jueves, 16 de noviembre de 2023

La rendición vista desde Francia

Una tradu exprés pero importante de esta tribuna de hoy en Le Monde:


Manuel Valls y Benoît Pellistrandi: "El acuerdo alcanzado por el Gobierno español con los independentistas catalanes es una rendición incondicional".

TRIBUNA

Manuel Valls Ex Primer Ministro - Benoît Pellistrandi Historiador

En un artículo publicado en Le Monde, el ex primer ministro Valls francés y el historiador  Pellistrandi sostienen que el acuerdo gubernamental hecho público el 9 de noviembre, que permite al presidente del Gobierno español saliente volver al cargo con el apoyo de los independentistas catalanes, es una "descalificación intelectual y moral de la democracia española".


"Tres meses y medio después de las urnas, el 23 de julio de 2023, Pedro Sánchez reunirá una mayoría parlamentaria que le permitirá ser investido presidente del Gobierno. La nueva mayoría, que incluye a los socialistas y a la coalición de izquierdas Sumar, suma a los nacionalistas e independentistas vascos y a los independentistas de Izquierda Republicana de Cataluña [ERC], más los siete diputados imprescindibles de Junts per Catalunya, el partido independentista del expresidente catalán Carles Puigdemont.

El acuerdo hecho público el 9 de noviembre expone las concesiones unilaterales que el PSOE hace a las exigencias de un partido dirigido por un hombre que, durante seis años, ha eludido sus responsabilidades penales ante los tribunales españoles. Pronto ya no tendrá que responder de nada, pues acaba de presentarse en el Parlamento una ley de amnistía general. Impedirá cualquier procesamiento y levantará todas las condenas y procesamientos derivados de las diversas acciones ilegales y las numerosas manifestaciones violentas que estos políticos catalanes protagonizaron con el objetivo de proclamar unilateralmente la independencia de su región. Provocaron una respuesta muy firme, primero del Rey Felipe VI, luego del Gobierno del PP, con el apoyo del PSOE y de la judicatura.

La condición de una amnistía -respecto de la cual los socialistas habían insistido, durante la campaña electoral, en que era inconstitucional y no tenía nada que ver con sus intenciones- ha sido finalmente aceptada. Pedro Sánchez reconoció que tuvo que "hacer de la necesidad virtud". Y ello a pesar de las numerosas reservas, expresadas en particular de forma muy argumentada por Felipe González, expresidente del Gobierno socialista (1982-1996), quien advirtió en la página web de su fundación el 7 de noviembre de que este acuerdo sería peligroso para España; o por Juan Luis Cebrián, que hizo lo propio el 13 de noviembre en las páginas de El País, del que fue primer director.

Nacionalismo étnico-tribal

En realidad, el acuerdo alcanzado es una rendición incondicional de los socialistas al relato independentista radical de Carles Puigdemont. ¡En la exposición de motivos, los dos partidos se remontan a la Guerra de Sucesión -1714- para justificar el acoso político de la España castellana a la víctima Cataluña! Y las tesis de un nacionalismo étnico-tribal son validadas sin la menor cautela. El movimiento independentista catalán ha sabido imponer hábilmente la existencia de dos soberanías opuestas. Por un lado, el pueblo, una supuesta mayoría -en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, que no ofreció ninguna garantía jurídica, los catalanes que votaron sí a la independencia sólo representaban el 38,07% de los inscritos en el censo-; por el otro, las "instituciones" -nada en el texto recuerda que se trata de las instituciones democráticas de España-, validadas por un referéndum masivo el 6 de diciembre de 1978 y vitalizadas por cuarenta y cinco años de práctica democrática.

Peor aún, el acuerdo estipula que el poder parlamentario podrá investigar cualquier manipulación política de la que hubiera podido ser culpable el poder judicial español. Carles Puigdemont hizo firmar al PSOE que los procesos por abuso de poder y malversación de fondos eran materia de persecución política y no de aplicación del derecho común.

En una declaración conjunta, todas las asociaciones de magistrados y el conjunto de la judicatura denunciaron inmediatamente este atentado contra la separación de poderes.

Junts también consiguió que se estableciera un "mecanismo internacional de acompañamiento, verificación y seguimiento" para este acuerdo político, como si se tratara de una salida a un conflicto entre dos Estados. A esto hay que añadir una serie de cuestiones fiscales y presupuestarias que ponen en entredicho la igualdad entre españoles y la financiación de las comunidades, basada en la perecuación solidaria entre las regiones ricas (Madrid, Cataluña, Baleares) respecto a las demás.

Al margen de las previsibles reacciones de la oposición de derechas -que Pedro Sánchez esperaba con impaciencia para presentarse como un estadista de la reconciliación frente a la derecha del odio-, gran parte de lo que contiene este acuerdo sólo podrá lograrse si la arquitectura institucional de España se pone totalmente patas arriba. Esto no será posible en el marco actual de los mecanismos de reforma constitucional, a menos que se prescinda de las normas del Estado de Derecho. Pero es indudable que Pedro Sánchez ha elegido a sus aliados parlamentarios en el campo de quienes niegan a la Constitución española su dimensión democrática, empezando por los herederos políticos de la banda terrorista ETA, los diputados de EH Bildu.

Socavar el Estado de Derecho

Pero el acuerdo no es sólo un engaño. Es una descalificación intelectual y moral de la democracia española. La Constitución de 1978 resolvió por consenso los grandes problemas históricos de España. Pedro Sánchez somete así al PSOE al giro más radical, y más contrario a su identidad, de toda la historia de la democracia, con unos independentistas catalanes aprovechando descaradamente la posición de fuerza que les da esa llave parlamentaria de siete diputados.

Como europeos, debemos estar extremadamente preocupados por esta deriva de un gran país que va camino de socavar el Estado de Derecho. Sabíamos que el nacionalismo era peligroso: lo está demostrando al amenazar un gran éxito democrático en nombre de ideas fantasiosas, de una falsificación de la historia y de una reivindicación étnica del pueblo catalán. Hubiera estado bien que la gran socialdemocracia española mostrase más valentía y coherencia con su historia, y que hubiera opuesto a la exclusión y al odio la comprensión y el consenso. ¿Cómo puede justificar Pedro Sánchez su negativa a dialogar con el principal partido español, el Partido Popular, y a aceptar las condiciones leoninas de un partido que sólo tiene el 1,6% del voto nacional y el 11,16% del voto catalán?

Por nuestros lazos personales con España, nos consterna verla atrapada por sus demonios interiores en un momento en que el mundo está en llamas y cuando, por la fuerza de su historia, podría estar aportando una voz indispensable, como hizo en su día al acoger en 1991 la conferencia sobre la paz en Oriente Próximo, en lugar de aceptar su relegación internacional, a la que está condenada por la ceguera geopolítica de unos aprendices de brujo del nacionalismo".

Benoît Pellistrandi es historiador y autor de Fractures de l'Espagne (Gallimard, 2022). Manuel Valls, ex primer ministro francés (2014-2016), fue concejal de Barcelona (2019-2021).