Cuba celebra los 50 años de la muerte del Che. "Esta vez creo que el capitalismo ha triunfado". [Bénédicte en Courrier International]
João Cerqueira, habitual en este blog, dejando otro títere sin cabeza.
Y aquí en tradu exprés.
Cuba: La revolución continúa
José Martí es la única figura revolucionaria cubana que es venerada tanto por el régimen como por los opositores a Fidel Castro.
por João Cerqueira
Escritor
"Mi segunda visita a Cuba, en 1997, fue la que me permitió comprender mejor el país y sus habitantes. Por dos razones: en primer lugar, porque pasé un mes en el país, y en segundo lugar, porque fui solo. Durante mi anterior estancia, viajando con amigos, había conocido a una cubana -Margarita- que ahora me esperaba en La Habana.
Esta vez no me alojé en un hotel de cuatro estrellas, sino en una casa alquilada en la zona de Vedado. Una casa como la de millones de cubanos, con dos habitaciones, pocos muebles, una televisión en blanco y negro, y sujeta a cortes de luz y agua y -lo peor de todo- infestada de cucarachas. Por lo tanto, iba a vivir en condiciones similares a las de los nativos, obligado a bañarme con un cubo de agua, a cenar a la luz de las velas y a dormir con las cucarachas paseándose por la cama, con la importante diferencia de que yo tenía una tarjeta Visa. Tomar duchas de cubo y estar sin luz casi todos los días no me costó mucho. Sin embargo, enfrentarme a cientos de cucarachas -había un nido en la casa- no fue tarea fácil. Sin embargo, como lo que no te mata te hace más fuerte, en la segunda semana ya pisaba descalzo las cucarachas que entraban en la ducha. Gracias a esta experiencia cubana, hoy soy un intrépido asesino de cucarachas.
Margarita trabajaba como contable en una oficina
gubernamental y, como la mayoría de los jóvenes cubanos, soñaba con una vida
mejor. La habían educado en la creencia de que debía estar agradecida a la
Revolución y que si había problemas en Cuba era culpa de los países
capitalistas, especialmente de Estados Unidos. De estudiante había estado en
campamentos de verano donde, como la mayoría de los jóvenes cubanos, trabajaba
en la agricultura al servicio de la Revolución. Los estudiantes eran llevados
de La Habana al campo, y durante un mes recogían tomates y otras verduras.
Organizados en grupos por los instructores encargados de los campos, los
estudiantes trabajaban ocho horas al día. A cambio de su trabajo recibían
comida, sesiones de adoctrinamiento ideológico e instrucción en el manejo de
las armas -supongo que aún hoy saben montar y desmontar un Kalashnikov-. Como
no había alternativa y como todo el mundo hacía lo mismo, en ese momento nunca
consideró que estaba haciendo un trabajo de esclavo.
Sin embargo, con la apertura de la isla al turismo, Margarita, como el resto de los cubanos, comenzó a tener una nueva conciencia política. Si ya se sentía descontenta con la falta de libertad y la escasez de alimentos y productos de primera necesidad -en aquella época, el jabón era un bien escaso en Cuba-, cuando empezó a hablar con los turistas, su descontento se convirtió en indignación. Una furiosa indignación contra el régimen comunista y, sobre todo, contra Fidel Castro. "El hijo de p...", así lo llamaba.
En las conversaciones que mantuvimos, con la ingenuidad de un turista, le pregunté si había algo positivo en Cuba, si no valoraba el sistema educativo y sanitario... Después de todo, yo mismo me había beneficiado de la medicina cubana unos días antes: había estado en cama con 40º de fiebre y, tras tomar una pastilla similar a un caramelo de azúcar y almendra con su envoltorio de la tienda Senhor dos Pasos, al día siguiente estaba curado y listo para matar cucarachas. Su rabia se volvió entonces contra mí, turista ignorante que nunca había pasado hambre. A continuación, escuché un relato de su miseria en los últimos años, tras el fin del Período Especial (el fin de la ayuda de la URSS). Los ciudadanos que hasta entonces tenían un nivel de vida por encima de la miseria, de repente se vieron privados de todo. Alimentos, productos de higiene, medicamentos, etc. La carne y el pescado prácticamente desaparecieron de la dieta cubana, y la comida diaria se convirtió en arroz y frijoles. Noche y día, semana tras semana. Los que tenían parientes en el campo se las arreglaban, clandestinamente, para tener acceso a una dieta más variada. Pero para la mayoría, no había más que el arroz y las judías que se distribuían en las tiendas del Estado previa presentación de una cartilla que controlaba la cantidad de alimentos a la que tenía derecho cada persona.
