lunes, 8 de noviembre de 2021

Luz y verdad

                                            Pano Kanelos


En EE.UU, Pano Kanelos y algunos colegas  van a crear un nueva universidad en contra de las universidades al uso para recuperar la misión de búsqueda de la verdad.

Aquí en V.O.


Aquí en tradu exprés.


Pano Kanelos

No podemos esperar a que las universidades se arreglen por sí solas así que vamos a crear una nueva

He dejado mi puesto de presidente del St. John's College de Annapolis para crear una universidad en Austin dedicada a la valiente búsqueda de la verdad.

En Estados Unidos hay muchas cosas que no funcionan. Pero la educación superior podría ser la institución más fracturada de todas.

Hay un abismo entre las promesas y la realidad de la educación superior. El lema de Yale es "Lux et Veritas", luz y verdad. Harvard proclama: Veritas. A los jóvenes de Stanford se les dice que Die Luft der Freiheit weht: Sopla el viento de la libertad.

Estas son palabras muy elevadas. Pero en estas escuelas superiores de prestigio, y en tantas otras, ¿podemos afirmar realmente que la búsqueda de la verdad -lo que fuera el propósito central de una universidad- sigue siendo la más alta de las virtudes? ¿Creemos en realidad que los medios cruciales para alcanzar dicho fin -la libertad de investigación y el discurso cívico- prevalecen cuando el antiliberalismo se ha convertido en un elemento omnipresente de la vida universitaria?

Las cifras lo reflejan tan bien como cualquier anécdota que usted haya leído en titulares de prensa o escuchado en sus propios círculos. Casi una cuarta parte de los académicos estadounidenses de ciencias sociales o humanidades respaldan la expulsión de un colega por tener una opinión equivocada sobre cuestiones candentes tales como la inmigración o las diferencias sexuales. Más de un tercio de los académicos y estudiantes de doctorado conservadores dicen haber sido amenazados con medidas disciplinarias por sus opiniones. Cuatro de cada cinco estudiantes de doctorado estadounidenses están dispuestos a discriminar a los académicos de derechas, según un informe del Centro para el Estudio del Partidismo y la Ideología.

El panorama entre los estudiantes de licenciaturas es aún más sombrío. En la Encuesta de Expresión en el Campus 2020 de la Academia Heterodoxa, el 62% de los estudiantes universitarios de la muestra estaban de acuerdo en que el ambiente de su campus les impedía decir las cosas en las que creían. Casi el 70% de los estudiantes está a favor de denunciar a los profesores si éstos afirman algo que los estudiantes consideran ofensivo, según una encuesta del Instituto Challey para la Innovación Global. La Fundación para los Derechos Individuales en la Educación informa de al menos 491 campañas de cancelación de invitaciones desde el año 2000. Aproximadamente la mitad de éstas tuvieron éxito. 

En nuestros campus, los profesores son tratados como criminales del pensamiento. Dorian Abbot, un científico de la Universidad de Chicago que se ha opuesto a algunos aspectos de la discriminación positiva, fue cancelado recientemente y no pudo dar una importante conferencia pública sobre el clima en el planeta en el MIT. Peter Boghossian, profesor de filosofía de la  Portland State University, dimitió finalmente en septiembre tras años de acoso por parte del profesorado y los gestores. Kathleen Stock, profesora de la Universidad de Sussex, acaba de dimitir después de que las turbas la amenazaran por sus investigaciones sobre sexo y género.

Nos habíamos creído que semejante censura sólo era posible en regímenes opresivos de países lejanos. Pero resulta que el miedo puede llegar a ser endémico en una sociedad libre. Puede agudizarse en el único lugar -la universidad- que supuestamente defiende "el derecho a pensar lo impensable, a debatir sobre lo innombrable y a cuestionar lo incuestionable".

La realidad es que muchas universidades ya no tienen incentivos para crear un entorno en el que se proteja la disidencia intelectual y se critiquen las opiniones al uso. En nuestras escuelas más prestigiosas, el principal incentivo es funcionar como centro de escolarización para las élites nacionales y mundiales. Entre los ladrillos y la hiedra, estos estudiantes contribuyen a sostener teorías cada vez más inaccesibles mientras que, a menudo, a sólo unas manzanas de distancia, sus vecinos se las tienen que ingeniar para ganarse la vida.  

