viernes, 7 de mayo de 2021

Esa palabra de la que usted me habla


A vueltas con el absurdo tabú de la palabra "nigger", que la misérrima y puritana biempensancia está tratando de erradicar del bello idioma inglés. 

En el New York Times han considerado que para que el autor (racializado, of course) de un ensayo que se ocupa de la historia del vocablo "nigger" lo pueda utilizar en una tribuna pedagógica... había que hacer una nota  previa de advertencia y evitar así cualquier lectura venérea del texto. 

Aquí la profiláctica nota de los dos periodistas de la sección de Opinión.

Y aquí en tradu exprés:


"Por qué Times Opinion decidió publicar ese

insulto" 


Sobre la tribuna de hoy de John McWhorter


30 de abril de 2021


Por Ezekiel Kweku y Kathleen Kingsbury


Este artículo también aparece en el boletín Opinion Today.

El Times Opinion publica hoy una tribuna del lingüista negro (sic) John McWhorter, que es una adaptación de su última obra Nine Nasty Words: English in the Gutter. [Nueve palabrotas: desagües [o miserias] de la lengua inglesa]

La tribuna  utiliza y hace referencia a varias obscenidades, sobre todo a un insulto racista contra los negros cuyo uso e historia constituyen precisamente el tema del ensayo. En lugar de utilizar una expresión como "la palabra que empieza por N" o "el insulto contra los negros", en la tribuna se escribe literalmente la palabra en cuestión. Es una decisión inusual para el Times, y queremos compartir con ustedes el razonamiento que subyace en ella.

McWhorter recorre la historia de la palabra, en particular desde sus inicios hasta su lugar actual en nuestra cultura. Sostiene que la evolución del uso de este insulto no sólo refleja "una paulatina prohibición del racismo palmario y del vituperio hacia ciertos colectivos", sino que también demuestra un cambio cultural en las preocupaciones sobre las palabras que nuestra cultura considera verdaderamente obscenas: desde los términos sexuales y escatológicos de las clásicas palabrotas hasta los insultos a colectivos sociales. Mientras que el tabú contra el uso de la mayoría de las palabras  soeces o malsonantes ha ido desapareciendo, el tabú contra ese tipo de insultos se ha intensificado.

Hemos querido presentar a nuestros lectores este argumento de la manera más clara y respetuosa posible. 

Por norma general, en el Times no utilizamos asteriscos ni guiones para ocultar palabras obscenas. Pero incluso si estuviéramos dispuestos a romper con esta práctica, el artículo de McWhorter trata de la palabra en sí misma: su etimología, sonido y ortografía; el utilizar asteriscos o guiones para ocultar la palabra tornaría incomprensible este debate, al igual que utilizar una frase como "la palabra que empieza con N"; y emplear esta última expresión como sucedáneo también dificultaría el seguimiento de la tribuna, ya que parte del artículo se refiere precisamente a la distinción entre el uso de "la palabra que empieza con N" y el propio insulto racista. Así que llegamos a la conclusión de que escribir literalmente la palabra era la solución correcta. 

El argumento de McWhorter tiene implicaciones que van mucho más allá de la curiosidad lingüística. Como él mismo escribe: "lo que una sociedad considera irreverente revela lo que cree que es sacrosanto: el emergente  tabú sobre los insultos revela el valor que nuestra cultura otorga -aunque no siempre- al respeto hacia los colectivos de personas". 

Rastrear la evolución del uso de este insulto y la controversia que genera -incluso dentro del Times-  muestra cómo ha cambiado nuestra sociedad y los valores que ésta respeta."

Ezekiel Kweku es el editor de política en la sección de Opinión. Se incorporó al Times en 2020 procedente de la revista New York.

Kathleen Kingsbury es la editora de la sección Opinión de The New York Times, y supervisa el consejo editorial y la sección de Opinión. Anteriormente era la subdirectora de la página editorial. Se incorporó a The Times en 2017 procedente de The Boston Globe, donde ocupaba el puesto de redactora jefe de la sección digital. Recibió el Premio Pulitzer 2015 por su distinguida redacción editorial. @katiekings



Nota del bloguero: nótese que los periodistas no escriben en la nota la palabra de marras: "nigger"



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Y aquí la tribuna en cuestión, que concluye en 

favor de la autocensura y el castigo**.


