martes, 7 de diciembre de 2021

Finkielkraut: literatura, verdad y Zemmour

Entrevista en Valeurs Actuelles a Alain Finkielkraut. Aquí en V.O.

Y aquí en una tradu exprés:

Alain Finkielkraut: "La supervivencia de Francia es la cuestión fundamental"

Con motivo de la publicación de su último ensayo, L'après littérature, Alain Finkielkraut repasa para Valeurs Actuelles los grandes temas del momento, desde la ideología woke hasta el veganismo, pasando por el neofeminismo, los excesos del antirracismo o el fenómeno Zemmour. Y describe una crisis de civilización, donde la preocupación por la verdad ha dado paso a un moralismo de vía estrecha en guerra con todo lo que no sea ese mismo moralismo. 

Por Laurent Dandrieu

Publicado el 26 de noviembre de 2021

Alain Finkielkraut: El filósofo defiende el papel primordial de la literatura en la "educación de las almas" 

¿Después de la literatura? Para Alain Finkielkraut, que analiza la situación actual de nuestra sociedad bajo este prisma, no estamos en una época en la que ya no se lea, porque, en Francia más que en ningún otro lugar, seguimos publicando y leyendo mucho, sobre todo literatura, y a veces incluso muy buena literatura. Pero es una época en la que los libros "no impresionan"; es decir, "la educación de las almas ya no es de su responsabilidad", ya no ejercen su "virtud formativa". Porque nuestra época, ahíta de certezas, que se cree moralmente superior a todas las épocas que la precedieron, ya no cree que tenga nada que aprender de la cultura clásica, y que ésta a los ojos del iluminado woke no es más que la tapadera de un sistema de dominación. Y es que la ideología igualitaria y multiculturalista que impera considera cualquier matiz, cualquier ambigüedad, cualquier rechazo del maniqueísmo como una complicidad con la opresión de los dominantes. Porque el "nihilismo compasivo" que nos gobierna es incompatible con la inteligencia del corazón que supone la búsqueda de la verdad. Esta derrota de la literatura deja el campo libre a todos los delirios ideológicos que histerizan el debate público. Por eso es indispensable leer a Alain Finkielkraut, como un poderoso antídoto contra el veneno de lo políticamente correcto.


Valeurs Actuelles. Contrariamente a la mayoría de nuestros contemporáneos, que ven en la literatura o bien una evasión o bien una forma de deshacer los entuertos de la realidad ("enderezar el madero retorcido de la humanidad", escribe), usted la ve no sólo como un medio privilegiado para iluminar la realidad, "la vida finalmente descubierta e iluminada" según la bella fórmula de Proust, sino también como un medio de educar a las almas. ¿Por qué la vida necesita la literatura?

Alain Finkielkraut. Se me acusa de utilizar citas con demasiada frecuencia. Pero, como dice el Talmud: quien afirma una verdad dando el nombre del hombre -¡o de la mujer! - que la pronuncia por primera vez... acelera la venida del Mesías. Por el bien de la humanidad, invocaré pues a un filósofo y a una novelista. El filósofo es Paul Ricoeur: "En contra de la pretensión del sujeto de conocerse a sí mismo por intuición inmediata, hay que decir que sólo nos comprendemos a través de esos grandes rodeos que son los signos de humanidad depositados en las obras de la cultura. ¿Qué sabríamos del amor y del odio, de los sentimientos éticos y, en general, de todo lo que llamamos el yo, si todo ello no hubiera sido llevado al lenguaje y hubiera sido articulado por la literatura?". La novelista es Iris Murdoch: "El gran arte es liberador; nos permite ver aquello que no somos nosotros mismos y disfrutar de ello". Los libros que cuentan son los que nos leen y los que nos proyectan fuera de nuestro yo.

- El triunfo del ideal igualitario ha llevado a la evacuación total de las jerarquías y a la sacralización de las microidentidades comunitarias. ¿Cómo nos ayuda la literatura a resistir a dicho encierro, a la llamada de las identidades comunitarias?

