lunes, 28 de junio de 2021

Trampas al solitario para el colectivo


Cataluña [toro].- "Lo que nos faltaba...". [Unión Europea]. (Ramson/Le Parisien)




En el informe del indulto a Forcadell, se lee en el punto 29 (IV. PROPUESTA DE INDULTO A DOÑA CARME FORCADELL I LLUÍS, p. 23)  (pero vale para cualquiera de las otras propuestas de los nueve indultos).


"Conforme a los datos de opinión del Centre d’Estudis d’Opinió, en 2006 el independentismo contaba con un apoyo del 14%. A partir de ese año, se produjo un incremento que elevó ese porcentaje hasta el 49% en 2013, el  nivel más alto de la década. A partir de ese año se inicia una tendencia descendente y en 2017 el independentismo contaba con un apoyo del 35%. En el último sondeo de opinión [2021], citado más arriba, ese apoyo ha aumentado de nuevo hasta el 44,9%".

Este párrafo de los indultos da a entender cosas peregrinas cuando no absurdas: 

1) Que en 2017 el apoyo al  independentismo era 14 puntos porcentuales (14%) inferior al de 2013 (?¿ A santo de qué); 

2) O que, desde 2017, el independentismo ha crecido hasta hoy 11 puntos, (11%) (?¿ A santo de qué)

Por otro lado, la idea subyacente en el párrafo demoscópico sería que los periodos de cárcel [2018-2021] han dopado el sentimiento independentista.

Algo que, con los datos más completos de la misma fuente, CEO, es falso. [https://upceo.ceo.gencat.cat/]

Pues resulta que si se examinan los años que no se citan, (vide infra) se echa de ver lo siguiente:

- el impacto de la cárcel  preventiva en 2018 hizo más bien que bajara el apoyo indepe 8 puntos porcentuales.

- la sentencia de octubre de 2019 apenas hizo subir el apoyo: solo un 1%.

- y, last but not... last and absolutely not least, la estancia en la cárcel post-sentencia... hizo bajar el apoyo casi  6 puntos porcentuales.


Resulta pues que en la recogida de datos del  CEO se omiten (¿voluntariamente?) muchas estaciones intermedias, [aparte de la horquilla de 2007 a 2012 y de 2014 a 2016], y también brillan por su ausencia los porcentajes de apoyo al sentimiento independentista en los años 2018, 2019 y 2020.

Aquí van los guarismos, recogidos en la fuente:

Con (*) todos los datos omitidos en el párrafo  29 del informe sobre Carme Forcadell.
En amarillo los % recogidos en el párrafo.

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2006: 14%
*2007: 16,9%
*2008: 17,6%
*2009: 20,9%
*2010: 21,5%

-Sentencia del TC sobre el Estatut - 28 de junio de 2010.

*2011: 28,2%

-Diada multitudinaria 2012, previa a la visita de Artur Mas a Mariano Rajoy, final de septiembre 2012, para pedir un pacto fiscal "a la vasca".

*2012: 44,3% !! (datos posteriores por tanto a la visita de Artur Mas a Moncloa]

2013: 49%
*2014: 49,4%
*2015: 46,6%
*2016: 41,6%

2017: 35% (ojo: es el dato del primer trimestre)

Pero después de los hechos de septiembre y de octubre en el mismo 2017, la cosa cambió:
 
*2017 (10 de octubre de 2017): 48,7%

- Aplicación del 155 (octubre 2017- junio 2018)

*2018: 40, 8%
*2019: 47,2%
*2020: 48,7%

2021: 44%

Es decir, la supuesta lógica inherente al párrafo que argumenta en favor de la utilidad del indulto, con este iter reducido a 4 escalas: 2006/2013/2017/2021 pretende indicar que el sentimiento independentista se empezó a disparar -a partir de una cierta irrelevancia, ese 15% 2006-, y alcanzó su culmen en 2013 [tras el rechazo del pacto fiscal de Artur Mas a Rajoy, allí es donde se da el gran salto de 16% la mayor crecida histórica absoluta], y fue descendiendo un poco en los años previos y posteriores a la consulta del 9-N de 2014, y siguió bajando el año de los hechos de 2017 (primer trimestre, 35%) aunque luego habría ido subiendo, hasta hoy, que está en el 44%.

