jueves, 4 de marzo de 2021

Cuecen fabes

En todas partes cuecen fabes o faves nacionalistas...


                    Distancia social [Sturgeon y Salmond]


Aquí la tribuna de Allister Heath en V.O. (24/02/21) en favor de la unidad del Reino Unido.


Y aquí una traducción exprés. 


El inútil y autoritario SNP está convirtiendo a Escocia en un Estado fallido

Ni siquiera la última farsa vergonzosa en Edimburgo puede detener la marcha de los nacionalistas escoceses


¿Se ha acabado todo? ¿Es la independencia de Escocia ahora simplemente cuestión de tiempo, son las pasiones demasiado intensas, los odios demasiado profundos, la mala sangre inexpugnable? ¿Será el mayor legado de Boris Johnson la disolución de la unión política más exitosa de la historia moderna, en lugar del triunfo del Brexit y la recuperación de la Covid?

Espero que no. A pesar de las indefendibles subvenciones, de la propaganda antiinglesa, del atrincherado bloque de votos de izquierda en Westminster, sigo siendo -solo- unionista, por razones personales, emocionales, filosóficas y estratégicas. Amo al Reino Unido, una construcción hermosa y viva, que en muchos sentidos es un faro para el mundo desde 1707.

Temo las consecuencias para Escocia de la absorción a una UE en declive, y para Inglaterra de una frontera terrestre, monetaria y reglamentaria tensa y problemática con Europa. El fin de las Fuerzas Armadas británicas sería la mayor tragedia de nuestro tiempo, un acto de vandalismo imperdonable. Lloraría  yo el impacto de la secesión escocesa en Gales e Irlanda del Norte, en la monarquía y en aquellos ciudadanos, a menudo de origen inmigrante, que se sienten más cómodos describiéndose como británicos que como ingleses.

La Ilustración fue conceptualizada por brillantes escoceses como Adam Smith, David Hume y Adam Ferguson, pero en las últimas décadas muchas de sus ideas volvieron a inspirar a Inglaterra, especialmente durante los años de Thatcher. Aunque Escocia sea hoy socialista, sus filósofos del siglo XVIII estaban describiendo en muchos aspectos la evolución de la economía política británica, incluida la aparición de la Revolución Industrial, como da a entender Alan McFarlane en su Origins of English Individualism.

Pero el espectáculo horroroso de las últimas semanas en Holyrood [Parlamento escocés] me llena de malos presentimientos. Independientemente de lo atrozmente que se comporte el SNP, o de lo inútil que sea gobernando, sigue siendo, con diferencia, el partido más popular de Escocia, en trance de ganar las elecciones regionales en mayo, y, encuesta tras encuesta, registrando mayorías a favor de la independencia.

Permítame recordarle, querido lector, la demencial saga que envuelve a Edimburgo, y que pone de manifiesto no sólo un establishment nacionalista en guerra abierta, sino también un parlamento que ha perdido el control, un acuerdo constitucional en crisis y una república bananera en ciernes.

En una serie de acusaciones explosivas que siguieron a una investigación chapucera del gobierno escocés sobre las acusaciones de abusos sexuales contra él, Alex Salmond, el exministro principal, alegó que hubo "un esfuerzo deliberado, prolongado, malicioso y concertado de una serie de individuos dentro del gobierno escocés y del SNP para dañar mi reputación, incluso hasta el punto de hacerme encarcelar".

Imagínese que esta última acusación se hubiera hecho en Inglaterra, con un exprimer ministro acusando al gobierno entrante en términos tan peregrinos: la noticia habría dado la vuelta al mundo, independientemente de que las afirmaciones resultasen ser ciertas o no. Entre las personas que Salmond nombró en sus declaraciones en la investigación del Parlamento escocés se encontraban el marido de Nicola Sturgeon y su jefe de gabinete. También afirmó que Sturgeon había engañado al Parlamento y violado el código ministerial. Ella y los otros niegan tales alegaciones.

Pero la cosa es aun peor: el SNP impidió repetidamente que Salmond publicara sus afirmaciones, impidiendo así que fueran valoradas libremente. The Spectator emprendió acciones legales para forzar la publicación, y un juez se puso de parte de la revista. Tras una serie de absurdos tejemanejes, la alegación se publicó, pero el Parlamento escocés volvió a dar un giro de 180 grados al caso y optó por reformular las afirmaciones de Salmond* después de que la Fiscalía escocesa mencionara "graves preocupaciones" por el hecho de que parte del material pudiera constituir una falta de desacato al tribunal.

Este episodio fue tan extraño como siniestro: ¿desde cuándo los fiscales hacen este tipo de advertencias informales? En Inglaterra, el equivalente habría sido que la Fiscalía de la Corona intentara bloquear la publicación de un documento, y los Comunes, sorprendentemente, estuvieran de acuerdo con ello. ¿Desde cuándo la Fiscalía derrota al Parlamento en Gran Bretaña? ¿Dónde está la división de poderes? ¿Dónde está la rendición de cuentas? ¿Dónde los abogados especializados en derechos humanos?

Esto es una farsa vergonzosa, y debería preocupar a todos los ciudadanos británicos: aquí está una parte integral del Reino Unido, cuna del Estado de Derecho y de la democracia, sumida en un dudoso embrollo jurídico-político del tipo que en general solo se ve en los estados fallidos y en los regímenes autoritarios.

Sin embargo, nada de esto parece contar. Sí, puede que las estimaciones del apoyo al SNP acaben cayendo un poco, pero nadie cree que su posición esté realmente en peligro. La Escocia de hoy es un clásico "burgo podrido": no importa lo abominable que sea el comportamiento del SNP: siempre gana. El partido no puede perder ni siquiera cuando, como ahora, se esfuerza con denuedo en hacerlo. Trágicamente, Escocia se ha convertido en un lugar con gente de un solo partido.

La razón es cultural: el SNP simboliza el nacionalismo, y eso importa más que las divisiones de izquierda o derecha, las competencias o la honestidad. Aunque Escocia no lo ha hecho tan bien como afirman sus partidarios, el mero hecho de que el SNP estuviera a cargo de su propia política frente al Covid ha impulsado la causa independentista.

El defectuoso acuerdo de transferencia de competencias a Escocia de Tony Blair fue el pecado original. El Parlamento escocés se encargaría de gastar dinero, pero no de recaudarlo. Inglaterra seguiría financiando a Escocia. El resultado fue un poder sin responsabilidad, asistencialismo y, finalmente, la desaparición del antiguo establishment laborista escocés y su sustitución por un SNP radicalizado y demagógico sin interés por los hechos, la razón o la verdad.

Los conservadores de Westminster no pueden limitarse a mirar hacia otro lado, aterrorizados de que cualquier intervención de Londres no haga sino echar más leña al fuego nacionalista o ayude a los laboristas. Se trata del interés nacional: Escocia necesita mejores opciones políticas, incluso si esto significa más diputados laboristas (además de tories); y la Unión necesita ser salvada. Los unionistas, tanto laboristas como tories, deben dejar de lado su absurdo tribalismo y cooperar entre sí; lo mismo ocurre con los partidarios del Brexit y de la permanencia. Hay que crear un partido tory escocés totalmente independiente.

Los conservadores deben encontrar por fin a la gente y el discurso para poder luchar contra los secesionistas. Todos debemos esperar que esto funcione, ya que la propia integridad de la democracia británica está ahora mismo en juego.

Allister Heath"



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Alex Salmond fue absuelto de todos los delitos de carácter sexual en marzo de 2020.