domingo, 12 de septiembre de 2021

Un socrático



Tuit de Peter Boghossian del día 9 de septiembre. "Me he visto sumergido por peticiones de medios conservadores para hablar de mi dimisión de la Universidad de Portland. Y sin embargo no me considero conservador. No he recibido ni una sola solicitud de entrevista de los medios liberales. Me encantará tener una conversación con usted @maddow@npr@msnbc"



He aquí la triste historia de un profesor universitario estadounidense que dimite por no poder seguir ejerciendo en libertad.

Por un Boghossian, ¿cuántos profesores aterrorizados que, para no sufrir represalias, prefieren bajar la cabeza y abdicar de su obligación moral de enseñar en libertad y para la libertad?


Aquí la carta en V.O.


Y aquí una tradu exprés.

Mi universidad sacrificó las ideas por la ideología. Así que hoy dimito.

"Cuanto más hablaba contra el antiliberalismo que se ha tragado a la Universidad de Portland, más represalias sufría" 

Peter Boghossian

8 de septiembre

Peter Boghossian ha enseñado filosofía en la Universidad Portland durante la última década. En la siguiente carta, enviada esta mañana a la rectora de la universidad, explica los motivos de su dimisión.

"Estimada rectora Susan Jeffords,

Me dirijo a usted hoy para dimitir como profesor asistente de filosofía en la Universidad de Portland.

Durante la última década, he tenido el privilegio de enseñar en esta universidad. Mis especialidades son el pensamiento crítico, la ética y el método socrático, e imparto clases de Ciencia y Pseudociencia y Filosofía de la Educación. Pero además de explorar a los filósofos clásicos y los textos tradicionales, he invitado a una amplia gama de conferenciantes para que hablen en mis clases, desde los defensores de la Tierra Plana hasta los apologistas cristianos, pasando por los escépticos del clima global y los defensores de Occupy Wall Street. Estoy orgulloso de mi trabajo.

Invité a esos conferenciantes no porque estuviera de acuerdo con sus visiones del mundo, sino principalmente porque no lo estaba. A partir de esas conversaciones complicadas y difíciles, he visto lo mejor de lo que nuestros alumnos pueden conseguir: cuestionar las creencias respetando a los creyentes, mantener el equilibrio en circunstancias difíciles e incluso cambiar de opinión. 

Nunca creí ni creo ahora que el objetivo de la enseñanza fuera llevar a mis alumnos a una conclusión determinada. Más bien, buscaba crear las condiciones para un pensamiento riguroso; ayudarles a obtener las herramientas para buscar y configurar sus propias conclusiones. Esta es la razón por la que me convertí en profesor y por la que amo la enseñanza.

Pero, ladrillo a ladrillo, la universidad ha hecho imposible este tipo de exploración intelectual. Ha transformado un bastión de la libre indagación en una fábrica de justicia social cuyos únicos elementos a tener en cuenta son la raza, el género y el victimismo y cuyos únicos resultados son la queja y la división.

A los estudiantes de la Universidad de Portland no se les enseña a pensar. Más bien se les entrena para imitar la certeza moral de los ideólogos. El profesorado y los administradores han abdicado de la misión de búsqueda de la verdad de la universidad y, en su lugar, impulsan la intolerancia ante las creencias y opiniones divergentes. Esto ha creado una cultura de la ofensa en la que los estudiantes tienen ahora miedo de hablar abierta y honestamente. 

Durante mi estancia en la Universidad de Portland, me di cuenta muy pronto de las señales del antiliberalismo que han invadido la universidad. Fui testigo de cómo los estudiantes se negaban a aceptar puntos de vista diferentes. Las preguntas del profesorado en los cursos de formación sobre la diversidad que desafiaban los relatos aprobados eran descartadas al instante. Los que pedían pruebas para justificar las nuevas políticas institucionales eran acusados de efectuar microagresiones. Y a varios profesores se les acusó de fanatismo por mandar estudiar textos canónicos escritos por filósofos, al ser estos europeos y hombres.  

Al principio, no me di cuenta de lo sistémico que era esto y creí que podría cuestionar esta nueva cultura. Así que empecé a hacer preguntas. ¿Cuáles son las pruebas de que las advertencias y los espacios seguros contribuyen al aprendizaje de los estudiantes? ¿Por qué la conciencia racial debe ser la lente a través de la cual vemos nuestro papel como educadores? ¿Cómo decidimos que la "apropiación cultural" es inmoral?

A diferencia de mis colegas, me hice estas preguntas en voz alta y en público. 

Decidí estudiar los nuevos valores que estaban tragándose a la Universidad de Portland y a tantas otras instituciones educativas, valores que suenan maravillosos, como la diversidad, la equidad y la inclusión, pero que en realidad podrían ser todo lo contrario. Cuanto más leía el material de fuentes primarias elaborado por los teóricos críticos, más sospechaba que sus conclusiones reflejaban los postulados de una ideología, y no percepciones basadas en pruebas.