La prioridad en la mayoría de las otras instituciones es simplemente evitar el colapso financiero. Se hallan en una competición desesperada por atraer a un número cada vez menor de estudiantes, los cuales son cada vez menos capaces de pagar unas matrículas que se disparan. En las últimas tres décadas, el coste de un título de cuatro años en una universidad privada casi se ha duplicado; el coste de un título de una universidad pública casi ha triplicado. Los estudiantes del país deben 1700  millones de dólares en concepto de préstamos.

¿Y todo esto para qué? Casi el 40% de los que buscan obtener un título universitario no lo consiguen. Deberíamos dejar que el sistema se hunda.  La educación superior suspende a 4 de cada 10 de sus estudiantes. Un sistema que extrae tan descaradamente tanto de tantos sin cumplir con sus promesas básicas debería haber hecho un balance y sacar sus conclusiones hace tiempo.

Los perversos incentivos de la enseñanza superior -prestigio o supervivencia- hacen que una proporción cada vez mayor del dinero de las matrículas se destine a la administración y no a la enseñanza. Las universidades pretenden ahora atraer y retener a los estudiantes a través de "experiencias estudiantiles" orientadas al cliente, que van desde el entretenimiento trivial hasta el apoyo emocional o unas instalaciones de fábula. De hecho, muchas universidades hacen muy bien lo de proporcionar a los estudiantes todo lo que necesitan. Todo... excepto el valor intelectual.  

No es sólo que estemos fallando a los estudiantes como individuos; estamos fallando a la nación. Nuestra democracia se tambalea, en gran parte, porque nuestro sistema educativo se ha vuelto antiliberal y está produciendo ciudadanos y líderes que son unos incapaces y no están dispuestos a participar en la actividad principal del gobierno democrático.

Las universidades son los lugares donde la sociedad piensa, donde se forman los hábitos y las costumbres de nuestros ciudadanos. Si estas instituciones no son abiertas y pluralistas, si enfrían el discurso y condenan al ostracismo a quienes tienen puntos de vista impopulares; si llevan a los académicos a evitar temas enteros por miedo, si priorizan la comodidad emocional sobre la búsqueda, a menudo incómoda, de la verdad, ¿quién quedará para modelar el discurso necesario para sostener la libertad en una sociedad autónoma?

En algún momento futuro, los historiadores estudiarán cómo hemos llegado a este trágica situación. Y tal vez para entonces hayamos reformado nuestras escuelas superiores y universidades, restaurándolos como bastiones de la investigación abierta y el discurso cívico.

Pero ya nos hemos cansado de esperar.  Nos hemos cansado de esperar a que las universidades de tradición académica se corrijan a sí mismas. Así que estamos creando una nueva desde cero. 

Y lo digo literalmente. 

Mientras escribo esto, estoy sentado en mi nueva oficina (con las cajas aún por desembalar) en la cálida ciudad de Austin, Texas, donde me trasladé hace tres meses desde mi anterior puesto como presidente del St. John's College.

No estoy solo. 

Nuestro proyecto comenzó con una pequeña reunión de personas preocupadas por el estado de la educación superior -Niall Ferguson, Bari Weiss, Heather Heying, Joe Lonsdale, Arthur Brooks y yo-, y desde entonces se nos han unido muchos otros, incluidos los valientes profesores mencionados anteriormente, Kathleen Stock, Dorian Abbot y Peter Boghossian.   

Contamos entre nosotros con los presidentes de universidades: Robert Zimmer, Larry Summers, John Nunes y Gordon Gee, y destacados académicos como Steven Pinker, Deirdre McCloskey, Leon Kass, Jonathan Haidt, Glenn Loury, Joshua Katz, Vickie Sullivan, Geoffrey Stone, Bill McClay y Tyler Cowen.

