El pasado otoño, el diario regional Ouest-France, de
tendencia cristiana (el periódico más vendido en Francia y en toda
la francofonía mundial, 200.000 ejemplares más que Le Monde) decidió
no solo no encargar ningún sondeo para las presidenciales del domingo que
viene: tampoco publica sondeos de otros medios e institutos, ni siquiera los comenta o analiza. Las razones, aparte de las tradicionales sobre los
márgenes de error/intervalos de confianza y los fiascos históricos ( Jean-Marie
Le Pen eliminó en 2002, contra toda demoscopia los sondeos, al primer ministro socialista Lionel
Jospin en la primera vuelta), estriban en que por primera vez en
Francia los trabajos serios se realizan a través de Internet (y no por
teléfono), algo considerado poco fiable, al presumirse que muchos encuestados
no responden sinceramente, por miedo a la trazabilidad de sus respuestas y, por
tanto, mienten o contestan lo que consideran políticamente correcto.
Si restamos los potenciales electores no o mal
inscritos (15%), más el porcentaje de abstención prevista (30%), quedan un 55-60%
de franceses en edad de votar, del los cuales un tercio no sabe todavía a quién
votará.
Los sondeos más recientes acercan Le Pen a Macron.
Los no decididos y los sondeos, a pesar de, o, bien por las dudas que suscitan, permiten contemplar la plausibilidad de que aquella supere a Macron en la primera vuelta, y que, en la segunda
vuelta, todo se resuelva en un pañuelo.
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