el propio Emmanuel Macron citó a Trappes como uno de esos lugares que requieren una estrategia "para prevenir y luchar mejor contra los comportamientos y acciones que favorecen la propagación de la radicalización".

Al mismo tiempo, una nota sin firmar [de los servicios de inteligencia franceses] sobre "prevención de la radicalización" informaba de que el 76% de las personas radicalizadas en el departamento de Yvelines (Trappes, en particular) tenía entre 15 y 35 años. El informe hablaba de empresas que financian el radicalismo, de proselitismo religioso con una dimensión social y caritativa. Destacaba la nota "un aumento de la práctica del ayuno durante el Ramadán entre los niños de 9 y 10 años  -hasta el 50% en algunas clases-; un aumento de las negativas a inscribirse en el comedor escolar (clases elementales) alegando que la carne no es halal; un incremento del uso de ropa religiosa (faldas largas) en las escuelas medias y secundarias; un rechazo creciente a participar en ciertas actividades escolares, como el canto, para las niñas...".

Didier Lemaire no oculta su pesimismo con la localidad de Trappes. Su valoración no es nada halagüeña. Pero constata los hechos, y los hechos son tercos. Y ahora ¿qué ocurre? Desde hace diez días, una ofensiva dirigida por el alcalde de Trappes está reescribiendo la historia. "El primero que diga la verdad debe ser ejecutado", cantaba Guy Béart. La diana se ha pintado en la espalda del profesor de filosofía. Ali Rabeh, alcalde de Trappes, cuya elección está siendo invalidada por sospechas de incumplimiento en las cuentas de campaña, ha declarado la guerra a Didier Lemaire. Le acusa de mentir, estigmatizar y dar una imagen negativa de Trappes y sus habitantes: Lemaire estaría "jugando a un juego peligroso en nombre de sus convicciones políticas".

Totalmente desatado, el alcalde redactó un panfleto y lo distribuyó en el recinto escolar del instituto de la Plaine de Neauphle. "No acepto los comentarios violentos que se hacen contra vosotros y los habitantes de Trappes y que condenan por adelantado, que relegan, que excluyen", escribe el alcalde. "Es insoportable porque es injusto y no se corresponde con la realidad [...]. Que nunca se diga que no valéis nada y que estáis perdidos para la República", continuaba Ali Rabeh, antes de concluir con estas palabras del rapero Kery James: "Somos de la periferia y orgullosos de serlo".

Pasemos por alto el procedimiento demagógico de citar letras de música rap para quedar bien con los alumnos, actitud despectiva y estigmatizante donde las haya. El contenido de la carta no sólo atenta contra la neutralidad que deben respetar los representantes públicos, sino que también es un intento de manipular a los estudiantes de secundaria, a los que se les hace creer que su profesor de filosofía afirma en todas partes que no valen nada y que están perdidos. Nada más lejos de la realidad. Que su profesor se preocupe por el clima general de una población y por el arraigo de un fundamentalismo identitario, antifrancés y antirrepublicano en las mentes de los jóvenes está en consonancia con la idea que tiene de su misión. Ése es un mérito suyo.

Los colegas de Didier Lemaire, indignados por los manejos del alcalde, escribieron un comunicado de apoyo al profesor ["Nuestro colega Didier Lemaire se ha expuesto a título personal para defender a nuestros alumnos del radicalismo, cuya presión percibimos regularmente. No hay duda de la sinceridad de su compromiso para los que hemos trabajado con él a diario"]. Pero de nada sirvió. Peor aún, el prefecto de Yvelines, Jean-Jacques Brot, acusa al profesor Didier Lemaire de "echar más leña al fuego". El prefecto, ya lo ven, "hace filigranas", actúa con los servicios del Estado mostrando mucha sutileza, y no necesita ahora que unos palurdos obtusos vengan a decirle la verdad y a hacerle el juego a Marine Le Pen. Sí, porque para Jean-Jacques Brot, el verdadero escándalo es que "el asunto ha sido aprovechado por toda una franja de la extrema derecha". Increíble intervención de un representante del Estado. ¿Es realmente el papel de un prefecto el impedir que un profesor se exprese sobre las condiciones de su profesión y la influencia del Islam en los alumnos? ¿Es su papel llamarlo títere de la extrema derecha? ¿O es más bien su papel hacer reinar el orden republicano y evitar que el alcalde convierta en un blanco a Didier Lemaire distribuyendo panfletos que lo descalifican?