- Vronsky, Anna Karenina, Raskolnikov, Julien Sorel, Lucien de Rubempré, Isabel Archer, Swann, Lord Jim son individuos. No son ejemplos o especímenes. La literatura es la humanidaden tanto que una pluralidad de seres únicos. En cuanto un rostro humano se convierte en la personificación de una idea o en el representante de una comunidad, ya no estamos en la literatura sino en la ideología.

- ¿Significa esto que la literatura es antinómica al progresismo, ya que este último es siempre, en cierto modo, la creencia en un destino y una responsabilidad colectivos, concediendo así una menor importancia a la singularidad del individuo?

- La literatura no es menos antinómica para con la reacción que para con el progresismo. Esta exploración del alma humana trasciende las propias convicciones de quienes se dedican a ella. "Si no se escribe contra el racismo, no tiene sentido escribir", dice el niño mimado de los círculos literarios parisinos y de las universidades estadounidenses, Edouard Louis. Lo contrario es cierto: si se escribe contra el racismo o el sexismo o la homofobia o el antisemitismo, no tiene sentido escribir. La literatura no se pone del lado de la igualdad ni del orden establecido. No hace propaganda, busca la palabra adecuada. Su justicia es la precisión. El arte no está al servicio del Bien. El arte está al servicio del arte.

- ¿Por qué la literatura, y el arte en general, que han sido templos durante tiempo de lo particular, pero también del matiz y la ambigüedad, se han puesto al servicio de las causas del momento (antirracismo, migrantofilia...)?

-"Cuando se generaliza el sufrimiento, hay comunismo. Cuando se particulariza el sufrimiento, surge la literatura", escribe Philip Roth. La ilusión comunista no sobrevivió a las revelaciones sobre el Gulag y la caída del Muro de Berlín, pero apenas tuvimos tiempo de alegrarnos de ello cuando ya otras ideologías tomaron el relevo y redujeron descaradamente el mundo humano a la confrontación de dos fuerzas. Con el concepto de interseccionalidad, todas las opresiones se tocan: el racismo, el sexismo y la lucha de clases se convierten en las distintas facetas de una única lucha. "Mantener vivo lo particular en un mundo que simplifica y generaliza es la batalla que hay que librar". Este mandato de Philip Roth está más vigente que nunca.

- ¿Por qué la literatura se ha convertido en un campo de batalla ideológico?

-La ideología no es sólo un sistema de explicación global del mundo, es también una narración, un gran relato, como decía Jean-François Lyotard. Por tanto, se presenta como una especie de metaliteratura. Su objeto es la Historia, y ésta se cuenta poniendo frente a frente a dos grandes protagonistas: eran los explotadores y los explotados en la época del marxismo triunfante, y hoy son los dominantes y los dominados/as/es. Cuando Vasili Grossman reflexiona sobre la seducción funesta del comunismo, y más precisamente del leninismo, no le opone otra ideología, ni siquiera otra filosofía política, lo que le opone, ¡es a Chéjov! Chéjov con su infinita multiplicidad de personajes; y en la medida en que no hemos terminado con los grandes relatos, la alternativa chejoviana sigue a la orden del día.

-Usted habla de ideología, pero este llamamiento en favor de la literatura ¿no es ante todo una cuestión de moral, en una época como la nuestra, que se cree libre de ella y se muestra particularmente preocupada por hacer valer su moral woke y por obligar al arte a declinar los diversos artículos del "diccionario de indignidades recibidas", como usted lo describe? "Un nuevo orden moral se ha abatido sobre la vida de la mente", denuncia en el libro.