También nos acompañan periodistas, artistas, filántropos, investigadores e intelectuales conocidos como Lex Fridman, Andrew Sullivan, Rob Henderson, Caitlin Flanagan, David Mamet, Ayaan Hirsi Ali, Sohrab Ahmari, Stacy Hock, Jonathan Rauch y Nadine Strossen.

Somos un equipo vocacional que crece día a día. Nuestros orígenes y experiencias son diversos; nuestras opiniones políticas difieren. Lo que nos une es una consternación común por el estado del mundo académico moderno y el reconocimiento de que no podemos seguir esperando a la caballería. Así que debemos ser la caballería. 

En la era de los cursos masivos abiertos en línea y la enseñanza a distancia, seguramente parecerá algo retro, incluso contracultural, construir una escuela real en un edificio real con el menor número de pantallas posible. Pero a veces hay sabiduría en las cosas que han perdurado. 

La universidad, tal y como la conocemos hoy, es una institución que se originó en la Europa del siglo XI. El hecho de que haya habido universidades durante casi mil años -a pesar de todos los extraordinarios cambios en la naturaleza del conocimiento y la tecnología de las comunicaciones en ese tiempo- nos está diciendo algo importante. 

Creemos que los seres humanos piensan y aprenden mejor cuando se reúnen en lugares dedicados a ello, donde están, hasta cierto punto, aislados de la lucha cotidiana por llegar a fin de mes, y donde no hay una distinción fundamental entre los que enseñan y los que aprenden, más allá de la extensión de sus conocimientos y sabiduría.

Creemos que el propósito de la educación no es simplemente el empleo, sino el florecimiento humano, que incluye un empleo con sentido. Por lo tanto, también estamos repensando la relación entre una educación liberal y las demandas de nuestro dinámico y fluido mundo profesional.

Nuestro riguroso plan de estudios será el primero diseñado en colaboración no sólo con grandes profesores, sino también con los grandes emprendedores de la sociedad: fundadores de empresas audaces, disidentes que se han enfrentado al autoritarismo, pioneros de la tecnología y las principales figuras de la ingeniería y las ciencias naturales. Nuestros alumnos estarán expuestos a la sabiduría más profunda de la civilización y aprenderán a conocer las obras no como tradiciones muertas sino como feroces concursos de importancia intemporal que ayudan a los seres humanos a distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo. Los estudiantes llegarán a ver esta investigación abierta como una actividad que dura toda la vida y que les exige una búsqueda valiente, a veces incómoda, de verdades que perduran.

Este objetivo central -la valiente búsqueda de la verdad- ha estado en el centro de la educación desde que Platón fundó su Academia en el año 387 a.C. Revivirlo puede producir una generación resistente (o "antifrágil") con una capacidad excepcional para pensar sin miedo, con agilidad e inventiva. Estos graduados serán los futuros líderes mejor preparados para afrontar los retos de la humanidad. 

Una educación arraigada en la búsqueda de la verdad es el antídoto contra el tipo de ignorancia e incivilidad que nos rodea. Como dijera Frederick Douglass "La educación... significa emancipación. Significa luz y libertad. Significa la elevación del alma humana hacia la gloriosa luz de la verdad, la única luz por la que los hombres pueden ser libres".

Esperamos encontrar una importante resistencia a este proyecto. Hay redes de donantes, fundaciones y activistas que defienden y promueven el statu quo. Hay padres que esperan el statu quo. Hay estudiantes que lo exigen, junto con mayores restricciones a la libertad académica. Y hay administradores y profesores que se sentirán amenazados por cualquier alteración del sistema.

Agradecemos dicho oprobio y lo reivindicamos.

A los demás, a los que comparten nuestra sensación de que algo fundamental se ha roto, les pedimos que se unan a nuestro esfuerzo por renovar la educación superior. Damos la bienvenida a todos los que comparten nuestra misión de perseguir una educación verdaderamente liberadora, y esperamos que otros donantes sigan nuestro ejemplo.

Es hora de devolver el significado a esos viejos lemas académicos. Luz. Verdad. Viento de la libertad. Encontrará a los tres en nuestra nueva universidad de Austin.