Y su tradu exprés.


Cómo la palabra "que empieza por N" se convirtió en algo impronunciable


30 de abril de 2021


El profesor McWhorter es un lingüista que ha escrito mucho sobre la raza y el lenguaje. Es autor del reciente ensayo Nine Nasty Words: English in the Gutter [Nueve Palabrotas: desagües [o miserias] de la lengua inglesa], del que surge esta tribuna].

Este artículo contiene obscenidades e insultos racistas, totalmente explícitos. Ezekiel Kweku, editor de política de la sección de Opinión, y Kathleen Kingsbury, editora de Opinión, han escrito una nota sobre cómo y por qué se llegó a la decisión de publicar estas palabras en la edición del viernes del boletín Opinion Today. (Vide supra)


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LA TRIBUNA:

Por John McWhorter

"Cómo la palabra que empieza por N se hizo impronunciable"


"En 1934, Allen Walker Read, filólogo y lexicógrafo, expuso la historia de la palabra que, por aquel entonces, recogía "el mayor estigma de todos los que existen en el idioma". En todo el artículo, y en consonancia con la fuerza del tabú al que se refería, nunca llegó a escribir la palabra  concreta. La obscenidad a la que se refería: "fuck" (follar), aunque no se usa en compañía educada -o, por lo general, en este periódico-, ya no está prohibida. Hoy en día, hay otras dos palabras a las que un escritor estadounidense trataría como hizo con aquélla el señor Read. Una es "cunt" (coño) y la otra es "nigger". Esta última, sin embargo, se ha convertido en algo más que en un insulto. Se ha convertido en un tabú.

El mero hecho de escribir la palabra "nigger" aquí hace que sienta como si estuviera rebasando todos los límites, a pesar de ser yo mismo de raza negra (sic); y siento la necesidad de afirmar, en aras de la claridad y la concisión, que escribiré la palabra con libertad en lugar de "la palabra que empieza con la letra N"; no usaré la palabra gratuitamente, y eso hará que muchas veces la tenga que escribir, aunque personalmente no la ame. 

La palabra "nigger" comenzó siendo un calificativo neutro, aunque pronto se cargó con el desprecio superficial que los europeos sentían por los africanos y, más tarde, por los afrodescendientes. Su evolución, desde ser un insulto a ser una obscenidad incalificable, forma parte de una paulatina prohibición del racismo más palmario y del vituperio hacia ciertos colectivos. También forma parte de un cambio cultural más amplio: hace tiempo se enseñaba a los estadounidenses a no mencionar por su nombre las partes del cuerpo y lo que hacen: ¿realmente se baña uno mucho en un baño

Ese tipo de preocupación se ha trasladado de lo sexual y escatológico a lo sociológico, y los cambios en el uso de la palabra "nigger" nos cuentan parte de esta historia. Lo que una sociedad considera irreverente revela lo que cree que es sacrosanto: el emergente tabú sobre los insultos revela el valor que nuestra cultura otorga -aunque no siempre- al respeto hacia los colectivos de personas. (Por otro lado, debo señalar que me ocupo aquí de "nigger" como insulto y no, como ocurre con "nigga": término afectuoso adoptado por los negros como equivalente a "colega", "compa" o "tronco").

A pesar de toda su carga, por  su etimología "nigger" está, en realidad, dentro del espectro de lo anodino, como puedan estarlo los términos "damn" y "hell" (maldito e infierno-infernal). Simplemente procede de la palabra latina niger para designar a los negros, y no es de extrañar que pudiera referirse a los africanos, aunque en realidad el latín prefería otras palabras, como "aethiops" -un  vocablo usado en singular, no en plural- que, a su vez, se tomó prestado del griego*, y que significaba (¡sorpresa de nuevo!): "cara quemada". 