- No había nada más moral que el comunismo. Se trataba de liberar al ser humano de toda servidumbre y lograr el reconocimiento del hombre por el hombre. El atractivo de la ideología es proporcionar una solución definitiva, una solución moral al problema humano para poner fin al mal en la Tierra. El pecado original ha sido recusado por la modernidad, y en la modernidad la ideología pretende ir aún más allá de esta recusación y eliminar el mal de la Historia. El nuevo feminismo y el nuevo antirracismo perpetúan hoy esta fatídica ilusión.

-En su libro, ataca duramente al neofeminismo, que se ha convertido en un wokismo, en el sentido de que ya sólo ve las relaciones entre los sexos a través del prisma de la dominación masculina, con una desaparición del sentido del matiz que llega hasta una "shoaización de un toca culos", como escribe sobre el cuestionamiento que sufrió Elie Wiesel. ¿En qué sentido estas derivas del feminismo son tóxicas, tanto como el patriarcado con el que pretenden acabar? ¿Sigue siendo posible la civilización cuando se acusa a la seducción?

- Basta con leer el ensayo de Mona Chollet Réinventer l'amour [Reinventar el amor] para entender qué significa exactamente la postliteratura. Es imposible, escribe Mona Chollet, hablar del amor como una esfera separada, un oasis, un santuario: el amor politiza la vida privada. ¿Y qué significa "politizar" para esta socióloga y para la corriente que representa? Significa simplificar la realidad hasta el punto de afirmar, desafiando lo que la literatura y la experiencia nos enseñan: "¡El modelo actual sólo funciona cuando, globalmente, las mujeres mantienen la boca cerrada!".

En 2020, poco antes de la ceremonia de los premios de cine César, la actriz Adèle Haenel advirtió: "Premiar a Polanski significa escupir a la cara de todas las víctimas". ¿Qué sabía esta acusadora sobre la vida del director de J'accuse? Ella no sabía nada. ¿Los abusos que sufrió de adolescente le dieron el poder divino de la omnisciencia? No. Sin embargo, aprovecha su trauma para erigirse en juez supremo y "escupir en la cara" a Samantha Geimer, la víctima de Polanski. "¿Cómo puede pretender defender una causa justa si no respeta a las personas que dice apoyar?", escribió  Geimer en plena polémica antes de los Premios César. La literatura y el derecho proceden caso por caso, y hoy en día también están minados por una ideología que sólo quiere ver la pluralidad humana como un pueblo interseccional y multicultural que lucha por su emancipación.

Tanto el neofeminismo como el nuevo antirracismo se han convertido en facetas de la ideología woke, en la medida en que reducen todo a relaciones de dominación. Al igual que el nuevo antirracismo se transforma en racismo al erigir al hombre blanco en culpable universal, ¿no se convierte el neofeminismo en un sexismo invertido, en la medida en que "la humillación está siempre del lado de las mujeres", como dice Agnès Varda, y los hombres son, básicamente, sus verdugos? Esa esencialización de la que se acusa a Éric Zemmour todo el santo el día con respecto a los musulmanes, ¿acaso el nuevo antirracismo y neofeminismo no hacen lo mismo -y con buena conciencia- respecto al hombre blanco?

Lo que lleva al racismo o al sexismo es, en efecto, la generalización; cada individuo se convierte en el representante de su especie: la mujer, el negro, el árabe, el blanco... Por ello, en cuanto se percibe a todo varón heterosexual como un violador potencial y se encierra a todo hombre blanco en su privilegio, podemos hablar de racismo antirracista y de sexismo al revés.

- También denuncia usted el veganismo como una nueva religión, y se burla de esos antiespecistas que "aman tanto a los animales que quieren construir un mundo donde los animales ya no existan". Más generalmente, ¿no esconde hoy cierto ecologismo un odio al mundo y a la humanidad, un nihilismo con rostro animalista?

