El exprimer ministro francés publica en Valeur Actuelles una tribuna cargada de verdad para que la innoble dictadura argelina libere al escritor franco-argelino Boualem Sansal encarcelado y a la espera de un juicio estalinista por traición al pueblo y terrorismo, es decir: por haber concedido una entrevista en la que habló simplemente del pasado de Argelia y de Marruecos (ver al final sus declaraciones*)
Aquí la tribuna de Manuel Valls en VO.
Y aquí debajo una traducción exprés.
Libertad encarcelada
Por Manuel Valls
Me encanta el lenguaje poderoso, caudaloso y sensual de Boualem Sansal desde que lo descubrí en «Le serment des barbares». Admiro su coraje y su virulencia contra la Argelia del Frente de Liberación Nacional y de los islamistas. ¡Aprecio su gusto por la provocación y su defensa de la lengua francesa en Le français, parlons-en! Su pluma y su voz encarnan una bella tradición literaria, la nuestra, que apreciamos desde Voltaire.
Por tanto, no podemos tolerar que se silencie a un escritor, sea cual sea su postura política o intelectual. Se trata de un principio intangible, el de la libertad de conciencia y de expresión, sobre el que nunca debemos transigir.
Me ha complacido leer y oír a muchas voces, tanto de la derecha como de la izquierda, a muchos intelectuales -pienso en todos nuestros Premios Nobel de Literatura, de JMG Le Clezio a Annie Ernaux, y en todos los galardonados con el Gran Premio de la Académie Française- darle todo su apoyo y pedir su liberación inmediata.
No olvido que otros intelectuales y periodistas están siendo perseguidos, condenados o tienen prohibida la salida del país por las autoridades argelinas. Desgraciadamente, la lista es larga, pero no suscita la indignación que debería.
Pero la detención de Boualem Sansal no es sólo un acto contra la inteligencia; es también una señal brutal del régimen contra Francia. Es la consecuencia de la crisis entre nuestros dos países debida al reconocimiento por Francia en julio de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, poniendo fin a siete años de intentos de reconciliación con Argelia.
Desde 2017, Emmanuel Macron ha intentado constantemente, a menudo con gestos fuertes y bien recibidos, pero también con un poco de ingenuidad y palabras torpes, fortalecer las relaciones con Argelia a través de un esfuerzo unidireccional sobre la memoria histórica. En vano. Hasta llegar a un callejón sin salida. Es una trampa infernal. El régimen no quiere la reconciliación y siempre pide más. Castiga constantemente a la antigua potencia colonial para alimentar la renta memorial en la que se basa el sistema autoritario y represivo para mantenerse en el poder. Es hora de sacar todas las consecuencias y de revisar a fondo nuestra relación.
Pero no ignoro que a menudo en Francia, frente a la violencia del Estado contra los artistas e intelectuales argelinos, la defensa de estas conciencias universales se revela culpablemente débil. Para algunos, no todo el mundo es digno de ser defendido cuando se le difama, persigue o encarcela por «delitos de opinión». He leído muchos artículos en la prensa que sólo mencionan el apoyo de la derecha y de la extrema derecha a Boualem Sansal, como para poner en duda su lucha. En la televisión pública, he visto a la izquierda intelectual y mediática hacerse eco de análisis y expresiones insoportables. Ese terrible «sí, pero» escuchado una y otra vez.
Sí, su detención no es normal, pero Boualem Sansal ha dañado el sentimiento nacional argelino. Sí, su encarcelamiento es un problema, pero se ha ido demasiado lejos, ha exagerado.
Es una vieja retórica. Este juicio se está llevando a cabo utilizando los mismos argumentos que oímos en 1989, cuando Salman Rushdie fue puesto en la picota por el ayatolá Jomeini y una parte de la izquierda, en nombre del concepto de «islamofobia», una palabra inventada para silenciar a los críticos del islam político. Cualquiera que haya leído realmente Los versos satánicos sabe que se trata de un libro magnífico y que no es en absoluto un ataque al islam. Pero eso ya era ir «demasiado lejos». Charlie Hebdo también fue «demasiado lejos» cuando publicó caricaturas del profeta Mahoma. Podríamos remontarnos aún más atrás, a 1973, cuando la izquierda comunista y su prensa tacharon a Alexander Solzhenitsyn de reaccionario y enemigo del socialismo al publicarse en Francia Archipiélago Gulag.