*[Del latín Aethiopus, y este del griego antiguo Αἰθίοψ (aithíops), probablemente derivado de αἴθω (aítho), "arder", y ὄψ (óps), "cararostro"]

El inglés se hizo con la palabra directamente a partir de la interpretación de los españoles del término latino niger, "negro", y que estos aplicaban a los africanos en el curso de sus "exploraciones". "Nigger" se parece más al niger del latín que al vocablo "negro" del español, pero eso es un accidente; pocos marineros y comerciantes ingleses pasaban sus ratos libres leyendo a Cicerón. "Nigger" es lo que diría por entonces un inglés, menos preocupado que nosotros hoy por saquear palabras extranjeras, para referirse a lo que los españoles designaban como un "negro".

Para "feng shui", del mandarín, hoy decimos en inglés: "fung shway", como hacen los chinos; pero si el término se hubiera puesto de moda en el siglo XVI, o incluso a principios del siglo XX, diríamos algo más parecido a "funk shoe-y", igual que llamamos "chop suey" a algo que, en realidad se pronuncia en cantonés: "tsopp suh-ew". Del mismo modo, "nigger" es a "niger"  lo que "fellow" es al arcaico "feller" [compadre] u "Old Yellow" al antiguo "Old Yeller" [viejo pregonero]; "nigger" resulta más natural en una boca anglófona que decir "negro" [ pronunciado/nigro/, "negro" escrito a la española manera].

El término "nigger" apareció por primera vez en escritos ingleses del siglo XVI. Resulta que la primera referencia tenía que ver con "aethiops", pues se refería a Etiopía, o al menos ese término se aplicaba de forma indiscriminada a toda África. En 1577 oímos hablar de "The Nigers of Aethiop", y esa grafía no fue más que una de las muchas que hubo a partir de ese momento. Con una ortografía aún no convencional, existían los "neger", "nigur", "niger", "nigor" y "nigre"; elija lo que más le plazca.

Ya en el siglo XVIII se presentaba a veces la palabra como una novedad. El poeta escocés Robert Burns nos enseñó, refiriéndose a niger, que el sustantivo rima con "vigor, rigor y tiger (tigre)". Detengámonos, por qué no, en esta última palabra. Si "tiger" rima con "vigor" y "rigor", eso significa que "tiger" (/taiguer/) pudo pronunciarse alguna vez como "tigger" (/tiguer/), lo cual  arroja luz sobre la rima infantil Eeeny, meeny [equivalente al hispánico “Pito pito colorito”]: 

Eeny, meeny, miny, moe/Atrapa a un tigger  [¿a un tigre u... otra cosa?] por el dedo del pie/ Y si grita: déjalo ir/Eeeny, meeny, miny, moe.

"Tigger" [pronunciado/tiguer/], sería pues el sustituto educado del "nigger" original. Después de todo, ¿realmente nos imaginamos a un tigre gritando en señal de protesta? Así, por cierto, comprendemos por qué el personaje en Winnie-the-Pooh se llama "Tigger" [pronunciado: /tiguer/ y no /taiguer/], y en los libros resulta del todo impreciso por qué es así el nombre del personaje tigresco. Pues es porque esa era una pronunciación alternativa disponible para el autor A.A. Milne. Pero lo más importante es que la versión original de la cancioncilla Eeny, meeny es como una ventana abierta a lo enormemente informal que debió de ser el uso de "nigger" en el pasado, pues incluso los niños lo cantaban alegremente en sus juegos. Durante siglos, fue el equivalente de lo que usan los blancos estadounidenses hoy con el término "afroamericano".

En 1656 alguien escribió, como quien no quiere la cosa, que el pelo lanudo era "muy corto, como el que tienen los Niger", con el término utilizado como una insulsa referencia anatómica. "Jethro, su Niger, fue entonces tomado, etc…", escribió alguien despreocupadamente en un diario 20 años después. Y este tipo de cosas continuaron durante los siglos XVIII y XIX. Al igual que "cunt" [coño] era un término anatómico habitual en los libros de texto medievales, "nigger", se escribiera como se escribiera, era simplemente la forma de decir "persona negra", con la misma despiadada displicencia que usamos los contemporáneos al hablar de los hámsters, sin que nadie se rasgue las vestiduras. Al cabo de un tiempo, la ortografía actual se impuso, lo cual hace que, por contraste, lo que ocurre en la actualidad con la palabra sea especialmente llamativo.