En este crono-razonamiento, se omiten varias estaciones intermedias: por ejemplo, la de que el 10 octubre de 2017, el sentimiento llegó al 48,7%, subiendo así pues hasta 14 puntos porcentuales más en unos meses desde inicios de 2017 (!), para bajar  luego hasta el nivel del 40,8% en 2018, estando los presos en prisión preventiva, pero volviendo a subir en 2019 y 2020, y finalmente bajando actualmente hasta la cifra del 44%.

El gran auge (ya se ha dicho) se produce en 2012-2013; ese es el gran salto, conectado indudablemente con el pacto fiscal exigido por Artur Más a Rajoy Menos; luego, desde 2013 hasta hoy las variaciones del apoyo fluctúan por diversos y variados posibles motivos, pero no influidos por el factor cárcel o, al menos, si fuera por el factor cárcel no de manera coherente.

¿Pero qué coherencia hubo en el Procés? [Procès (sic)** con acento grave en el texto del gobierno, grave esnobismo]

**"De hecho, esta propuesta entiende que la utilización política y mediática por parte de algunos de los condenados en la causa del Procès (sic) para entorpecer los intentos de diálogo refuerzan la decisión que aquí se propone". (Sección IV, punto 21, indulto de Jordi Cuixart i Navarro)

De este recorrido más completo, que es una montaña rusa, debería más bien concluirse que la prisión preventiva, la sentencia firme y el cumplimiento de la pena cárcel post-sentencia NO son factores que hayan hecho crecer el sentimiento independentista.

Y, además, que la aplicación del 155, si acaso, hizo bajar ( 8 puntos porcentuales) el sentimiento independentista.

Resumiendo: no hay tal vínculo causal implícito en el párrafo gubernamental entre la cárcel y el aumento del independentismo y, por ende, entre la salida de la cárcel y las utilidades públicas (salvo la de seguir gobernando con el indispensable apoyo independentista).

Vale.
 

sábado, 26 de junio de 2021

Pedantesas epicenas


                                   Cuidado con el/la perro/a


La emasculación lingüística rige en todas partes. ¡Hasta en la helvética república!

Verbigracia, este artículo de Marc Bonnant, afamado penalista suizo, conocido como "el Mozart de los tribunales", y gran defensor de la libertad de expresión, en una de sus crónicas dominicales en Le Matin.


Aquí en V.O.

Y aquí una versión "expresesa".


¡Salerno! ¡Salerno! ¡Salerno! ¡Triste llanura!

En su Carta sobre los espectáculos de 1758 dirigida a D'Alembert, Rousseau vaticina: "A falta de poder hacerse hombres, las mujeres nos hacen mujeres". Una oscura profecía que hoy se hace realidad.

Casandra siempre tiene razón.

Unas cuantas generaciones de feministas furiosas han conseguido castrar a la mayoría de los hombres. El hombre blanco es ahora, psíquicamente, un castrado o un capón. Demos gracias a los musulmanes, el último bastión de la virilidad. Los rousseaunistas -me refiero al capítulo V del Emilio, o de la Educación- todavía saben asignar a Sophie, la rectitud: a Aïcha, la modestia, la abnegación y la devoción,  virtudes que ahora han perdido algunas de nuestras jacarandosas habladoras nativas, nuestras compañeras modernas. Ofenden a la naturaleza.

Fin del singular masculino, pues.

Y ahora... las vengadoras Erinias atacan el plural masculino. El vocabulario y  la sintaxis. Él/Ella tendrán que ser castrad-o-a-es.

Atacar las palabras es atacar a las Letras. Es un ataque al lenguaje; que no es sólo un medio de expresión, sino una representación del mundo. Tiene, con la cultura, un vínculo orgánico.

