jueves, 9 de diciembre de 2021

Finkielkraut sobre el velo

Alain Finkielkraut entrevistado por Elisabeth Lévy sobre la cuestión del velo. Aquí en V.O.

Aquí en tradu exprés:

8 de diciembre de 2021

El filósofo Alain Finkielkraut fue uno de los primeros en señalar los peligros del velo para la sociedad francesa. Tras el asunto de las colegialas con velo en Creil en 1989, denunció, junto con otros, en Le Nouvel Observateur, un "Múnich de la escuela republicana" [referencia a los Acuerdos de múnich de 1938 para solucionar la crisis de los Sudetes, con Alemania, Italia, Francia y Reino Unido]. Se necesitaron quince años para llegar a la ley que prohíbe los símbolos religiosos ostentosos en las escuelas. La cobardía política y la complicidad ideológica han abierto una avenida al islamismo.

Elisabeth Lévy. En Le Nouvel Observateur (no se llamaba L'Obs), el 2 de noviembre de 1989, usted publicó un llamamiento  junto con Elisabeth Badinter, Régis Debray, Elisabeth de Fontenay y Catherine Kintzler titulado "¡Profes, no capitulemos!". ¿Recuerda cómo nació esta iniciativa?

Alain Finkielkraut. Como nunca he llevado un diario, no estoy seguro de algunas cosas. Pero creo recordar que la iniciativa de ese llamamiento partió de Elisabeth Badinter. Las feministas de la época eran muy hostiles al velo: lo que le reprochaban en primer lugar no era su mojigatería, sino su obscenidad. Las mujeres en tierras islámicas estaban obligadas a cubrirse el pelo para no despertar la concupiscencia de los hombres. Como escribe Fethi Benslama: tenían que ocultar los signos malignos de la seducción que mostraban sus cuerpos. En definitiva, lo repugnante del velo o del pañuelo islámico, como se llamaba en aquella época, era que reducía a las mujeres y a las jóvenes a la condición de objetos sexuales. Tanto como un desafío al laicismo, esta reducción se consideró como algo insoportable.

-Cuando Lionel Jospin, animado por David Kessler, decidió dejar que los directores de las escuelas se ocuparan del velo, usted habló de un "Múnich de la escuela republicana". Sin embargo, era difícil saber, en aquel momento, que el islamismo sería el fascismo del siglo XXI. ¿Tenía una intuición de esto?

-No éramos extralúcidos. Llevábamos diez años viendo cómo el ayatolá Jomeini gobernaba Irán y su revolución obligaba a todas las mujeres iraníes a llevar el chador. Unos meses antes de nuestro llamamiento, se había dictado una fatwa contra Salman Rushdie por "blasfemia". Frente a este gran retorno del fundamentalismo islámico, los dirigentes políticos compitieron en cobardía. Jacques Chirac, por ejemplo, equiparó al autor de los Versos satánicos con quienes lo querían muerto. ¡Era el momento de reaccionar! Y recordar al ministro que afirmaba, con todo su buenismo, que "queda excluido excluir", y que "una exclusión sólo es discriminatoria cuando se dirige a la persona que ha respetado las normas vigentes en un establecimiento". Cuando afecta al alumno que ha infringido estas normas, la exclusión es disciplinaria. La actual confusión entre disciplina y discriminación arruina la disciplina. Y si ya no hay disciplina, ¿cómo podemos enseñar las disciplinas?

-¿Cuáles fueron las reacciones en su momento, cuando no existían las redes sociales? ¿Ya se hablaba de islamofobia? ¿El velo trazó una línea divisoria dentro de la izquierda?