Hoy, una parte de la clase política, intelectual y mediática no acepta que un intelectual pueda atacar al islamismo. Como hace 60 años, se le acusa de «hacer el juego» al adversario. Cuestionar a la URSS equivalía a alimentar a la extrema derecha y hacer el juego a Estados Unidos o al capitalismo. Las palabras han cambiado, pero siguen reflejando la misma lógica insoportable y cobarde, que consiste básicamente en aceptar parte del argumento que puso entre rejas a Boualem Sansal. Porque heriría los sentimientos nacionales argelinos. Porque pondría en tela de juicio la historia de Argelia y el relato revolucionario del FLN. Porque sería colonialista e islamófobo. Porque sería sionista... y por tanto amigo de los judíos...
Se supone que tanto Boualem Sansal como Kamel Daoud son árabes musulmanes y, por tanto, están siempre del lado de los árabes y los musulmanes, e inevitablemente del lado de los palestinos. El autor de Meursault, caso revisitado ya había sido cuestionado por asociaciones feministas tras escribir ee magnífico artículo sobre las agresiones sexuales cometidas por migrantes en Colonia el 31 de diciembre de 2015. Ha sifo el primer escritor argelino en ganar el Prix Goncourt, y sus publicaciones fueron prohibidas en Argelia simplemente por la referencia en su última novela, Houris, a la terrible guerra civil, la «década negra», en los años 90, que supuso que la guerra de independencia, la guerra contra el colonizador, pasara a un segundo plano.
Ambos, más aún ahora que han obtenido la nacionalidad francesa por una afortunada decisión del Presidente de la República, «traicionarían» así su identidad árabe-musulmana y su país de origen al ponerse del lado de la libertad de expresión. El traidor es el que ha cometido lo irreparable: se ha unido al campo del enemigo, el de la antigua potencia colonial. Traiciona a su pueblo, a su nación y a su religión. En resumen, es un «infiel», un «renegado», un «colaboracionista», un «harki», un «francesado sionizado», si hemos de creer a la prensa oficial. Es repugnante, porque el odio a los judíos se desata en esta ocasión.
Cómo es posible entonces que en Francia también se oiga, sobre todo en las redes sociales, «traidor», «fascista», «reaccionario», «seguidor de Zemmour»... con respecto a alguien que se ha convertido en rehén de una dictadura.
Cómo es posible que Mathilde Panot, la líder de los diputados de la La France Insoumise, admitiendo que el régimen argelino ha «descarriado» y pidiendo la liberación de Sansal, pase rápidamente el foco a Francia, a la que acusa de tener también presos políticos... este relativismo es una forma de renunciar a todo.
La movilización por la liberación de Boualem Sansal es esencial. Los islamistas y sus cómplices odian la cultura, a los intelectuales y la libertad de expresión.
Hoy se encarcela a un hombre porque se le acusa de ser un espíritu libre; con él, lo que se encarcela es nuestro espíritu francés, una cierta idea de lo universal. Nadie debe faltar en esta lucha por su liberación.
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Las palabras que supuestamente han llevado a la prisión a Boualem Sansal:
«Francia no colonizó Marruecos porque es un Estado grande. Es fácil colonizar cosas pequeñas que no tienen historia. Como Alemania con Francia, se puede ocupar pero no colonizar un Estado grande». (…) Todo el problema proviene de una decisión tomada por el gobierno francés. Cuando Francia colonizó Argelia, toda la parte occidental del país formaba parte de Marruecos (Tlemcen, Orán, e incluso hasta Biskra); estas regiones formaban parte del reino. Francia se instaló y colonizó Argelia, y decidió arbitrariamente anexionar todo lo que estaba al este de Marruecos, mediante una línea fronteriza sin sentido.» Y por fin concluía: «Cuando los argelinos empezaron a hacer campaña por la independencia en 1954, los activistas argelinos se pusieron en contacto con el rey de Marruecos (Mohammed V), para que les ayudara diplomática y financieramente a fin de que pudieran establecer bases militares. Aceptó con una condición: en el momento de la independencia me devolverían los territorios tomados por Francia. Los argelinos aceptaron. Llegó la independencia y Argelia se convirtió en un país comunista con Moscú a sus espaldas. En 1963, el ejército marroquí volvió a Argelia para recuperar sus territorios, y entonces hubo una guerra, pero al final se impuso la razón, con mediación internacional, pero persistiendo la desconfianza y el odio argelinos».
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Viñeta de William Footz, publicada en el Charlie Hebdo del 3 de diciembre de 2024.