La lengua es una especie viva... Nace y evoluciona. Ni las enfermedades de la juventud, ni el desgaste, ni el olvido -la obsolescencia- la perdonan. La lengua es frágil y está expuesta. Debemos cuidarla ecológicamente. Los lingüistas saben lo que la amenaza: los crímenes del amor, los crímenes de la libertad...

Los primeros conducen al purismo, a un lenguaje sacralizado, congelado en su perfección. Tener el siglo XVII francés como única y última referencia es un crimen de amor. Los segundos, acogen todas las aportaciones extranjeras, crean neologismos inútiles y consienten que se difumine la frontera entre la palabra escrita y la hablada. Estos son los crímenes de la libertad.

Algunas personas biempensantes añaden más cosas a estos crímenes habituales: pretenden mezclar la moral con el lenguaje. Peor aún, la igualdad.

Como la Sra. Sandrine Salerno. El vasto campo de nuestras derrotas (de ahí mi título hugoliano: "triste llanura"). Nuestra consejera administrativa es un producto puro de la democratización de los estudios y de la porosidad de las clases sociales. Inculta por haber repudiado toda herencia, es un ejemplo de nuestra modernidad. Necesariamente feminista, si se me concede que el feminismo es ante todo la reivindicación y la arrogancia de las desheredadas. En una palabra: una mujer de izquierdas...

Ahora, ella se atreve a declarar que "una lengua no tiene que ser bella, pero sí justa". Una sepulturera del gusto.

Así, surge todo un vocabulario eufemístico, no discriminatorio, respetuoso con el otro y su diferencia. Ni los enanos, ni los ciegos, ni los sordos son ahora llamados por sus nombres. Ni los imbéciles, de quienes se dice que tienen la inteligencia del corazón.

Sólo la cultura, que es tradición y uso, es la base de la lengua. Nuestras nuevas Preciosas Ridículas lo crean por decreto. Es necesario, prescriben ellas, desexualizar el vocabulario... feminizándolo. Roland Barthes, en su conferencia inaugural en el Collège de France, dijo que la lengua es fascista*. A partir de ahora, también será femenina.

La Académie, que lleva más de trescientos años regulando "los más bellos usos de la Corte y la Villa", ha sido recusada por sexista. Cerebros ideológicamente nebulosos han excretado un "Diccionario epiceno". Al hojear este léxico, habrá usted retenido algunas perlas de la novlengua salerniana.  Breve monstruario: una "asesoresa", una "administrativesa", una "alcaldesesa", una "predecesoresa" y la deliciosa "Bombera Zapadora". Lo grotesco compite con lo incongruente; lo feo con lo ridículo.

¡A la mierda el Thesaurus de Jean Nicot, los diccionarios de Furetière o de Trévoux! Y el Littré y el Dictionnaire de l'Académie . Y la gramática Bescherelle. Un autodafé.

Sandrine Salerno, Thérèse Moreau (una oscura escritora  [epicenista] de elegantes oscuridades) y otras pedantas -¿o mejor debería decir pedantesas?- retozando alrededor del fuego: un aquelarre lúgubre y funesto.

 Marc Bonnant


* "La lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir" (Roland Barthes, 9 enero de 1977, Lección inaugural del Collège de France)



viernes, 11 de junio de 2021

Houellebecq y la eutanasia


Viñeta de Glon.  
Houellebecq contra el suicidio por eutanasia. "Milito en favor de una vida con plena salud hasta el final"


Alegato del conocido autor francés en contra de la eutanasia. Aquí en V.O.  en Le Figaro.

 

Y aquí debajo una tradu exprés.


"Una civilización que legaliza la eutanasia pierde todo derecho al respeto"


LE FIGARO. 5 de abril de 2021

Mientras se debate esta semana [la del 5 de abril] en la Asamblea un proyecto de ley para legalizar el suicidio asistido, el escritor, que muy rara vez interviene en el debate público, explica por qué se opone ferozmente a lo que considera una ruptura antropológica sin precedentes.