El  uso del vocablo a caballo de los siglos XIX y XX resulta especialmente interesante: mientras Estados Unidos se iba haciendo reconocible en su ser moderno, sus moradores decían "nigger" con tanta ligereza como hoy decimos "boomer" [hijo del baby boom] o "soccer mom" [madre que lleva a sus hijos a jugar al fútbol]. El realismo antropológico de Frank Norris es un ejemplo de ello. En su novela Vandover and the Brute, ambientada a finales del siglo XIX, el protagonista blanco de San Francisco escolta a una chica de la ciudad a la que ha estado dando clases y cuenta cosas acerca de “la graciosa negrita ['little nigger girl'], y los juegos y canciones, y cómo jugaban a los pájaros y saltaban y piaban ‘tuit, tuit’, y jugaban al juego de las mariposas que visitaban las flores”. 

Los anales de los bailes populares, poco después de esa época, recogen alegremente danzas tales como “El abrazo del conejo”, “El trote del pavo” o “El oso pardo”, pero omiten discretamente que una niña como la de Vandover fuese igualmente aficionada a un baile con contoneo conocido como “El meneo del negro [Nigger wiggle]”, llamado así como si los negros fueran una clase más de animales divertidos. (Este baile suponía, para que quede constancia, que una pareja juntara sus caderas y se agarrara el trasero mutuamente).

Por supuesto, la palabra también se utilizaba para mostrar un desprecio absoluto. No mucho después de la novela Vandover, William Jennings Bryan, el icónico y popular orador, en su cargo de secretario de Estado, comentaba sobre los haitianos: "Vaya vaya, lo que habrá que ver: negros hablando francés...". Por entonces, el oficial de los Marines encargado de Haití en nombre de nuestra gran nación de la época, L.W.T. Waller, se aseguró de que todos supieran que, independientemente de sus aptitudes lingüísticas, los haitianos eran "verdaderos negros… si se rascaba un poco".

Hubo un periodo de transición entre la ligereza de ese "verdaderos negros… si se rascaba un poco" y el momento en que la palabra se convirtió en algo impronunciable. En el siglo XX, cuando figuras negras de reconocida autoridad insistieron en que los negros americanos fueran tratados con dignidad, especialmente después de haber luchado en la Primera Guerra Mundial, "nigger" emepezó a pasar de ser neutro a ser una expresión descortés. La mayoría de los pensadores negros se inclinaron por hablar de “personas de color” o de personas "negras" [Black people]. Pero "nigger" aún no era un término obsceno.

El cine, como siempre, es de lo más esclarecedor. Se nos ha dicho que las primeras películas del cinematógrafo sonoro eran espléndidamente vulgares porque, por ejemplo, el personaje de Barbara Stanwyck se acuesta abiertamente con quien haga falta para trepar en la película de 1933 Baby Face [Carita de ángel en España]. Pero lingüísticamente, estas películas son post-victorianas. Ese tipo de personaje nunca dirá "fuck", "ass" o "shit" [follar, culo o mierda] como lo haría en la vida real el trasunto del personaje, y en las películas de esta clase, las reticencias incluyen también el término "nigger". A pesar del racismo despiadado de la época, el vocablo "nigger" está casi ausente del todo en el cine estadounidense hasta los años 60. Pero podemos encontrarlo hoy si buscamos en las zonas más oscuras: allí reinaba con un vigor atroz.

De este modo, en la película Lo que el viento se llevó nadie pronuncia la palabra, pero en el libro en el que se basa, que casi todo el mundo había leído, Scarlett O'Hara se desahoga diciendo: "Eres una negra tonta [fool nigger], y el peor día de trabajo de Pa fue el día en que se le ocurrió comprarte". Y luego piensa para sí: "He dicho 'nigger' y a mamá no le gustaría nada". Como ahora, había pues un velo que caía, y que suponía que uno debía mostrase educado –de una manera aproximada en el libro; y sin ambages en la película-. Aun así, la palabra siempre subsistía debajo de esa superficie que nuestro marine decía que debía rascarse un poco para ver al trasluz la "negritud". 

