viernes, 5 de febrero de 2021

¿Jueces digestivos?

Crónica en France Inter en la que se acaba con la leyenda urbana de que los jueces dictan más resoluciones contrarias a las peticiones del detenido cuando les entra el hambre, como sugería un famoso estudio de Danziger et al. de 2011, del que, por cierto, se hacía eco el best-seller de Daniel H. Pink ¿Cuándo? La ciencia de encontrar el momento preciso: las decisiones se verían influidas según la mayor o menor cercanía temporal a una primera interrupción, en torno a las 10 de la mañana (para el café o bocadillo, diríamos nosotros); o desde la reanudación hasta la comida; y, finalmente, en la sesión de la tarde. Todo ello supuestamente vinculado al estómago más o menos hambriento del juez. 


Aquí se puede escuchar la crónica matutina en la radio pública francesa.



Honoré Daumier, de la serie "Gens de Justice"

Aquí debajo una traducción exprés.

No, los jueces no son más severos cuando tienen hambre

"-Son las 06:45, “Dans le prétoire” [En la sala de audiencias], Jean-Philippe Deniau: ¿acaso los magistrados son más severos cuando tienen hambre?

-Desde Catón El Viejo conocemos el viejo adagio retomado en su forma actual por Rabelais, La Fontaine y Proust, “Estómago hambriento no tiene oídos”; esto es lo que demostró hace diez años una investigación americano-israelí [Danziger et al. 25/02/2011], que analizó, caso por caso, 1.112 resoluciones judiciales dictadas en prisiones israelíes relativas a peticiones de libertad condicional o adaptaciones de la pena; decisiones que se toman en comparecencias inmediatas, tipo vistilla, como en Francia; entre 14 y 35 asuntos por jornada; en ellas los jueces empleaban unos seis minutos para deliberar y, al final, dos terceras partes de la peticiones se veían denegadas. Los tres universitarios quisieron ahondar en el análisis y constataron que, al principio de las sesiones de mañana y tarde, el 65% de las peticiones de los reclusos obtenía una respuesta positiva, mientras que al final de la mañana y de la tarde casi ninguno veía estimada su solicitud. “Nuestras conclusiones muestran que las decisiones pueden verse influidas por variables externas, que no deberían tener la menor incidencia en las resoluciones”, afirman los investigadores universitarios. Este estudio halló muy pronto un gran eco en la prensa, muchas veces con titulares reduccionistas y llamativos del tipo “La Justicia no es la misma después de comer” o “ La Justicia depende de lo que haya desayunado el magistrado”, o aun, “Desconfíe si su juez está hambriento”; e incluso algunos comentadores llegaron a aventurar que sería preferible que las decisiones fueran tomadas por algoritmos en lugar de por hombres y mujeres falibles…”.

-¿Acaso nos está diciendo que dicho estudio no era serio?

- Es lo que nos revela el magistrado Jean-Paul Jean en un artículo de la semana pasada en el sitio de informaciones en línea Dalloz-Actualité; y es que después de ese estudio de 2011, el Tribunal Supremo de Israel, también en 2011 [de hecho, dos miembros del Tribunal Supremo de Israel], quiso revisar dicha investigación, tras lo cual se emitieron muchas reservas sobre la metodología que había sido empleada en el estudio, puesto que en ella se soslayaban algunos criterios fundamentales, especialmente uno que ponía todo el trabajo en tela de juicio: resulta que el orden los asuntos a tratar en cada sesión no se debe al azar: primero se ventilan los casos en los que el detenido es defendido por un abogado y luego aquellos en los que el interesado se defiende él mismo; y, en lo tocante a los abogados, resulta que estos se ocupan en primer lugar de aquellos expedientes más fáciles y susceptibles de obtener una respuesta positiva del juez, ello con el fin de beneficiarse asimismo de decisiones favorables en los subsiguientes asuntos, que son mucho menos evidentes. En definitiva: si las decisiones son más favorables al inicio de las sesiones no se debe a que los magistrados aún no tengan hambre... ¡fin de la leyenda! Aun así, diez años después de la publicación de sendos estudios, sólo se sigue hablando y comentando el más espectacular, mientras que el otro estudio, el que restablece una realidad menos mediática, nunca es citado, se lamenta Jean-Paul Jean, ¡ni siquiera aparece en los motores de búsqueda!* En conclusión: un juez es un ser humano cuya imparcialidad puede verse afectada por convicciones profundas, dolores pasajeros, malos humores o, por qué no, por el hambre y las ganas de acabar la sesión, algo que los abogados conocen perfectamente, pues siempre tienen presente la frase de Mark Twain “Un buen abogado conoce la ley, un abogado inteligente invita al juez a comer...”.

-Gracias, Jean-Philippe Deniau, jefe del servicio Investigación y Justicia de France Inter; su crónica “Dans le prétoire” está en línea en franceinter.fr”.


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* Sí aparece en los motores de búsqueda, pero no es fácil encontrarlo. Aquí lo tienen. [10/10/2011]

N.B. En él se indica, además, que los investigadores israelo-norteamericanos ni siquiera señalaron en su trabajo que las decisiones no las tomaba en solitario el juez de la vistilla, sino que se hacía de consuno, mediante un panel de tres compuesto por... ¡el juez, un criminólogo y un asistente social!