Benoît Hamon, líder de Génération.s y mentor de Ali Rabeh, le asegura su total apoyo. Míster 6% (porcentaje de la izquierda en las elecciones presidenciales), que fue él mismo concejal en Trappes (sin haber vivido nunca allí), llama racistas e islamófobos a quienes atacan a Rabeh. ¿Por qué debería sorprendernos? Recordemos que él mismo había convocado la manifestación "Stop islamofobia" el 10 de noviembre de 2019, con el exdirector del CCIF [Colectivo Contra la Islamofobia en Francia] encabezando la marcha y haciendo corear "Allahou Akbar" a los manifestantes.

A la cabeza de la ofensiva anti-Lemaire, el periódico Le Monde, siempre de los primeros en poner en duda y desacreditar a quienes llama descaradamente "laicastros": una especie de "nazis" del laicismo que, según el diario de la tarde, amenazan peligrosamente nuestras instituciones. En Le Monde Didier Lemaire  es presentado como un cuasi-fabulador. Trappes es una localidad tranquila. Didier Lemaire nunca ha sido amenazado. Y todas sus declaraciones son escandalosas. Sin embargo, fueron dos excelentes plumas de Le Monde, Ariane Chemin y Raphaëlle Bacqué, quienes habían arrojado una luz particular sobre Trappes en su libro La Communauté en 2018 (Albin Michel). En él, describían la lenta deriva del clientelismo, los empresarios identitarios y los estudiantes que se negaban a creer a la directora del instituto que les explicaba que la tierra gira alrededor del sol y no al revés...

¿La prueba suprema de que Didier Lemaire es un odioso mentiroso y un peligroso agitador? Pues una vez dijo que no quedaban ya peluquerías mixtas en Trappes. ¡Y resulta que hay 4 de 16!, exclaman triunfantes Ali Rabeh y todos los detractores del profesor de filosofía. No sabemos si reír o llorar. Porque si tres cuartas partes de las peluquerías de Trappes no son unisex, esto sigue llevando agua al molino del profesor de filosofía. Pero eso no les importa ni a Ali Rabeh ni a nuestros medios de comunicación ni a nuestros políticos, ya sean los del "osito de peluche" [buenistas] o los de la izquierda islámica. Lo importante es alertar a Francia sobre el peligro que se cierne sobre ella: la derechización denunciada severamente por Clémentine Autain [diputada de La France Insoumise, quien declaró en los medios y Twitter que el alcalde y los habitantes de Trappes eran víctimas, a raíz de la denuncia de Didier  Lemaire, de una cacería por parte de la derecha "trumpista"]. Como habrán comprendido, cualquier representante electo o personalidad política que adopte una postura demasiado firme respecto al Islam político, ostenta posiciones "islamófobas" y será un "trumpista".

En Francia, a día de hoy, a los que denuncian se les llama "mitómanos" y a los partidarios de "no remover las aguas", héroes. Estamos inmersos en una abrumadora confusión de valores."

Valérie Toranian


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El llamamiento de Didier Lemaire en L'Obs en V.O.

Y aquí debajo en traducción exprés:

1 de noviembre de 2020.

Carta abierta de un profesor de Trappes 

En vísperas de un regreso a las clases teñido de luto por la muerte de Samuel Paty, Didier Lemaire, profesor de filosofía en Trappes (Yvelines), llama a la resistencia frente a la amenaza islamista.

Didier Lemaire es profesor de filosofía en Trappes desde hace veinte años. Testigo de la progresión del dominio islamista en el libro La Communauté de Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin. Ya en 2018, junto con Jean-Pierre Obin, inspector de Educación nacional y autor de un informe sobre los ataques al laicismo en las escuelas, escribió una carta al presidente de la República pidiéndole que actuase urgentemente para proteger a sus alumnos de la presión ideológica y social que se ejerce sobre ellos. ("La escuela está contaminada por la tentación del comunitarismo").