Misma época, 1937: un dibujo animado de los Looney Tunes ("El ferrocarril de Porky" [minuto 5' 30'']) nos muestra a Porky Pig como maquinista en una carrera entre trenes. El rival de Porky pasa por delante de una pila de troncos y con su velocidad la hace saltar por los aires… para que veamos debajo de la pila a un hombre negro en el suelo, perplejo. Hoy nos preguntamos por qué diantres esa persona estaba sentada en una pila de troncos. La razón es que se trataba de un gag humorístico que hacía referencia a la expresión: "Un nigger sobre una pila de leña", una antigua locución equivalente a ese "elefante en la habitación" que nadie quiere ver. Ningún personaje de los Looney Tunes pronuncia nunca la palabra "nigger", pero este chiste gráfico revela que sus creadores estaban bastante familiarizados con el uso de la palabra... ¡y con alegría!

Incluso en los años 70, el uso de la palabra en los medios era diferente al actual. The Jeffersons, una comedia de televisión que retrata a una familia negra que pasa de ser clase trabajadora en el barrio de Queens a la opulencia y a vivir en un bloque de apartamentos de Manhattan, fue considerada por entonces una representación atrevida, moderna e incluso amable de la realidad.

Esa fue la época en la que los programas de televisión dieron un salto a un realismo desconocido hasta entonces, salvo en algunos casos: el contraste entre el vodevil bobalicón de Here's Lucy y la ácida algarabía de The Jeffersons es muy notorio. Por eso, era casi un elemento definitorio de un programa como The Jeffersons el hecho de que el bocazas y estirado George Jefferson utilizara "nigger" para referirse a los negros... con (y sin) cariño.

George suelta la palabra, sin cortarse, en un justa oratoria improvisada en uno de los primeros episodios. ("¡Cógeme a ese 'nigga' [coleguita] de la élite, que está en mi puertecita / y con ese trasero como mopa, me pongo a limpiar todo el suelo hasta la escalerita!"). En el programa en que comenzó a aparecer el personaje -"All in the Family"-, aunque el intolerante Archie Bunker no utiliza la palabra, como lo haría su homólogo en la vida real, George en cambio sí la emplea, como cuando se enfurece ante la posibilidad de que Edith Bunker (una chica blanca) le ayude en su tintorería. ("¡Los 'niggers'  pensarán que ella es la dueña de la tienda, y los blancos... pensarán que hemos pintado de blanco a la dependienta!").

Tampoco es que se muestre sólo a los negros usando la expresión "nigger" para referirse a ellos mismos; los guionistas dan salida también al verdadero "nigger": los hombres blancos lo utilizan unas cuantas veces en un episodio en el que George se tropa con miembros coétaneos del Ku Klux Klan. Pero los blancos no se limitan a usarlo sólo en episodios muy especiales como éste. George llama "honky" [insulto para designar a un blanco, tipo "rostro pálido" o "cara harinada"] a su vecino blanco Tom Willis, y Tom le responde, petulante: "¿Y qué te parecería a ti si te llamase 'nigger'?". Entonces eso se entendía como algo perfectamente correcto (yo vi y el episodio y lo recuerdo); Tom sólo se refería a la posibilidad de usar la palabra, pero no empleaba directamente el término. Hoy en día, el hecho de que Tom use la palabra se consideraría, como poco, fuera de lugar.

