sábado, 26 de junio de 2021

Pedantesas epicenas


                                   Cuidado con el/la perro/a


La emasculación lingüística rige en todas partes. ¡Hasta en la helvética república!

Verbigracia, este artículo de Marc Bonnant, afamado penalista suizo, conocido como "el Mozart de los tribunales", y gran defensor de la libertad de expresión, en una de sus crónicas dominicales en Le Matin.


Aquí en V.O.

Y aquí una versión "expresesa".


¡Salerno! ¡Salerno! ¡Salerno! ¡Triste llanura!

En su Carta sobre los espectáculos de 1758 dirigida a D'Alembert, Rousseau vaticina: "A falta de poder hacerse hombres, las mujeres nos hacen mujeres". Una oscura profecía que hoy se hace realidad.

Casandra siempre tiene razón.

Unas cuantas generaciones de feministas furiosas han conseguido castrar a la mayoría de los hombres. El hombre blanco es ahora, psíquicamente, un castrado o un capón. Demos gracias a los musulmanes, el último bastión de la virilidad. Los rousseaunistas -me refiero al capítulo V del Emilio, o de la Educación- todavía saben asignar a Sophie, la rectitud: a Aïcha, la modestia, la abnegación y la devoción,  virtudes que ahora han perdido algunas de nuestras jacarandosas habladoras nativas, nuestras compañeras modernas. Ofenden a la naturaleza.

Fin del singular masculino, pues.

Y ahora... las vengadoras Erinias atacan el plural masculino. El vocabulario y  la sintaxis. Él/Ella tendrán que ser castrad-o-a-es.

Atacar las palabras es atacar a las Letras. Es un ataque al lenguaje; que no es sólo un medio de expresión, sino una representación del mundo. Tiene, con la cultura, un vínculo orgánico.

La lengua es una especie viva... Nace y evoluciona. Ni las enfermedades de la juventud, ni el desgaste, ni el olvido -la obsolescencia- la perdonan. La lengua es frágil y está expuesta. Debemos cuidarla ecológicamente. Los lingüistas saben lo que la amenaza: los crímenes del amor, los crímenes de la libertad...

Los primeros conducen al purismo, a un lenguaje sacralizado, congelado en su perfección. Tener el siglo XVII francés como única y última referencia es un crimen de amor. Los segundos, acogen todas las aportaciones extranjeras, crean neologismos inútiles y consienten que se difumine la frontera entre la palabra escrita y la hablada. Estos son los crímenes de la libertad.

Algunas personas biempensantes añaden más cosas a estos crímenes habituales: pretenden mezclar la moral con el lenguaje. Peor aún, la igualdad.

Como la Sra. Sandrine Salerno. El vasto campo de nuestras derrotas (de ahí mi título hugoliano: "triste llanura"). Nuestra consejera administrativa es un producto puro de la democratización de los estudios y de la porosidad de las clases sociales. Inculta por haber repudiado toda herencia, es un ejemplo de nuestra modernidad. Necesariamente feminista, si se me concede que el feminismo es ante todo la reivindicación y la arrogancia de las desheredadas. En una palabra: una mujer de izquierdas...

Ahora, ella se atreve a declarar que "una lengua no tiene que ser bella, pero sí justa". Una sepulturera del gusto.

Así, surge todo un vocabulario eufemístico, no discriminatorio, respetuoso con el otro y su diferencia. Ni los enanos, ni los ciegos, ni los sordos son ahora llamados por sus nombres. Ni los imbéciles, de quienes se dice que tienen la inteligencia del corazón.

Sólo la cultura, que es tradición y uso, es la base de la lengua. Nuestras nuevas Preciosas Ridículas lo crean por decreto. Es necesario, prescriben ellas, desexualizar el vocabulario... feminizándolo. Roland Barthes, en su conferencia inaugural en el Collège de France, dijo que la lengua es fascista*. A partir de ahora, también será femenina.

La Académie, que lleva más de trescientos años regulando "los más bellos usos de la Corte y la Villa", ha sido recusada por sexista. Cerebros ideológicamente nebulosos han excretado un "Diccionario epiceno". Al hojear este léxico, habrá usted retenido algunas perlas de la novlengua salerniana.  Breve monstruario: una "asesoresa", una "administrativesa", una "alcaldesesa", una "predecesoresa" y la deliciosa "Bombera Zapadora". Lo grotesco compite con lo incongruente; lo feo con lo ridículo.

¡A la mierda el Thesaurus de Jean Nicot, los diccionarios de Furetière o de Trévoux! Y el Littré y el Dictionnaire de l'Académie . Y la gramática Bescherelle. Un autodafé.

Sandrine Salerno, Thérèse Moreau (una oscura escritora  [epicenista] de elegantes oscuridades) y otras pedantas -¿o mejor debería decir pedantesas?- retozando alrededor del fuego: un aquelarre lúgubre y funesto.

 Marc Bonnant


* "La lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir" (Roland Barthes, 9 enero de 1977, Lección inaugural del Collège de France)