Empecé a establecer contactos con grupos de estudiantes que tenían inquietudes similares y a traer conferenciantes para explorar estos temas desde una perspectiva crítica. Y cada vez tenía más claro que los incidentes de antiliberalismo de los que había sido testigo a lo largo de los años no eran sólo hechos aislados, sino que formaban parte de un problema que afectaba a toda la institución.

Cuanto más hablaba de estos temas, más represalias sufría yo. 

A principios del año académico 2016-17, una antigua alumna se quejó de mí y la universidad inició una investigación con arreglo al Título IX.  (las investigaciones del Título IX son una parte de la ley federal diseñada para proteger a "las personas de la discriminación por razón de sexo en los programas o actividades educativas que reciben asistencia financiera federal"). Mi acusador, un hombre blanco, hizo una serie de acusaciones infundadas contra mí, que las normas de confidencialidad de la universidad lamentablemente me prohíben exponer. Lo que sí puedo compartir es que los estudiantes míos que fueron entrevistados durante el proceso me dijeron que el investigador del procedimiento del Título IX [ver al final] les preguntó si sabían algo acerca de que yo hubiera golpeado a mi esposa e hijos. Esta horrible acusación pronto se convirtió en un rumor generalizado. 

Con las investigaciones del Título IX no existe el derecho al debido proceso, por lo que no tuve acceso a las acusaciones particulares ni la capacidad de confrontarme a mi acusador, y, de este modo no tuve la oportunidad de defenderme. Finalmente, los resultados de la investigación salieron en diciembre de 2017. Aquí están las dos últimas frases del informe: "Global Diversity & Inclusion considera que no hay pruebas suficientes de que Boghossian haya violado la política de discriminación y acoso prohibidos de la PSU. GDI recomienda que Boghossian reciba un coaching".

No sólo no hubo ninguna disculpa por las falsas acusaciones sino que el investigador también me dijo que en el futuro no se me permitiría opinar sobre las "clases protegidas" ni enseñar de forma que se pudiera conocer mi opinión sobre las clases protegidas; una conclusión extraña para unas acusaciones absurdas. Las universidades pueden imponer la conformidad ideológica sólo con la amenaza de estas investigaciones.

Al final me convencí de que los cuerpos académicos corruptos eran los responsables de justificar las tremendas desviaciones del papel tradicional de las escuelas de artes liberales y del civismo básico en el campus universitario. Había una necesidad urgente de demostrar que los trabajos moralmente de moda por absurdos que estos fueran podían publicarse. Creí entonces que si exponía los defectos teóricos de este cuerpo de literatura, podría ayudar a la comunidad universitaria a evitar la construcción de edificios sobre un terreno tan inestable.

Así que, en 2017, copubliqué un artículo revisado por pares, intencionadamente confuso, que apuntaba a la nueva ortodoxia. Su título: "El pene conceptual como constructo social". Este ejemplo de pseudoacademicismo, que se publicó en Cogent Social Sciences, argumentaba que los penes eran productos de la mente humana y responsables del cambio climático. Inmediatamente después, revelé que el artículo era un engaño diseñado para arrojar luz sobre los defectos de los sistemas de revisión por pares y de publicación académica.

Poco después, empezaron a aparecer esvásticas con mi nombre en dos baños cercanos al departamento de filosofía. También aparecieron ocasionalmente en la puerta de mi despacho, en una ocasión acompañadas de bolsas de heces. Nuestra universidad permaneció en silencio. Cuando actuó, lo hizo contra mí, no contra los autores de estos hechos.

Seguí creyendo, quizás ingenuamente, que si exponía el pensamiento erróneo en el que se basaban los nuevos valores de la Universidad de Portland, podría ayudar a la universidad  a desprenderse de esta locura. En 2018 copubliqué una serie de artículos absurdos o moralmente repugnantes revisados por pares en revistas que se centraban en cuestiones de raza y género. En uno de ellos, argumentábamos que había una epidemia de violaciones de perros en los parques caninos y proponíamos que pusiéramos correas a los hombres del mismo modo que a los perros. Nuestro propósito era demostrar que cierto tipo de "erudición" no se basan en la búsqueda de la verdad sino en la promoción de reivindicaciones sociales. Esta visión del mundo no es científica ni rigurosa. 

Los administradores y el profesorado se enfadaron tanto por estos artículos que publicaron un artículo anónimo en el periódico estudiantil y la Universidad de Portland presentó cargos formales contra mí. ¿La acusación? "Mala conducta investigadora", basada en la absurda premisa de que los editores de la revista que aceptaron nuestros artículos intencionadamente desquiciados eran "sujetos humanos". Me declararon culpable de no haber recibido una autorización para experimentar con sujetos humanos. 

Mientras tanto, la intolerancia ideológica siguió creciendo en la Universidad de Portland. En marzo de 2018, un profesor titular interrumpió un debate público que yo mantenía con la autora Christina Hoff Sommers y los biólogos evolutivos Bret Weinstein y Heather Heying. En junio de 2018, alguien hizo saltar la alarma de incendios durante mi conversación con el popular crítico cultural Carl Benjamin. En octubre de 2018, un activista arrancó los cables del altavoz para interrumpir un panel con el exingeniero de Google James Damore. La universidad no hizo nada para detener o tratar este tipo de comportamientos. Nadie fue castigado  u objeto de una medida disciplinaria. 