- Los veganos ya no comen ningún producto animal y están encantados con su superioridad moral. Pero si consiguen convertir a todo el planeta, o si se generalizan las hamburguesas de carne hechas con células madre, la humanidad podrá prescindir pronto de los establos y los pastos. Entonces, los ganaderos desaparecerán y con ellos el ganado, salvado por el no-ser del cruel destino que el mundo de antes le reservaba. El tecnocosmos sustituirá definitivamente al mundo. Los verdaderos amigos de los animales deberían más bien defender la cría de animales de granja contra la cría industrial, es decir, concentracionaria.

Los veganos no aman a los animales, se aman a sí mismos, aman el hecho de dejar de ser carnívoros y serían muy felices si desaparecieran las vacas, los terneros, las ovejas y los cerdos. Ni siquiera estoy seguro de que se diesen cuenta. En cuanto a los ecologistas, participan de la devastación de la Tierra al defender las eólicas, esos horribles mastodontes, por no haber mantenido un vínculo con la poesía. Antes de que existiera el nombre de ecología, la poesía estaba relacionada con la naturaleza. Ser poeta era, como escribía Yves Bonnefoy, "modelar una totalidad significante para una tierra habitable". La ecología postpoética, avatar de la tecnología desatada, contribuye a la inhabitabilidad del mundo.

-El multiculturalismo se vive y se presenta como una promesa de apertura y enriquecimiento cultural. Y, sin embargo, hoy se ha convertido en una prohibición de interesarse por todo lo que no sea su propia cultura (el delito de apropiación cultural); se ha convertido en una cultura de la cancelación, en una acusación a la cultura clásica como culpable de la extrema blancura y de la complicidad en la dominación. ¿Estaba en la propia naturaleza del multiculturalismo el llevarnos a esta guerra cultural?

-El multiculturalismo devuelve sin piedad a los grandes autores europeos a sus orígenes: son blancos, son mayoritariamente hombres. Así que el interés por ellos se ve ahora como un insulto a la diversidad. De nuevo, la desindividualización está en marcha. El propio mundo del arte, con la multiculturalidad, está ahora poblado sólo por "representantes". Dante, Goethe, Virgilio, Homero, Proust, Henry James ya no son genios incomparables, son "Dwems": Dead white european males [hombres blancos europeos muertos]. El multiculturalismo ha conseguido privarles de su genialidad.

-En su libro describe el paso de una civilización literaria a una literal: ¿por qué esta pérdida del sentido del matiz, del segundo nivel de la ironía, y a dónde nos lleva esto? Y a la inversa, ¿cómo hemos llegado a tomar por humoristas a profesores de moral de poca monta que campan a sus anchas por la radio pública, de los que usted fue víctima hace poco cuando un columnista consideró divertido decir que padecería "degeneración mental"?

-El humor", decía Karl Barth, "consiste en poner entre paréntesis la seriedad del presente". Nuestro presente está demasiado lleno de sí mismo como para aceptar esta suspensión, este paréntesis. Uno no puede, y yo mismo lo he experimentado, reírse de sus certezas, de sus obviedades, de sus excesos. Quiere hacer el bien, combate la injusticia en todas sus formas, y las bromas que hace, bajo el nombre usurpado del humor, y sólo tiene una función: castigar a los malpensados. Castiga, atacando su edad, su físico, su cerebro enfermo a todos aquellos que no comparten la quimera del "vivir juntos".

-¿La histeria desatada hoy en muchos medios de comunicación contra Éric Zemmour es de este orden? ¿Y en qué consiste su candidatura?

- Edgar Quinet dijo: "El verdadero exilio no es ser arrancado de tu propio país, es vivir en él y no encontrar ya nada de lo que te hacía amarlo". Cada vez son más los franceses que experimentan ese exilio interior. Y si Éric Zemmour ha logrado un avance tan espectacular en las encuestas es precisamente porque ha dado estatus y carta de naturaleza a esta angustia, a este doloroso y paradójico sentimiento; no es precisamente porque se le hayan brindado demasiados micrófonos y con demasiada complacencia, como pretenden esos políticos, periodistas e intelectuales que quisieran que siguiéramos viviendo, como si nada, en una Francia Potemkin: una Francia sin persecuciones urbanas, sin disturbios, sin disparos con munición real contra la Policía, una Francia en la que se pudiera seguir ignorando la islamización de los territorios perdidos por la República, los graves incidentes y enfrentamientos de Oyonnax, Angulema, Alençon, Marsella o Savigny-le-Temple.