Por Michel Houellebecq

Premisa número1: nadie quiere morir. Por lo general, uno prefiere una vida disminuida a no tener ninguna vida; porque todavía hay pequeñas alegrías. ¿Acaso la vida no es, casi por definición, un proceso de disminución? ¿Y hay alegrías aparte de las pequeñas (esto merecería ser explorado)?

Premisa número 2: Nadie quiere sufrir. Es decir, sufrir físicamente. El sufrimiento moral tiene su encanto, e incluso puede utilizarse como material estético (y yo no me he privado de ello). El sufrimiento físico no es más que un puro infierno, carente de interés y significado, del que no se puede aprender ninguna lección. La vida puede haber sido descrita sumariamente (y falsamente) como una búsqueda de placer; es, con mucha más seguridad, una evitación del sufrimiento; y casi todo el mundo, ante la disyuntiva entre el sufrimiento insoportable y la muerte, elige la muerte.

Premisa número 3, la más importante: el sufrimiento físico puede ser eliminado. Principios del siglo XIX: descubrimiento de la morfina; desde entonces han aparecido un gran número de moléculas relacionadas. Finales del siglo XIX: redescubrimiento de la hipnosis; todavía se utiliza poco en Francia.

Sólo la omisión de estos hechos puede explicar las espantosas encuestas a favor de la eutanasia (96% a favor, si no recuerdo mal). El 96% de las personas entienden que se les haga la pregunta: "¿Prefiere que le ayuden a morir o pasar el resto de su vida con un dolor insoportable?", mientras que el 4% conoce realmente la morfina y la hipnosis; el porcentaje parece plausible.

Me resisto aquí a lanzar un alegato en favor de la despenalización de las drogas (y no sólo de las "blandas"); ese es otro tema, y al respecto me remito a las sabias observaciones del excelente Patrick Eudeline.

Los partidarios de la eutanasia se llenan la boca con palabras cuyo significado desvirtúan hasta el punto de que ni siquiera se les debería permitir pronunciarlas. En el caso de la "compasión", la mentira es palpable. En el caso de la "dignidad", es más insidiosa. Nos hemos alejado gravemente de la definición kantiana de dignidad al sustituir progresivamente el ser moral por el ser físico (¿negando la noción misma de ser moral?), al sustituir la capacidad propiamente humana de actuar obedeciendo al imperativo categórico por la concepción más animal y más plana del estado de salud, que se ha convertido en una especie de condición de posibilidad de la dignidad humana, hasta representar finalmente su único significado verdadero.

La dignidad es algo sin lo que podemos vivir; podemos prescindir de ella. Por otro lado, todos tenemos una mayor o menor necesidad de sentirnos necesarios o queridos, a falta de ser valorados.

En este sentido, apenas he tenido la impresión, a lo largo de mi vida, de mostrar una dignidad excepcional; y no tengo la impresión de que la cosa vaya a mejorar. Voy a acabar perdiendo el pelo y los dientes, mis pulmones van a empezar a desmoronarse. Me volveré más o menos indefenso, más o menos impotente, quizá incontinente, quizá ciego. Al cabo de un tiempo, una vez alcanzado cierto grado de degradación física, inevitablemente acabaré diciéndome (si, con suerte, no me lo hacen ver) que no me queda dignidad.

Bueno, ¿y qué? Si eso es la dignidad, podemos vivir sin ella; no la necesitamos. Por otro lado, todos necesitamos sentirnos necesitados o queridos, o al menos valorados, o incluso, posiblemente en mi caso, admirados. También es cierto que podemos perderla; pero no podemos hacer mucho al respecto; los demás juegan un papel muy decisivo en este sentido. Y me veo pidiendo morir sólo con la esperanza de que alguien me diga: "No, no, no, quédate con nosotros"; eso sería propio de mí. Y lo que es más, lo confieso, sin la menor vergüenza. La conclusión, me temo, es obvia: soy un ser humano absolutamente desprovisto de toda dignidad.