Para mí, los años siguientes estuvieron marcados por el acoso continuo. Encontré folletos por el campus en los que aparecía yo con una nariz de Pinocho. Los transeúntes me escupían y amenazaban mientras acudían a sus clases. Los estudiantes me informaron de que mis compañeros les decían que evitaran mis clases. Y, por supuesto, fui objeto de más investigaciones.

Me gustaría poder decir que lo que estoy describiendo no me ha pasado factura personal. Pero se ha cobrado exactamente el peaje que se pretendía: una vida laboral cada vez más intolerable y sin la protección de la titularidad del puesto.

No se aquí trata de mí. Se trata del tipo de instituciones que queremos y de los valores que elegimos. Toda idea que ha hecho avanzar la libertad humana ha sido siempre, y sin falta, condenada inicialmente. Como individuos, a menudo parecemos incapaces de recordar esta lección, pero precisamente para eso están nuestras instituciones: para recordarnos que la libertad de cuestionar es nuestro derecho fundamental. Las instituciones educativas deben recordarnos que ese derecho es también nuestro deber.  

La Universidad de Portland no ha cumplido con este deber. Al no hacerlo, no sólo les ha fallado a sus estudiantes, sino también al público que la sostiene. Aunque estoy agradecido por la oportunidad de haber enseñado en la Universidad de Portland durante más de una década, me ha quedado claro que esta institución no es lugar para personas que pretenden pensar libremente y explorar ideas. 

Este no es el resultado que yo quería. Pero me siento moralmente obligado a tomar esta decisión. Durante diez años, he enseñado a mis alumnos la importancia de vivir según los propios principios. Uno de los míos es defender nuestro sistema de educación liberal frente a quienes pretenden destruirlo. ¿Quién sería yo si no lo hiciera?

Sinceramente,

Peter Boghossian"

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¿Y quiénes son, añado yo, los que callan y miran hacia otro lado?


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El procedimiento del Título IX (vale el de la Universidad de Portland para los demás en otras universidades estadounidenses).

"La Universidad de Portland se compromete a fomentar una comunidad en la que todos sus miembros se sientan respetados y seguros. El acoso sexual y de género, la mala conducta y la violencia no tienen cabida en la Universidad, son incompatibles con nuestra misión y valores como universidad de la Santa Cruz [Holy Cross (sic)], y no serán tolerados.

La Universidad de Portland cree que es responsabilidad de nuestra comunidad prevenir, educar y responder de manera eficaz; y es una responsabilidad que la Universidad se toma muy en serio. Reconocemos que una cultura del respeto y de la seguridad requiere que cada uno de nosotros —estudiantes, personal, profesores y administradores— hagamos lo que se espera de nosotros cuando ocurre algo que no es compatible con los valores de nuestra comunidad. Además, es imperativo que las personas afectadas por el acoso sexual y de género, la mala conducta y la violencia sepan que no están solas: que nuestra comunidad está aquí para ayudarles.

Se anima a los miembros de la comunidad de la Universidad de Portland a denunciar los incidentes de acoso sexual o por razón de género, mala conducta y violencia a la Oficina del Título IX. La Universidad tomará las medidas necesarias para abordar adecuadamente dichas denuncias y apoyar a los miembros de la comunidad afectados.

Juntos podemos adoptar una postura para formar parte de una comunidad en la que todos los miembros se sientan respetados y seguros. Únase a nosotros para conocer más sobre los recursos del campus y de la comunidad y las opciones de denuncia, junto con nuestros programas de educación y prevención".


Y, por último, el link a la página en donde el (supuesto) afectado denuncia.

Y su traducción:

"Denuncia sobre acoso, mala conducta y violencia sexual y de género


Esta denuncia documenta incidentes o presuntas violaciones de acoso sexual y por razón de género, mala conducta y violencia. Estos incidentes incluyen la violación, la agresión sexual, la violencia doméstica y de pareja, el acoso, el acoso sexual o la discriminación sexual. Este formulario puede ser utilizado por los estudiantes que deseen presentar un informe en su propio nombre o por cualquier persona que desee presentar un informe en nombre de un estudiante o empleado de la Universidad de Portland.

Tenga en cuenta que los envíos que utilicen este formulario no se revisarán fuera del horario laboral normal.

Si existe un riesgo inmediato para la salud o la seguridad, póngase en contacto con Seguridad Pública al (503) 943-7161 o marque el 911.

Información de base

Se espera que todos los miembros de la facultad, el personal y los administradores informen de cualquier revelación que implique acusaciones de acoso sexual y de género, mala conducta o violencia. Las excepciones para la denuncia obligatoria son aquellas personas designadas como recursos confidenciales del campus (por ejemplo, el personal del Centro de Salud y Asesoramiento, los funcionarios públicos del Campus, los sacerdotes (sic) que sirven en el Campus y los consejeros de programas especialmente designados)."

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