Ahora él se pregunta cómo pueden los profesores suplir la falta de una estrategia estatal para derrotar al islamismo.


La carta abierta:

"¿Cómo compensar la ausencia de una estrategia estatal para derrotar al islamismo?

Queridos colegas profesores,

Un profesor, colega nuestro, murió simplemente por enseñar los principios en los que se basan nuestra República y nuestra historia: la libertad de pensamiento y su corolario, la libertad de expresión.

A través de él, estos asesinos apuntaron a todos los profesores que cada día transmiten esa parte de sí mismos que otros, a su vez, les han transmitido. Esta parte que es la mejor parte de nosotros mismos porque nos convierte en seres singulares abiertos a todos los demás seres humanos. El pensamiento, liberado del miedo a la autoridad, de la ignorancia, del oscurantismo, de la ilusión y del encierro en la certeza es, sin lugar a dudas, nuestra parte más personal, pues depende en primer lugar de nosotros el poder construir nuestro propio juicio. En una sociedad en la que debamos pensar como los demás, sin tener derecho a la duda y al diálogo, nadie puede llegar a ser él mismo.

Pero llegar a ser un individuo libre sólo es posible bajo dos condiciones: un estado de Derecho que impida a cualquier comunidad confiscar la libertad del individuo imponiéndole una forma de ser y de pensar; y una escuela que prepare a todo hombre para ser un ciudadano mediante la transmisión de una cultura humanista, científica, artística y filosófica.

Pues bien, la primera de estas condiciones ya no existe en muchos barrios. Como profesor de filosofía en Trappes desde hace veinte años, he sido testigo de la progresión de un control comunitario cada vez más fuerte sobre las conciencias y los cuerpos. El año que llegué al instituto, la sinagoga de Trappes fue quemada y familias judías se vieron obligadas a marcharse. Tras los asesinatos de 2015 y 2016, me involucré en acciones preventivas, sobre todo a través del teatro y de encuentros con historiadores y sociólogos especializados en la manipulación. Constatando que mis esfuerzos chocaban con fuerzas que escapaban a mi control, en 2018 escribí, con Jean-Pierre Obin, al Presidente de la República pidiéndole que actuase urgentemente para proteger a nuestros estudiantes de la presión ideológica y social que se ejercía sobre ellos, una presión que los aislaba paulatinamente de la comunidad nacional. Por desgracia, no se ha tomado ninguna medida eficaz para frenar este fenómeno. Actualmente hay 400 expedientes "S", de "radicalización", en Trappes, sujetos que circulan libremente, sin contar con los fichados por terrorismo. Y nuestros alumnos viven una situación esquizofrénica en la que el conflicto de lealtades se vuelve inextricable para ellos.

Hoy, son la escuela y la libertad las que están siendo atacadas. No sólo por un individuo, el asesino: el asesino no es más que el brazo armado de un proyecto llevado a cabo por miles de ideólogos que, como los nazis en el pasado, alimentan el sentimiento de ser víctima para incitar al odio y preparar el camino a la acción. Estos ideólogos no son en absoluto "separatistas": no quieren simplemente sacar a la gente del territorio nacional, quieren derribar a la República y a la democracia y a su corazón: la escuela.

Su estrategia fue teorizada tras el 11-S en el libro de Al-Suri (cuyo esquema general fue explicado por el politólogo Gilles Kepel, que lleva años viviendo bajo protección policial). Consiste en multiplicar los actos de terror, en esa "estrategia de [Al Qaeda] de los mil cortes", en agotar al enemigo, demasiado poderoso para plantearle una guerra frontal. Para tal fin, estos ideólogos utilizan la búsqueda de la pureza religiosa -como en su día los nazis utilizaron la búsqueda de la pureza racial- para presentar estos asesinatos como actos necesarios y nobles. La pertenencia a la humanidad parece entonces quedar confinada en un grupo "puro", mientras que el otro debe ser eliminado. Al exacerbar el sentimiento de humillación entre las poblaciones mal integradas y al ofrecer la perspectiva de la pureza religiosa, incitan a los jóvenes (a menudo delincuentes y marginados de la sociedad) a odiar a Francia y a los franceses.