La histerización del debate proviene de este deseo insano de no ver y no saber. Resulta extraño ver a una prensa que, sin ser obligada por el Gran Hermano, anula concienzudamente y a diario todos los acontecimientos que podrían "hacerle el juego a la extrema derecha".

Zemmour es el "debelador de la censura omnipresente", y a él se le puede conceder el honor de haber puesto a Francia en el centro de la campaña presidencial. Francia, y no sólo el cambio climático, la reducción de las desigualdades, el poder adquisitivo, la reforma de las pensiones... Son cuestiones importantes e incluso urgentes. Pero la supervivencia de Francia, el derecho de los franceses a la continuidad histórica, es una cuestión aún más fundamental. Como bien dijo Marcel Gauchet: "El fenómeno Zemmour tiene un efecto positivo en la agenda. La respuesta que ha recibido ha hecho saltar una serie de prohibiciones y ha planteado temas que ahora son insoslayables. Desde este punto de vista, Zemmour ha hecho un gran un servicio a la democracia".

Desgraciadamente, al referirse, como lo hace, a Barrès o a Maurras, al negarse a elegir entre los pro Dreyfus y los anti Dreyfus, al querer asumir a la vez la herencia de Vichy y la de la Francia Libre, Éric Zemmour brinda un regalo inesperado a quienes creen vivir un retorno a los años 30 y pretenden que la islamofobia desempeñe hoy el papel que en su día tuvo el antisemitismo. Zemmour es el enemigo providencial del antifascismo imaginario que causa estragos en nuestro entorno. Con él y su lectura del pasado francés, uno tiene la sensación de que la Historia se repite, mientras que para ésta nunca hay examen de repesca. El hombre que ha sido capaz de verbalizar la tragedia sin precedentes en la que estamos sumidos les está dando al mismo tiempo a los vigilantes anacrónicos la posibilidad de instalar sobre esta situación sin precedentes una tragedia de cartón-piedra con el retorno de los viejos demonios. Así, la mentira que él ha zarandeado, ¡y de qué manera!, corre el riesgo de girarse en su contra y derrotarlo en 2022. Entonces sólo podrá culparse a sí mismo.

-Hay algo sorprendente en esta campaña, es la forma en que la hostilidad hacia Zemmour está desacomplejando cierto antisemitismo de izquierdas...

-Es Israel el que ha devuelto al antisemitismo su inocencia perdida. Israel ha ido despojando a los judíos de la protección de la Shoah. En las primeras décadas de la Europa post-Thatcher, los judíos eran intocables. Pero como resultado de las victorias de Israel sobre los ejércitos árabes y la continua ocupación de Cisjordania, Israel, y por lo tanto de los judíos, ya que están abrumadoramente ligados a ese país, han pasado a estar en el lado equivocado. Además, los judíos ya no cuentan como minoría, nunca, en ningún sitio, y especialmente en Estados Unidos. Son blancos, son dominantes. Y en los campus estadounidenses, el movimiento BDS [Boicot, Desinversiones, Sanciones (contra Israel)] se alía con el Black Lives Matter contra la presencia de profesores israelíes o considerados sionistas en el campus. Esto no va a parar. Con el desarrollo del wokismo, las cosas sólo pueden empeorar.

