miércoles, 20 de octubre de 2021

Cumplió Jaccard

Tal como había largamente anunciado, el gran escritor suizo Roland Jaccard se suicidó la víspera de cumplir los 80 años, como hiciera su padre.

La sobria despedida de Tahar Ben Jelloun en Le Point, aquí.

Aquí en tradu exprés:

Tahar Ben Jelloun - Roland Jaccard ha muerto

El autor de La Tentation nihiliste y especialista en psicoanálisis falleció la víspera de su 80º cumpleaños. Su amigo le rinde homenaje.

Por Tahar Ben Jelloun

Publicado el 21/09/2021

Roland Jaccard se quitó la vida la víspera de su octogésimo cumpleaños. Recuerdo que cuando nos conocimos me dijo que se suicidaría a los 80 años, como su padre. Era un amigo fiel y leal, y ha cumplido su palabra. Sin embargo, era un bon vivant. Era el amigo con el que más me reía: no es que contara chistes, pero sabía burlarse de su visión nihilista del mundo, poniendo mucha relatividad en todo. No se hacía ilusiones sobre la humanidad. Ningún político encontró favor a sus ojos. Sólo algunas estrellas de cine como Louise Brooks, a la que había dedicado un hermoso libro, o Marlene Dietrich le intimidaban.

De la vida le gustaba lo superfluo, el ping-pong, los buenos hoteles y especialmente sus piscinas, las chicas jóvenes y guapas, la cocina asiática y el cine, especialmente el americano. Dedicó un libro a su ídolo John Wayne. Quería ser joven, se vestía de forma poco convencional, cultivaba sus pequeñas costumbres, como la de frecuentar el mismo restaurante y el mismo café con tal de que le sirvieran un ristretto bien compacto.

Psicoanalista freudiano, ejerció durante un tiempo y luego se contentó con escribir libros sobre la locura, sobre el exilio interior, sobre la desilusión, sobre sus días de suave coqueteo con las mujeres [se casó con y se divorció de cuatro mujeres] y sobre algunas de sus conquistas. Escribía bien, pero nunca alardeando. Era riguroso y exigente consigo mismo. Nunca se jactó ni se puso en primer plano. Durante mucho tiempo, trabajó para "Le Monde des livres", donde nos conocimos. Se tomaba su trabajo en serio, pero nunca se tomaba a sí mismo en serio. Utilizó la burla y el humor siempre que pudo.

Dividió su vida entre Lausana y París. Hubo una época en la que viajaba mucho, sobre todo por Asia. Después de dar la vuelta al mundo, se relajó y llegó a odiar los viajes largos. Mientras jugaba una partida de ping-pong en un gran hotel de Lausana, le comunicaron que su madre había muerto repentinamente. "Termino la partida y voy a despedirme de ella". Aquello me sorprendió. Pero él se reía de mi actitud.

En los últimos años de su vida nos vimos menos. Noté que había perdido algo de su sentido del humor. Había adivinado la victoria de Donald Trump, pensaba que Putin era un buen jefe de Estado y se acercaba a un extremismo de derechas que yo no le conocía. A pesar de nuestras diferencias, sobre todo en materia de política, disfrutábamos riéndonos de nosotros mismos. La última vez que tomé un café con él, acababa de divorciarse de Marie y se preparaba para mudarse definitivamente a Suiza.

La semana pasada me envió un mensaje diciendo que volvía a París. Teníamos que vernos. Debí haber recordado su fecha de nacimiento y haberlo llamado. Se tragó unos barbitúricos y se fue sin tomarse el último café de nuestra larga y magnífica amistad".





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Uno de sus últimos escritos, enviados a  la revita Causeur:

"Siempre me habitó la idea del suicidio. Sin pasar nunca al acto. Partía de la idea de que era la mejor solución frente a los inconvenientes y el tedio de la vida. En el fondo, me decía a mí mismo: dejemos las voluptuosidades de la existencia, si es que existen, en la esfera doméstica; siempre servirán de mínimo consuelo a los embates que arrostramos.

"Pero suicidarse no es una solución", me dijo Lao Tse. "Entonces, ¿debe uno resignarse a vivir?", le pregunté. Sonrió ante esta chiquillada y zanjó un debate que a nada conduce con estas sencillas palabras: "Pero, ¿por qué tiene que haber una solución? Desde entonces practico la no-acción y no me van tan mal.

Cierto es que soy demasiado viejo para gozar, pero también, ay, demasiado joven para sentirme liberado de la maldición del deseo. Y en esto también debo resignarse a la falta de soluciones. Soy el depositario de un juego que nunca será de mi propiedad.

Sin tapujos, Woody Allen dice que en los barrios pobres no hay suicidios, pues se es demasiado desgraciado como para suicidarse.

También dice que la única vez en que tuvo un orgasmo con su mujer fue cuando el juez le entregó la sentencia del divorcio.

Habiendo estado casado cuatro veces puedo confirmarlo. Se produce tal alivio en la ruptura que lo que yo he sentido debe de parecerse bastante a lo que experimenta un condenado a muerte al que se le anuncia que van a concederle el indulto".

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Au revoir, Roland Jaccard.

martes, 19 de octubre de 2021

Maravíllense

Los profesores Sosa Wagner & Fuentes han escrito un nuevo y fabuloso "Retablo de las Maravillas" sobre las miserias de la política española, pero también proponen en él reformas mesuradas, meditadas y altamente meditables. Lectura imprescindible para no perder del todo la esperanza en el destino del país.

Aquí el libro, con prólogo de Albert Boadella.



aquí una entrevista a Sosa en El Mundo.