Uno de los argumentos habituales es que Francia está "atrasada" con respecto a otros países. La exposición de motivos del proyecto de ley que se presentará próximamente a favor de la eutanasia es cómica en este sentido: cuando se buscan los países respecto de lo cuales Francia está "atrasada", sólo encuentran Bélgica, Holanda y Luxemburgo; no me impresiona mucho.

El resto de la exposición de motivos consiste en una retahíla de citas de Anne Bert, presentadas como "admirables por su fuerza", pero que tuvieron el desafortunado efecto de despertar en mí no pocas suspicacias. Así, cuando afirma: "No, la eutanasia no es eugenesia"; sin embargo, es evidente que sus partidarios, desde el "divino" Platón hasta los nazis, son exactamente lo mismo. Del mismo modo, cuando continúa: "No, la ley belga sobre la eutanasia no fomenta el expolio de la herencia"; confieso que no había pensado en ello, pero ahora que lo menciona...

Inmediatamente después, deja caer que la eutanasia "no es una solución de orden económico". Sin embargo, hay algunos argumentos sórdidos que sólo se pueden encontrar entre los "economistas", si es que el término tiene algún significado. Fue Jacques Attali quien, en un viejo libro, insistió mucho en el coste que supone para la colectividad mantener vivos a los ancianos; y no es de extrañar que Alain Minc, más recientemente, haya ido en la misma dirección; Attali no es más que Minc en plan más estúpido (por no hablar del payaso de Closets, que es como el mono de los dos anteriores, su bufón).

Los católicos resistirán como puedan, pero, por desgracia, nos hemos acostumbrado a que los católicos pierdan siempre. Los musulmanes y los judíos piensan, sobre este tema, como en muchos otros temas llamados "sociales" (una palabra fea), exactamente lo mismo que los católicos; los medios de comunicación generalmente hacen un buen trabajo para ocultarlo. No me hago muchas ilusiones, estas confesiones acabarán doblegándose, sometiéndose al yugo de la "ley republicana"; sus sacerdotes, rabinos o imanes acompañarán a los futuros eutanasiados diciéndoles que ahora las cosas  son muy buenas, pero que mañana serán mejores, y que aunque los hombres les abandonen, Dios cuidará de ellos. Admitámoslo.

Desde el punto de vista de los lamas, la situación es probablemente aún peor. Para cualquier lector consecuente del Bardo Thödol, la agonía es un momento especialmente importante en la vida del hombre, pues le ofrece una última oportunidad, incluso en el caso de un karma desfavorable, de liberarse del samsara, el ciclo de encarnaciones. Por tanto, cualquier interrupción anticipada de la agonía es un acto francamente criminal; por desgracia, los budistas no intervienen mucho en el debate público.

Quedan los médicos, en los que tenía fundadas pocas esperanzas, probablemente porque los conocía mal, pues es innegable que algunos de ellos se resisten, se niegan obstinadamente a dar la muerte a sus pacientes, y quizás seguirán siendo la última barrera. No sé de dónde sacan esa valentía, quizá sea el respeto al juramento hipocrático: "No daré veneno a nadie, aunque me lo pida, y no tomaré la iniciativa de tal sugerencia". Debe haber sido un momento importante en sus vidas, el pronunciamiento público de este juramento. En cualquier caso, es una bonita pelea, aunque uno tenga la impresión de que es una pelea "por el honor". No s es poca cosa, el honor de una civilización; pero es algo más lo que está en juego: a nivel antropológico es una cuestión de vida o muerte. Debo ser muy explícito en este punto: cuando un país -una sociedad, una civilización- llega a legalizar la eutanasia, pierde, en mi opinión, cualquier derecho al respeto. Entonces no sólo es legítimo, sino deseable, destruirlo para que otra cosa -otro país, otra sociedad, otra civilización- tenga la oportunidad de nacer."

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