-Es muy sencillo: teníamos a todo el mundo en contra. El arzobispo de París se puso como una hidra: "No hagamos la guerra a los adolescentes beur [de origen magrebí]. ¡Peligro de incendio! El Gran Rabino de Francia consideró esta petición de prohibición como un ataque al libre ejercicio de la religión. La portavoz de los protestantes de Francia expresó su preocupación en estos términos: "Nuestra Francia amodorrada se despierta para ir a la guerra contra una religión". Una historia viejuna que debería recordarles algo a esos protestantes. Y al clero se le unieron las "asociaciones". El MRAP [Movimiento contra el Racismo y por la Amistad de los Pueblos] señaló con orgullo que otras comunidades manifestaban su filiación religiosa "sin ser sancionadas", mientras que SOS Racisme, fiel a su lema, proclamó: "No se puede sancionar a los alumnos en razón de su fe". En definitiva, a pesar del apoyo de Jean Daniel, estábamos muy aislados en la izquierda. Todos los "simpáticos" denunciaban nuestras tendencias represivas y pensaban, al igual que  Edwy Plenel, que "el laicismo intolerante era la expresión de una negación social, de un rechazo a los dominados y a los oprimidos". La palabra islamo-izquierdismo aún no se había inventado, pero la cosa existía.

-Han tenido que pasar quince años para que se apruebe la ley que prohíbe los símbolos religiosos ostentosos en las escuelas. Pero, mientras tanto, los velos habían florecido en todos los barrios donde vivían muchos musulmanes. ¿Sería nuestra situación muy diferente si Lionel Jospin le hubiera escuchado?

-El Conseil d'Etat, al que acudió Lionel Jospin, consideró que la neutralidad en la función pública no debía imponerse a los alumnos. Por lo tanto, se anuló la exclusión de las colegialas con el velo. Autorización del velo, pero prohibición de proselitismo. Con este principio que cojeaba, el número de casos contenciosos aumentó. Por ello, en 2003, Jacques Chirac pidió a Bernard Stasi que presidiera una comisión para reflexionar sobre el principio de laicidad en Francia. La mayoría de sus miembros estaban inicialmente a favor de las negociaciones caso por caso. Lo que les hizo cambiar de opinión fue el desconcierto mostrado por muchos directores de escuela ante el auge del comunitarismo en Francia. Para frenar esta fragmentación, se deberían haber establecido reglas muy claras desde el principio. Debería haberse dicho que Francia es un país de diversidad, pero que la escuela es un espacio aparte que obedece a sus propias normas. "La escuela es un lugar admirable. Me gusta el hecho de que el ruido exterior no entre en ella. Me gustan esas paredes desnudas", escribió Alain en sus Propuestas sobre la educación. No conozco una definición más bella del laicismo. Se ha olvidado y Francia se está fragmentando.

-A pesar de la ley, la escuela se ha convertido en una línea de frente en la guerra que libran los islamistas contra nosotros. ¿Diría usted que los profesores han capitulado (en una encuesta, más de la mitad de ellos pensaba que las caricaturas de Mahoma no debían mostrarse a los alumnos)?

-La escuela de la República se ha ido derrumbando poco a poco con sus notas benévolas y reformas pedagógicas. La bondad se impone a la excelencia y a la exigencia. Muchos jóvenes profesores son producto de esta escuela que erradica el conocimiento. También disponen de un sitio de información en línea [sitio concebido por el Institut national supérieur du professorat et de l’éducation de l’académie de Créteil y la Universidad Paris-Est Créteil. Se financia con fondos públicos vía la Agence nationale de la recherche] dedicado a la pedagogía antidiscriminatoria, que les invita a autodiagnosticarse: "¿Contribuyo o combato los estereotipos sobre las familias de clase trabajadora en tanto que "abandonadoras" o como si no se ocupasen de la escolarización de sus hijos? ¿Soy consciente de que la evaluación numérica produce estrés relacionado con las amenazas de los estereotipos y no es favorable para las familias de la clase trabajadora?". El infierno islámico-izquierdista está pavimentado con las mejores intenciones igualitarias...

-"¡Los estudiantes necesitan el placer de olvidar su comunidad de origen y pensar en algo distinto de lo que son!", escribía usted. Pero hoy es el Ministro de Educación quien pide que se escuche a los estudiantes transexuales. Incluso más allá de la identidad religiosa y cultural, ¿no estamos en un mundo donde las identidades minoritarias tienen todos los derechos? ¿Es posible oponerse a ello?