En aquella época, el delito de matar a una vaca podía ser castigado con una pena similar a la de matar a un ser humano. Tampoco se permitía a los cubanos comer langostas, ya que la carne, la leche y los mariscos se convirtieron en el coto privado de los turistas.
Sin embargo, a pesar de estar indignada contra el régimen, Margarita no se negó a visitar el Museo de la Revolución conmigo. Pronto entendería yo por qué.
Fundado poco después de la revolución, el 12 de diciembre de 1959, el Museo de la Revolución se instaló inicialmente en el antiguo castillo de San Salvador de la Punta y posteriormente ocupó el antiguo Palacio Presidencial de Fulgencio Batista. En él se presenta no sólo el triunfo de Fidel Castro, sino toda la historia revolucionaria de Cuba. Así, el visitante comienza regresando al siglo XIX donde se encuentra con la guerra de la independencia contra España, en la que predomina la figura del poeta e ideólogo José Martí, muerto en combate en 1895. Martí es la única figura revolucionaria cubana que es venerada tanto por el régimen como por los opositores a Fidel Castro. Para el régimen simboliza la lucha contra el colonialismo, para los opositores simboliza la lucha contra la dictadura.
Una vez presentado Martí, se empieza a contar la revolución castrista, con Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara como protagonistas, además del propio Fidel. El plan concebido en México, el desembarco del Granma, el refugio en la Sierra Maestra, la toma de Santa Clara y la entrada triunfal en La Habana, todas estas etapas se narran con detalle al visitante. Para dar realismo al relato, se presentan estatuas de los revolucionarios en medio de las montañas (sin cucarachas), fotos, armas, ropa, diarios, efectos personales, puros y el teléfono dorado de Batista. En un edificio contiguo -el memorial Granma- se exhibe una réplica del barco y, entre varios cañones, aviones y tanques de guerra, el misil soviético SA-2 que derribó un avión U2 estadounidense.
Mientras observaba atentamente la exposición, me di cuenta de que Margarita se había acercado a un retrato del Che Guevara y se había quedado mirándolo. A diferencia de Cienfuegos y Castro, a quienes apenas había echado un vistazo, frente a Guevara parecía hipnotizada. Con cuidado de no irritarla de nuevo con algún comentario estúpido, le pregunté qué pensaba del revolucionario argentino. Para mi sorpresa, sentía una gran admiración por el Che Guevara. Él no tenía la culpa de su miseria. No, en absoluto. Había luchado por liberar a Cuba de la dominación estadounidense y, si hubiera sido él quien gobernara en lugar de Fidel y Raúl Castro, todo habría sido diferente.
Pensé en responder que no había diferencia entre el Che y Fidel, que ambos personificaban el régimen comunista que la oprimía, que el Che había matado a cientos de cubanos y despreciaba a los negros como ella. Sin embargo, esta vez me callé. En el Museo de la Revolución, rodeado de la turbulenta historia de la isla, en constante lucha desde que se liberó del dominio español, un ciudadano cubano rinde homenaje a uno de los últimos héroes que le quedan. Martí estaba demasiado lejos para ser considerado un héroe. Guevara, protegido por la propaganda y la muerte, seguía siendo admirado por algunos jóvenes cubanos.
¿Qué derecho tenía yo, con mi tarjeta Visa en el bolsillo, a destruir su sueño? Después de todo, ¿no llevan millones de jóvenes de los países capitalistas camisetas con su cara mientras se entregan al consumismo burgués? La contradicción y el sentido del ridículo son conceptos tan esotéricos para ellos como una sesión de santería.
Y así el sistema capitalista logró lo que el régimen de Fidel Castro nunca pudo lograr: sacar al Che Guevara del Museo de la Revolución y globalizarlo.
Han pasado los años y el pueblo cubano vuelve a estar en la calle. Se está produciendo una nueva revolución. El régimen comunista responde con su habitual violencia. Entre los manifestantes que arriesgan su vida por la libertad, sin duda estará Margarita."