viernes, 10 de septiembre de 2021

Belmondo, a hombros del Estado

Murió Belmondo (1933-2021). Así lo despidió un país.






Ceremonia y discurso pronunciado por el presidente Macron ante el féretro de Jean-Paul Belmondo, el 9 de septiembre de 2021. El actor fue despedido con honores de Estado. 

Aquí el vídeo del acto en la página del Elíseo.


Y aquí un traducción exprés de la alocución (se han dejado casi siempre los títulos en francés de las películas):

ELOGIO FÚNEBRE DE JEAN-PAUL BELMONDO PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

“Primer Ministro, Presidente de la Asamblea Nacional, Presidente de la República [estaba presente el expresidente François Hollande], Primer Ministro, Ministros, Alcaldesa de París, Diputados, representantes electos, querida familia BELMONDO, Señoras y Señores, Jean-Paul BELMONDO era un miembro de la familia. Hermano, primo, tío, amigo, seductor, padre fuera de serie, héroe de las mil caras cuya carrera encarna mil vidas en las que todos encontramos un poco de las nuestras y que ha marcado seis décadas de vida francesa. Mitología de una Francia feliz donde la juventud se hacía con todos sus derechos, tiempos de despreocupación, y, más tarde, tiempos de duda. Seis décadas de cabalgar a nuestro lado. Seis décadas de teatro, y primero de cine, donde abarcó todos los géneros. El rostro que queríamos ver en las salas oscuras, esa guasa tan propia de él con que calentaba las veladas de la televisión francesa, BELMONDO era la figura que traspasaba estilos, cruzaba épocas, rompía todas las barreras. Primer icono de la "Nouvelle Vague" con Jean-Luc GODARD, y luego con François TRUFFAUT, estrella inigualable del cine francés popular con Henri VERNEUIL, Gérard OURY, Philippe DE BROCA, Jean BECKER, Georges LAUTNER, Louis MALLE, Jacques DERAY, Philippe LABRO, Claude LELOUCH, y tantos otros, hombre de teatro con Robert HOSSEIN y Bernard MURAT, presencia inolvidable de los inclasificables Jean-Pierre MELVILLE, Alain RESNAIS, Claude SAUTET o Claude CHABROL, fue a su vez un brillante improvisador y un rapsoda sin parangón de diálogos. Un intérprete de orfebrería, un extraordinario doble en las escenas de acción, volando sobre Venecia colgado de un trapecio, heliportado en "Le Guignolo", domando un tigre salvaje en "L'Animal", caminando sobre un cable de acero entre dos edificios en "Un Homme à Rio"... él siempre estuvo ahí. Los jóvenes cineastas de los años 50 podían dar paso al "film vrai" de la "Nouvelle Vague", y BELMONDO estaba ahí. El color podía suplantar definitivamente al blanco y negro, y BELMONDO estaba ahí. Hollywood podía brillar, sus estrellas podían conquistar Europa, y BELMONDO seguía ahí. Con su grupo del conservatorio, Annie GIRARDOT, Michel BEAUNE, Guy BEDOS, Bruno CREMER, Jean-Pierre MARIELLE, Jean-Pierre MOCKY, Claude RICH, Jean ROCHEFORT, Philippe NOIRET y, por supuesto, Françoise FABIAN y Pierre VERNIER, [ambos presentes en la ceremonia], no dejó de renovarse y reinventarse y, con ello, de conquistar a las generaciones posteriores. Es esa presencia con la que envejecimos de película en película, de estilo en estilo. Siempre el mismo, siempre cambiante. Jean-Paul BELMONDO vivió esta vida francesa con nosotros. Fue el vínculo entre Jean GABIN, Pierre BRASSEUR y algunos otros y las nuevas generaciones. Inmortal, no sólo por sus películas, sino porque les enseñó su arte escénico y actoral a ustedes, Jean DUJARDIN, Antoine DULÉRY, Richard ANCONINA, Gilles LELLOUCHE [presentes en la ceremonia], que se han convertido en su nuevo grupo, y que están aquí en este momento para recoger su antorcha. Durante esas décadas, Jean-Paul BELMONDO no sólo abrazó la época y a la gente sino que se casó con Francia. A través de todos sus papeles, atravesó la historia de nuestro país y lo hizo a lo grande. Ora bajo la Regencia, medio soldado, medio bandido, ora encarnando a un notable en "Les Mariés de l'an 2", o en el hueco de un árbol en las primeras horas de la mañana, con la mujer de la que se iba a divorciar. Piloto boxeador en "Der des der" y en "L'As des As"; un sublime y desencantado soldado de fin de semana en "Weekend à Zuydcoote". Camionero, matón en las carreteras del Sahel en "Cent mille dollars au soleil", legionario inolvidable en "Morfalous", BELMONDO fue el rostro de todas las peripecias de nuestros Treinta Gloriosos [las tres décadas de la prosperidad económica francesa, de 1945 a 1975]. Sin pretensiones, sin tratar nunca de defender una tesis, simplemente estando ahí, encarnando sus papeles. Un día, un sacerdote asediado por cuestiones metafísicas en "Léon Morin", otro día, industrial y propietario de una prensa, un heredero de América en “L’Héritier”, un ácido crítico de la sociedad de consumo en "Le Corps de mon ennemi", un magnífico espía de misión en México bajo la tambaleante leyenda de un escritor perdido en “Le Magnifique”. Policía, pícaro, siempre magnífico, Jean-Paul BELMONDO vivió en Francia. En todos estos lugares que su andar oscilante, su sonrisa luminosa, nunca dejarán de habitar. Nuestros Campos Elíseos, donde se rodó el tierno y canalla "À bout de souffle". El castillo de Maintenon, que sirvió de telón de fondo al final de la carrera del "Professionnel", la Riviera de la Costa Azul que todavía resuena con la elegancia del medio policía, medio gamberro, y las calles de Marsella que no son sólo las de "la negra"  [ la "scoumoune", la "mala suerte": alusión a la película "La Scoumoune"/"El Clan de los marselleses"]; y también el teatro, en el que la sombra de Bébel [apodo de Belmondo] permanecerá para siempre mezclada con la de Alain DELON, el único cómplice a su altura. Este pueblo de la "Côte fleurie" [Vilerville, en Calvados, donde se rodó “Un Singe en hiver”] y tantas otras localidades. Y los trenes que tomó y las estaciones que recorrió, Nantes, Besançon, Lille, Lisieux, esas calles, esas plazas, esos paisajes de Francia… Queremos a Jean-Paul BELMONDO porque era como nosotros. Gigante entre los gigantes, era sobre todo ese hombre entre los hombres descrito por su vecino de infancia, Jean-Paul SARTRE: le admiramos, nos hace reír. BELMONDO es un poco como nosotros, pero en mejor. Un día de rodaje, Jean GABIN le soltó de repente: "Abrázame, tío: tú eres mis 20 años...". Sí, Jean-Paul BELMONDO fue nuestros 20 años. Ese joven con la nariz rota al que se le auguraba un sombrío futuro profesional y sentimental y que, a fuerza de trabajo, nervio ilimitado y carisma envolvente, acabó conquistando Francia y seduciendo a las mujeres más bellas del mundo. Jean-Paul BELMONDO tenía nuestros 30 años. Este Don Quijote de los tiempos modernos, capaz de traspasar los límites de la embriaguez y asimismo de la ternura, como un “mono en invierno” [alusión a la película "Un Singe en hiver"]. Jean-Paul BELMONDO cumplió 40 años. Ese comisario, tan atlético, tan intrépido que todos nosotros habríamos soñado ser, dispuesto para luchar contra el miedo en la ciudad. Jean-Paul BELMONDO cumplió 50 años. Ese empresario de éxito que de repente eligió, como último paso, en el itinerario de un niño mimado, soltar amarras hacia su libertad y su destino. Era el amigo que todo el mundo querría tener. El que, hasta el final, invitó a su compañero de toda la vida, Charles GÉRARD, “Charlot”, a rehacer el mundo, por las mañanas y por las noches. Era el hijo que todos los padres sueñan tener. Capaz de rechazar una estatuilla de los premios César porque no fue diseñada por su padre [Paul Belmondo (1898-1982), que era escultor, aquí la web su museo], y de pasar horas junto a la cama de su madre ciega, leyéndole páginas y páginas de sus novelas favoritas. Era el padre ejemplar que, para educar a sus hijos, no dudaba en rechazar un rodaje en julio o agosto, y el abuelo que acaba de ser descrito con emoción [por uno de sus nietos]. BELMONDO es ternura. Parisino con sangre italiana, amante de la lengua del Grand Siècle tanto como de la jerga parisina, tierno, turbulento, burgués, boxeador, atleta increíble, lleno de fisuras, Jean-Paul BELMONDO nos cuenta nuestras contradicciones, nuestros defectos. Nos encanta su soledad, su gusto por el riesgo, la elegancia de su alegría, su estilo. Cada vez, hizo una crónica de nuestras vidas. De un mundo triste y alegre, tierno y cruel, real y surreal, terrorífico y divertido, nocturno y diurno, solitario e insólito, hermoso como ninguno. Al final, fue quizás Pierrot [alusión a "Pierrot Le Fou"] quien, en su suave locura con maquillaje azul, habló mejor de BELMONDO. Querido Jean-Paul, por todas estas razones, perderle hoy, para tantos franceses y francesas, significa perder un inmenso actor, un largo momento encantado del cine francés y una parte de nuestras vidas. Y si, a pesar del dolor, debemos sonreír hoy, ya que nunca ha dejado usted de sonreír en nuestras vidas, es porque sabemos que seguirá acompañándonos, que bastará con empujar la puerta de un cine, encender un televisor, una pantalla, para que, una vez más, la magia funcione. Y desde el asiento del copiloto de un coche rosa con estrellas verdes, podremos gritar que, por fin, amamos el mar, amamos la montaña y amamos la ciudad... ¡y que nos importa una mierda! [alusión a una frase pronunciada en “À bout de souffle” -Al final de la escapada-, de Jean-Luc Godard (1960): "Si no le gusta el mar, si no le gusta la montaña, si no le gusta la ciudad... ¡váyase a la mierda!"] . En la plaza del Trocadéro, lo seguiremos en una salvaje persecución al volante de un descapotable. Y en las lluviosas calles de un balneario normando, nos deleitaremos con una becerrada nocturna, un improvisado espectáculo de fuegos artificiales y cantaremos unas cuantas canciones envueltos con el dulce aroma del río Yangsté. Y en el hueco de nuestros oídos, podemos escuchar los versos escritos por Cyrano, que usted encarnó tantas veces, y que resuenan con tanta fuerza en este momento: "Y entonces morir no es nada: apenas terminar de nacer". Entonces, estoy seguro, su rostro se iluminará con esa sonrisa inolvidable, sin amargura siempre, sin quejas, simplemente estando ahí. Y, como un redoble de campanas, sonarán esas palabras que tantas veces pronunció usted para significar todas las demás que ya no podía decir [Belmondo sufrió un ictus bastante discapacitante en 2001]. "Eso es, eso es" [“Voilà, voilà...”]. 

Hasta siempre, Bébel.

¡Viva la República, viva Francia!"

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¡Vivan!