A diferencia de Drumont y Action Française, el antisemitismo actual es antirracista. Se acusa a los judíos de ser racistas. Cuando me insultan, ya no me llaman "sucio judío", sino "sucio racista", porque yo sigo apegado a Israel. Este antisemitismo es aún más peligroso porque tiene buena conciencia, porque ya nadie puede hacer que se avergüence de nada. Algunos partidos políticos, como el Partido Laborista británico en la época de Jeremy Corbyn y como La France Insoumise hoy [de extrema izquierda], se han volcado en este antisemitismo, para atraer hacia ellos a las nuevas poblaciones que nunca han hecho la diferencia entre los judíos e Israel.

- Al escucharle, entrevistado en Europe 1 por Sonia Mabrouk y Mathieu Bock-Côté, tuve la sensación de que reprochaba a Éric Zemmour que se interesara por Francia sólo como potencia y no lo suficiente como civilización.

- Zemmour opone constantemente la política y la moral, como si no existiera la moral política ni otra razón que la razón de Estado. Debería meditar sobre la gran lección de Hannah Arendt: "Para reaccionar de manera razonable, primero hay que haber sido tocado por la emoción; y lo que se opone a lo "emocional" no es en absoluto lo "racional", sea cual sea el significado del término, sino la in-sensibilidad, [...] o el sentimentalismo, que representa una perversión del sentimiento".

- Un periodista de Libération le objetó hace poco, a propósito del wokismo, que el 95% de los franceses no sabían lo que era. Se podría replicar que el 100% de los mujiks rusos en 1916 no conocían el significado de la palabra "marxismo" y que eso no impidió que les cambiara la vida. ¿En qué sentido el wokismo es para usted un síntoma de este periodo post-literario que describe?

- Durante mucho tiempo en Europa pensamos que los textos antiguos tenían algo que decirnos; nos acercamos a ellos, como escribió Borges, con un fervor previo y una lealtad misteriosa. Esto ya no es así. Ya no honramos a los clásicos, sino que desconfiamos de ellos. La sospecha ha sustituido a la admiración, precisamente porque el presente es woke, sabe a qué atenerse, no se deja engañar, está atento a todas las discriminaciones, a todas las injusticias. Busca los prejuicios racistas y los estereotipos de género en los textos del pasado. Lejos de necesitar ser iluminado, difunde su luz sobre todo lo que lee. Cuanto más abierto se cree, más se cierra a lo que no es él.

-¿Está la era post-literaria vinculada a la crisis de la educación?

- El barómetro de Voltaire (Ipsos) acaba de informarnos de que una mayoría de asalariados no domina el francés escrito, ni siquiera el hablado: confunden el tiempo futuro con el condicional, no respetan la concordancia del participio pasado, ni los acuerdos de número y género. También me enteré de que, gracias al Pass Culture, las ventas de manga se habían disparado en las librerías, y que la película más popular entre los jóvenes era Fast and Furious 9. A este ritmo, pronto no habrá público para la literatura. En los años treinta del siglo XX, el gran filólogo alemán Ernst Curtius escribió: "La literatura desempeña un papel vital en la autoconciencia y la civilización de Francia. Ninguna otra nación le otorga un lugar comparable. Sólo en Francia la nación entera considera la literatura como la expresión representativa de su destino". Nadie podría decir eso hoy...
Francia ya no es una patria literaria. De ahí la terrible pregunta que plantea Michel De Jaeghere en su último libro, Le Cabinet des antiques: "¿Seguimos sabiendo ser franceses?". Y me gustaría que los políticos y los intelectuales se ocuparan de esta cuestión. Si ya no sabemos, ¿qué podemos hacer para recuperar este conocimiento? Sí, hay que controlar, y tal vez detener, la inmigración porque, de lo contrario, ya no existirá Francia. Pero no podemos quedarnos en eso. A Éric Zemmour le preocupa el hecho de que muchos musulmanes de nacionalidad francesa pongan a sus hijos el nombre de pila Mohammed; al hacerlo, ciertamente se anclan en otra tradición. Sin embargo, está claro que cada vez más padres de origen francés llaman a sus hijos Kevin, Donovan, Brandon, Jennifer o Cindy. De este modo, se afilian a la cultura de masas estadounidense. En cuanto a los padres de la jet-set, la desterritorialización y el narcisismo les llevan a buscar para sus hijos nombres que nadie ha puesto aún.