-Sobre todo, estamos en un mundo que se considera alerta a toda discriminación e injusticia. La apertura a la que dicen estar abiertos los woke les está cerrando definitivamente a lo que es la transmisión. Sus studies no son investigaciones, sino requisitorias contra una [supuesta] cultura llena de estereotipos y prejuicios. Ya no se acude a las obras para saber algo de nosotros mismos y del mundo, se las convoca ante el tribunal de las identidades. Es una inversión funesta.

-Hoy, en los barrios islamizados, el velo es mayoritario. Sus defensores (o los que se oponen a cualquier restricción) afirman que se trata de un signo puramente religioso que entra dentro de la libertad de conciencia (o un simple trozo de tela). Para muchos franceses, el velo es un símbolo político. ¿Para usted, qué nos dice el velo? ¿Y cómo se distingue el velo religioso del velo político?

-Ya sea político, religioso o ambos el velo es un emblema de secesión. La mujer que lo lleva afirma su pertenencia al Islam. Nunca se casará con un no musulmán. Francia no es para ella más que una suma de derechos.

-¿Qué les diría a las mujeres judías ortodoxas?

-No hay ninguna de ellas en la escuela. Los judíos en general son, es cierto, un pueblo endogámico porque, religiosos o no, no quieren que el pueblo judío se extinga. Pero es un hecho que la gran mayoría de los judíos han jugada la carta de la asimilación, que existen los matrimonios mixtos y que no tienen intención de dar marcha atrás.

-¿Cuál es la respuesta a las mujeres (y a la prensa anglosajona) que enarbolan nuestras libertades para defender el velo?

-Los adversarios al laicismo francés ya no invocan la ley de Dios, sino la libertad de conciencia. Quieren ser también laicos, incluso más laicos que aquellos a los que combaten. A sus ojos, nuestra prohibición de los símbolos religiosos en las escuelas no es sacrílega, es liberticida. Tomemos pues nota de ello. Nuestro modelo no es universal. Pues bien, asumamos nuestra particularidad y, ya que el multiculturalismo existe, defendamos la cultura francesa sin vacilar.

-Más allá de la escuela, ¿está usted a favor de prohibir el velo?

-¡No! El velo es un insulto para las mujeres... pero prohibirlo en el espacio público transformaría este instrumento de servidumbre en un estandarte de rebeldía.

- A pesar de todo, Francia resiste, incluso la Francia oficial, ya que el gobierno ha protestado contra la campaña [sobre el hijab como símbolo de libertad] del Consejo de Europa y ha conseguido su retirada. ¿Significa esto que si se perdió una batalla hace treinta años, aún no hemos perdido la guerra?

-Como escribe el sociólogo alemán Ulrich Beck, la Unión Europea tal como la conocemos se creó para sacar a Europa del atolladero de su historia bélica. Se fundó como antítesis de la Europa nacionalista. Quiso romper con su sangriento pasado vaciándose de cualquier contenido sustancial. Es una Europa de valores y normas que ha optado por lo universal sobre lo particular, en lugar de buscar articular lo uno con lo otro. Según la acertada expresión de Pierre Manent: "Esta Europa democrática es y sólo quiere ser pura universalidad humana. Por tanto, no puede ser algo distinto, debe ser una nada, una ausencia pero abierta a cualquier ausencia del otro". El que uno mismo sea una nada para que así el otro, cualquier otro, pueda ser todo lo que es; este es nihilismo que inspiró la campaña de carteles del Consejo de Europa: "La diversidad está en la belleza como la libertad está en el hijab". Los gobiernos francés y alemán han reaccionado. ¿Es un mero respingo o un auténtico despertar? ¿Aceptará por fin la Europa post-hitleriana ser una civilización? ¿Dejará de confundirse el deber de la memoria con el olvido de todo lo que no es delito? Eso espero, pero aún queda mucho camino por recorrer.

----



"La belleza está en la diversidad como la libertad está en el hijab". 
¡Qué aburrido sería el mundo si todos nos pareciésemos! Celebra la diversidad & respeta el hijab



[EN EL POST ANTERIOR OTRA ENTREVISTA CON ALAIN FINKIELKRAUT SOBRE LA LITERATURA, LA VERDAD Y ZEMMOUR]