El estatus de tabú absoluto de "nigger" no comenzó hasta finales del siglo XX; 2002 fue el último año en el que una editorial convencional permitió que un libro se titulase Nigger, como la obra de Randall Kennedy [Nigger: The Strange Career of a Troublesome Word: Nigger  [Nigger: la extraña trayectoria de una palabra problemática, es un libro de 2002 de Randall Kennedy de la Facultad de Derecho de Harvard sobre la historia y la sociología de la palabra nigger]. Mientras escribo esto, casi 20 años después, la idea de un libro con ese título suena a ciencia ficción. De hecho, sólo un año más tarde, cuando un empleado de la facultad de medicina de la Universidad de Virginia dijo: "No puedo creer que en esta época haya un equipo deportivo en la capital de nuestra nación que se llame Redskins (Pieles Rojas). Eso es tan despectivo para con los indios como lo sería para los negros un equipo que se llamase Blacks", el jefe de la N.A.A.C.P. [Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color], Julian Bond, sugirió que el susodicho recibiera una formación obligatoria en materia de sensibilidad racial, añadiendo que el cuerpo le pedía simplemente que lo despidiesen. La idea en ese momento era que la palabra no debía pronunciarse, independientemente del contexto. El equivalente actual de ese empleado no utilizaría la palabra de esa manera. Más bien, el estadounidense moderno emplea "la palabra que empieza por N". Esta tradición se asentó tras el juicio de O.J. Simpson, en el que se supo que el detective Mark Fuhrman había utilizado frecuentemente "nigger" en el pasado. Christopher Darden, un fiscal negro, se negó a pronunciar la palabra "nigger", y dada la relevancia del caso y su aparentemente deliberado homenaje al señor Read (el que consideraba cierta palabra como "la palabra más sucia y asquerosa del idioma inglés"), el fiscal Darden estaba anunciando, a su manera, una nueva era.

Eso fue en 1995, y en  el otoño de ese año yo mismo realicé una entrevista radiofónica sobre la palabra, en la que los invitados y un servidor éramos libres de usarla al referirnos a ella, sin ponerle un sonoro pito por encima. Eso había sido normal hasta entonces, pero no lo sería durante mucho más tiempo, de modo que la entrevista es hoy una pieza de época.

Se puede asegurar que la transición hasta el uso de la "n-word" [la palabra que empieza por N] no fue impulsada por la tosquedad lingüística de un detective de Los Ángeles o por algo que un fiscal dijo un día durante un juicio que duró un mes. Más bien, la reticencia del fiscal Darden era ya un síntoma de algo que se respiraba en el ambiente en1995: el cambio de sensibilidad más amplio que convirtió a los insultos, en general, en la nueva blasfemia.

Esto ocurrió cuando la Generación X, nacida entre 1965 y 1980, fue alcanzando la mayoría de edad. Eran los primeros estadounidenses que se criaron en la era de los derechos civiles. Para la Generación X, la segregación legalizada era una barbarie del pasado, algo de fotos y películas en blanco y negro. Además, la Generación X creció cuando las actitudes abiertamente racistas pasaron, en general, a ser ridiculizadas y castigadas socialmente. El racismo siguió existiendo en un sinfín de manifestaciones. Sin embargo, se convirtió en algo complicado: algo que se debía ocultar, disimular y, al menos en un ambiente ilustrado, algo que había que controlar en uno mismo y denunciar en los demás, y ello en un grado quizás desconocido en cualquier sociedad hasta la fecha.

Para los norteamericanos de esta generación postcontracultural, el derecho a ciscarse en las cosas de Dios y del cuerpo les parece algo nimio e incuestionable, mientras que la necesidad de no poder hacerlo con los colectivos insultados les resulta inevitablemente urgente. El eufemismo de la "n-word"  fue una consecuencia natural, al igual que el creciente consenso de que el propio término "nigger" está prohibido, no sólo en su utilización como insulto, sino incluso cuando se hace referencia a él como signo lingüístico. Nuestra reacción espontánea es que la obscenidad consiste en las clásicas palabrotas, mientras que los insultos son algo muy distinto. Sin embargo, la realidad antropológica es que hoy en día los insultos se han convertido en nuestra forma de blasfemar: repugnan a nuestra sensibilidad, hacen que incluso las palabras que suenan parecidas sean sospechosas, y provocan no sólo la censura sino también el castigo**."

John McWhorter (@JohnHMcWhorter) es profesor asociado de linguística en Columbia University. Es autor de “The Power of Babel: A Natural History of Language” y del reciente ensayo  Nine Nasty Words: English in the Gutter — Then, Now, and Forever” del que se nutre esta tribuna.


** El castigo... sólo le ha faltado añadir al autor: ¡merecido!

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En español sólo tenemos el término "negro" para traducir las palabras del inglés "nigger, negro=/nigro/ o black person". Pero ya nos las apañaremos para importar la censura al idioma y aun aumentarla. Menudos somos... Adiós a la negrez y que se preparen las negritas y hasta las chepudas cursivas.