Al mismo tiempo, neutralizan cualquier toma de conciencia del peligro jugando con la mala conciencia de los "progresistas", y coqueteando con ellos bajo el pretexto de luchar contra el "racismo", la "injusticia" o la "violencia policial". Al saturar el espacio público con sus emblemas y prácticas, que no dejan de ser signos de crímenes contra la humanidad, empezando por la reducción de las mujeres a la esclavitud; al infiltrarse en las escuelas, las universidades, las escuelas técnicas superiores, la esfera política local y nacional; al difundir por todas partes el doble discurso y la consigna de "aceptar al otro en su diferencia", paralizan cualquier voluntad de responder a estos asesinatos con algo más que no sean sólo palabras, velas y flores.

Esta guerra ideológica les permite conquistar la legitimidad pervirtiendo nuestros ideales, vaciándolos de su significado. Algunos de ellos ocupan ahora puestos importantes, en la radio, en el cine o incluso en el propio Estado. Consiguen hacerse pasar por baluartes contra el fanatismo mientras trabajan de consuno con los ideólogos que quieren destruir nuestra cultura. Hoy se les puede ver cómo influyen en los sindicatos de estudiantes, en el profesorado, en las llamadas confederaciones -supuestamente laicas- de padres de alumnos y en ciertos partidos políticos que ya ni siquiera dudan en transmitir su antisemitismo.

¿Cómo educar?

De ahí que cada vez que se produce un asesinato se dé un estado de asombro entre la opinión pública. Sin embargo, estos asesinatos obedecen a una lógica y a una progresión. Se llevan a cabo rigurosamente según el mismo modus operandi: asesinato ciego y deshumanizado, atrincheramiento y enfrentamiento final del que lo perpetra para morir "como un mártir". Su progresión procede por extensión e intensificación. Los primeros atentados tuvieron como objetivo a los judíos, tanto adultos como niños. (Fueron precedidos por una cincuentena de atentados contra sinagogas entre enero de 2000 y junio de 2001 y que no se tomaron en serio, como aquí en Trappes). Ese mismo año de 2001 el ejército también fue objeto de ataques. Luego lo fueron otros representantes del Estado, policías y representantes de la cultura y de otras religiones, jóvenes franceses, y ahora cualquier francés en cualquier lugar del territorio. El ataque a la escuela era un objetivo previsible porque fue declarado desde, al menos, 2015. Estamos en el comienzo de una guerra mediante el terror que se extenderá y crecerá porque muchos de nuestros conciudadanos prefieren no ver que es nuestro patrimonio y nuestra herencia lo que está siendo amenazado. Reconocerlo sería tener que defenderlo con valor.

Samuel Paty tenía ese valor. Sin duda porque apreciaba nuestro patrimonio, nuestra herencia. Pero no fue protegido por la institución, que subestimó la amenaza, fiel a la conducta evasiva de nuestros representantes políticos y de la mayoría de nuestros conciudadanos.

Y hoy sólo podemos preguntarnos por el futuro de nuestra profesión. ¿Cómo enseñar idiomas, artes, ciencias y cultura general a unos chavales que están sometidos desde pequeños a la fenomenal presión social de estos ideólogos? ¿Debemos seguir actuando como si nuestros alumnos no estuvieran sometidos a dicha presión? ¿Cuánto tiempo más podremos ejercer nuestra profesión de transmisor si el Estado no cumple su misión? ¿Podemos los profesores compensar la falta de estrategia de nuestros representantes para superar esta lacra mortal?". 

Didier Lemaire

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P.D.

Didier Lemaire disfruta de protección policial permanente desde que hizo pública esta carta abierta, escrita tras la decapitación del profesor Samuel Paty por haber mostrado las famosas caricaturas de Mahoma en una clase sobre la libertad de expresión en su instituto.