En resumen, Francia ya no vende en Francia. ¿Por qué? Porque la escuela ha dejado de desempeñar su papel: para dejar de favorecer a los herederos, ha marginado progresivamente la herencia. Sin embargo, los niños, sea cual sea su origen, son unos recién llegados al mundo, y todos necesitan integrarse, es decir, introducirse en un mundo que es mayor que ellos. Este trabajo ya no se hace, la igualdad ahora significa la desasimilación para todos. Este es el problema del que debemos ocuparnos inmediatamente.

-Sin embargo, hay gente que sigue leyendo, y a veces incluso libros muy buenos, que usted mismo saluda dentro de la producción actual. ¿Por qué entonces la literatura ya no "impresiona" hoy en día, como usted escribe?

- La mancha, de Philip Roth, fue un éxito mundial, y esta obra maestra ha quedado sin efecto. El wokismo reina en todos los campus. El novelista revela la realidad y a nadie le importa. Las cosas han empeorado tanto desde que se publicó la novela de Philip Roth que, si el libro se publicara hoy, su autor sería acusado de apropiación cultural; eligió como héroe a un hombre negro de piel clara. "How dare you? [¿Cómo te atreves?", la célebre frase de Greta Thunberg] le dirían críticos, profesores y alumnos.

Blake Bailey, quien publicó una enorme biografía de Philip Roth esta primavera y que ha sido acusado de agresión sexual, ve cómo la editorial ha suspendido las ventas del libro, y muchos comentaristas nos dicen que el biógrafo se calló sobre la turbiedad de Roth porque, de alguna manera, ¡sería su cómplice! Es tal el afán por verle como un abusador sexual que el lector, decepcionado por la biografía, ha encontrado combustible para su desconfianza y resentimiento en los problemas del biógrafo. Y hay que recordar que ni Philip Roth ni Milan Kundera, que son los dos mejores escritores de la segunda mitad del siglo XX, han ganado el Premio Nobel. ¿Por qué no? Porque se les considera misóginos. Tal vez Roth hubiera conseguido doblegar a la academia sueca si, como él mismo dice, hubiera titulado a Portnoy y su complejo: "El orgasmo bajo la mirada del capitalismo furibundo".

-Hay una frase de Philippe Muray en la que describe la modernidad tardía como un interminable monólogo elogioso que la época mantiene sobre sí misma. Esto plantea la pregunta con la que termina su libro: ¿una época que cree tener respuestas para todo sigue necesitando la literatura? ¿Cómo podemos salir de este monólogo?

- Salimos del comunismo a través de la prueba de la realidad. La ideología contemporánea no construye un Gulag ni nos precipita a la penuria. No es más que un crimen contra el espíritu, apoyado, además, en la mutación demográfica de Europa. Así que habrá cada vez más gente que, en nombre de la diversidad, querrá hacer que la literatura se vaya al garete. En cuanto al neofeminismo, ya no es una lucha por la igualdad de derechos, porque ésta se ha conseguido: se ha convertido en una lucha por el poder. Alice Coffin lo dijo bien clarito tras las primarias ecologistas y la ajustada victoria de Yannick Jadot [frente a la candidata Sandrine Rousseau] , afirmando: "Ya se sabe... una feminista debe ceder el sitio". El objetivo final de este feminismo es: "Hombre blanco, ¡lárgate!" 
Menudo programa...
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Los antisemitas y terroristas  pueden atacarme...¡ Soy inmortal!  [Los académicos de la Académie Française  son conocidos como "Los Inmortales"]


[EN EL POST ANTERIOR UNA ENTREVISTA CON ÉRIC ZEMMOUR]